Detrás de la “opinión pública”
Fernando
Pascual | fpa@arcol.org
FUENTE: https://bay154.mail.live.com/default.aspx?id=64855#n=1013257715&fid=1&mid=b7570696-a2d6-11e2-8d76-00237de334a4&fv=1
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Los medios de comunicación tienen un peso importante a la
hora de configurar la mentalidad de millones de personas. Con sus informaciones
y con sus omisiones alimentan y promueven lo que llamamos “opinión pública”.
Los medios tienen tanta fuerza que han recibido el nombre de
“cuarto poder”, una fórmula que algunos restringen a la prensa clásica pero que
también podría valer para algunos de los fenómenos que caracterizan el mundo de
Internet.
Detrás de los medios, sobre todo detrás de las grandes
agencias de noticias, existen personas concretas, con intereses y con necesidades,
algunas de las cuales están sometidas a la presión de otros poderes, como el de
grupos económicos o de autoridades políticas.
Por lo mismo, detrás de la opinión pública no sólo existen
medios informativos populares (prensa, radio, televisión, Internet, etc.), sino
hombres y mujeres. Unos, honestos y amantes de la verdad. Otros, interesados en
defender sus propias ideologías personales. Otros, quizá en un número mayor del que pudiéramos
imaginar, viven sometidos a las indicaciones de sus jefes, que determinan sobre
qué temas “informar” y bajo qué punto de vista.
El mito
(algunos lo creen todavía) del periodismo independiente es simplemente eso: un
mito. Porque muchos periodistas trabajan o con el material que ofrecen las
grandes agencias informativas (muchas de ellas llenas de intereses y de
ideologías), o con material propio que busca sea aceptado y publicado
por el medio informativo que le ha contratado. De esta manera, esos periodistas
viven atados a las ideas de otros, pues sólo así será posible no perder el
contrato que les permite recibir un salario a fin de mes.
Si reconocemos que buena parte
del periodismo mundial sobrevive sometido a poderes económicos e ideológicos,
habremos dado el primer paso para adquirir un espíritu más crítico ante tantas
“noticias” que no lo son, y ante tantas noticias reales que llegan revestidas
de un fuerte lastre ideológico y deformante.
Al mismo tiempo, empezaremos a buscar fuentes alternativas
de información, como las que surgen desde auténticos amantes de la verdad, hombres
y mujeres autónomos que no dependen económicamente de otros ni se doblegan a
las ideologías de moda.
Tal vez esos “periodistas alternativos” encuentren en
Internet o en algunos otros medios espacios para divulgar noticias no
manipuladas y bien sopesadas, y para transmitir reflexiones profundas y
enriquecedoras. Si los encontramos, nos beneficiaremos de su trabajo y
tendremos acceso a un mundo de informaciones válidas y bien analizadas. Esa es
la meta propia de un periodismo auténtico y libre, gracias al cual será posible
avanzar hacia una “opinión pública” madura y bien formada.
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