Privatización: La Táctica Atlantista para Atacar a Rusia
Por Paul Craig Roberts & Michael Hudson 08-Feb-16
FUENTE:
http://www.counterpunch.org/2016/02/08/privatization-the-atlanticist-tactic-to-attack-russia/
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rojo] NO aparece en el original y fue agregado por el equipo de
traducción. Igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto simple en el
original.
Hace dos años, los
funcionarios rusos discutían planes para privatizar un grupo de empresas encabezadas
por el productor petrolero Rosneft, el Banco VTB, Aeroflot y los Ferrocarriles Rusos.
El objetivo declarado era modernizar la administración de estas compañías y
también inducir a los oligarcas a que comenzaran a traer de regreso las dos
décadas de fugas de capitales e invertirlos en la economía rusa. La
participación extranjera era buscada en casos donde la transferencia de
tecnología occidental y técnicas administrativas sería probable que ayudaran a
la economía.
Sin
embargo, el panorama económico ruso se deterioró a medida que USA empujaba a
los gobiernos occidentales a imponer sanciones económicas contra Rusia y se
reducían los precios del petróleo. Esto ha hecho menos atractiva a la economía
rusa para los inversionistas extranjeros. Así la venta de estas compañías
traerá precios mucho más bajos hoy de lo que habría sido probablemente en 2014.
Mientras
tanto, la combinación de creciente déficit presupuestal interno y déficit en la
balanza-de-pagos le ha dado a los partidarios rusos de la privatización un
argumento para seguir presionando con las liquidaciones. La falla en su lógica es
su supuesto neoliberal de que Rusia simplemente no puede monetizar su déficit,
sino que requiere sobrevivir liquidando la mayoría de sus activos. Advertimos a
Rusia de ser tan ingenua como para aceptar este peligroso argumento neoliberal.
La privatización no ayudará a re-industrializar la economía de Rusia, sino que
agravará su transformación en una economía de rentistas de la que se sacan las
utilidades para beneficio de sus dueños extranjeros.
Sin
lugar a dudas, el presidente Putin ha establecido un número de condiciones en
Febrero 01 para impedir que las nuevas privatizaciones sean las desastrosas
liquidaciones de la era de Yeltsin. Esta vez los activos no serían vendidos a
precios de liquidación, sino que tendrían que reflejar su valor prospectivo real.
Las empresas vendidas permanecerían bajo la jurisdicción rusa, no operadas por
dueños offshore. Los extranjeros fueron invitados a participar, pero las
compañías permanecerían sujetas a las leyes y regulaciones rusas, incluyendo
restricciones para mantener su capital dentro de Rusia.
También,
las empresas a privatizarse no pueden ser compradas con crédito de un banco
estatal del país. El objetivo es atraer “dinero duro” en las adquisiciones —idealmente de los fondos en
divisas de los oligarcas en Londres y otros lugares.
Prudentemente
Putin descartó vender el mayor banco de Rusia, Sperbank, que retiene gran parte
de las cuentas de ahorro al menudeo de la nación. Evidentemente la banca ha de
permanecer grandemente como un servicio público, que por su capacidad de crear
crédito como dinero debería ser un monopolio natural e inherentemente público
en su naturaleza.
A
pesas de estas protecciones que agregó el presidente Putin, hay serias razones
para no avanzar con las recién anunciadas privatizaciones. Estas razones van
más allá del hecho de podrían ser vendidas bajo condiciones de recesión
económica como resultado de las sanciones económicas occidentales y los
declinantes precios del petróleo.
La
excusa citada por funcionarios rusos para vender estas compañías en el momento
actual es financiar el déficit presupuestal interno. Esta excusa muestra que
Rusia aun no se ha recuperado del desastroso mito atlantista occidental de que
Rusia debe depender de los bancos extranjeros y tenedores de bonos para crear dinero,
como si el banco central ruso no pudiera hacer eso mismo [gratuitamente, es decir, sin crear una deuda sobre la que
deben pagarse intereses] monetizando el déficit presupuestal.
La
monetización de los déficits presupuestales es precisamente lo que ha hecho el
gobierno de USA [aunque pagando intereses a la Federal
Reserve], y lo que los bancos centrales occidentales han estado haciendo
luego de la 2GM. La monetización de la deuda es una práctica común en
Occidente. Los gobiernos pueden ayudar a revivir la economía imprimiendo dinero
en lugar de endeudar al país con acreedores privados lo que drena los fondos
del sector público a través de los pagos de intereses hacia los acreedores
privados.
No
hay una razón válida para recaudar dinero de los bancos privados y proveer al
gobierno con dinero cuando un
banco central puede crear el mismo dinero sin tener que pagar intereses sobre
los préstamos. Sin embargo, los economistas rusos han sido inculcados
con la creencia occidental que únicamente los bancos comerciales deberían crear
dinero y que los gobiernos deberían vender bonos generadores de interés para
conseguir fondos. La creencia incorrecta de que solamente los bancos privados
deberían crear dinero haciendo préstamos está conduciendo al gobierno ruso al
mismo camino cuesta abajo que ha conducido a la eurozona a una economía en un
callejón sin salida. Privatizando la creación de crédito, Europa ha entregado
la planeación económica de los gobiernos democráticamente electos al sector
bancario.
No
hay ninguna necesidad de que Rusia acepte esta filosofía económica favorable a
los rentistas que desangra los ingresos públicos de un país. Los neoliberales
no están promoviéndola para ayudar a Rusia, sino para ponerla de rodillas.
Esencialmente,
los rusos aliados con Occidente —los “integracionistas atlantistas”— que quieren que Rusia
sacrifique su soberanía a la integración con el imperio occidental están usando
la economía neoliberal para ponerle una trampa a Putin y romper el control de
Rusia sobre su propia economía, que Putin reestableción luego de los años de
Yeltsin cuando Rusia fue [literalmente] saqueada
por los intereses extranjeros.
A
pesar de algún éxito en reducir el poder de los oligarcas que surgieron de las
privatizaciones de Yeltsin, el gobierno ruso necesita retener las empresas
nacionales como un contrapeso de poder económico. La razón de que los gobiernos
operen ferrocarriles y otra infraestructura básica es reducir el costo de la
vida y de hacer negocios. El objetivo de los propietarios privados, por
contraste, es elevar los precios tan alto como puedan. Esto se llama
“extracción de renta”. Los propietarios privados ponen casetas de peaje para elevar
el costo de los servicios de infraestructura que están siendo privatizados.
Esto es lo opuesto a lo que los economistas clásicos querían decir con “libre
mercado”.
Hay
pláticas para hacer un trato con los oligarcas. Éstos comprarán la propiedad en
las compañías estatales rusas con el dinero que han ocultado en el extranjero [producto de los saqueos realizados] de las anteriores privatizaciones y
conseguirían otro “acuerdo del siglo” cuando la economía de Rusia se recupere
lo suficiente permitiendo que sean logradas ganancias excesivas.
El
problema es que a medida que más poder económico se mueve desde el gobierno
hacia el control privado, menor poder de contrapeso tiene el gobierno contra
los intereses privados. Desde este punto de vista, ningunas privatizaciones
deberían permitirse en esta ocasión.
Mucho
menos debería permitirse que los extranjeros adquirieran la propiedad de
activos nacionales rusos. Para cobrar un único pago en divisas, el gobierno
ruso estaría entregando a los extranjeros los futuros flujos de ingreso que
pueden sacarse, y lo serán, de Rusia y enviados al extranjero. Esta
“repatriación” de dividendos ocurriría aun si la administración y el control
permanecen geográficamente en Rusia.
Vender
los activos públicos a cambio de un único pago es lo que hizo el gobierno de la
ciudad de Chicago cuando vendió 75 años del flujo de ingreso de sus
parquímetros a cambio de un único pago. El gobierno de Chicago consiguió el
dinero para un año renunciando a 75 años de ingresos. Sacrificando los ingresos
públicos, el gobierno de Chicago salvó los bienes raíces y la riqueza privada
de ser gravados y también permitió que los bancos de inversión de Wall Street
ganaran una fortuna.
También
creó un clamor público contra el regalo. Los nuevos compradores elevaron
agudamente las tarifas de los parquímetros, y demandaron al gobierno de la
ciudad [¡¡!!] por daños cuando la ciudad cerraba
calles para desfiles públicos o días de fiesta, por “interferir” con el negocio
de parquímetros de los rentistas. En lugar de ayudar a Chicago, el acuerdo
empujó a la ciudad a la bancarrota. No es sorpresa que los atlantistas les
gustaría ver que Rusia sufra el mismo destino.
Usar
la privatización para cubrir un problema presupuestal de corto plazo crea un
problema mayor de largo plazo. Las utilidades de las compañías rusas fluirían
fuera del país, debilitando el tipo de cambio del rublo. Si los beneficios son pagados en rublos, éstos
pueden ser vertidos en el mercado de divisas e intercambiados por dólares. Esto
deprimirá el tipo de cambio del rublo y elevará el valor de cambio del dólar.
En efecto, dejar que los extranjeros adquieran los activos nacionales de Rusia
ayuda a los extranjeros a especular contra el rublo ruso.
Por
supuesto, los nuevos propietarios rusos de los activos privatizados también
podrían enviar sus utilidades al extranjero. Pero al menos el gobierno ruso se
da cuenta que los dueños sujetos a la jurisdicción rusa son regulados más
fácilmente que los dueños que controlan compañías desde el extranjero y mantienen
su capital de trabajo en Londres u otros centros bancarios del extranjero
(todos sujetos a la presión diplomática de USA y a las sanciones de la Nueva
Guerra Fría).
En
la raíz de la discusión sobre la privatización debería estar la cuestión de qué
es el dinero y por qué debería ser creado por bancos privados en lugar de los
bancos centrales. El gobierno ruso debería financiar su déficit presuuestal
mediante un banco central que cree el dinero necesario, justo como lo hacen USA [no precisamente; porque allí la que sale beneficiada es la
Fed] y el R. Unido. No es necesario que el gobierno ruso renuncie a
perpetuidad a los flujos futuros de ingreso para cubrir el déficit de un sólo
año. Ése es el camino hacia la pobreza y la pérdida de independencia económica
y política.
La globalización fue inventada
como una herramienta del Imperio de USA. Rusia debería protegerse de la globalización, no
abrirse a ella. La privatización es el vehículo para debilitar la soberanía
económica e incrementar las utilidades elevando los precios.
Justo
como las ONGs que operan en Rusia y son financiadas por Occidente, son también
una quinta columna operando contra los intereses nacionales rusos, como lo
hacen los economistas neoliberales de Rusia, se den cuenta o no de ello. Rusia
no estará segura de las manipulaciones occidentales hasta que su economía quede
cerrada a los intentos occidentales de reformarla en interés de Washington y no
en interés de Rusia.