Suicidio saudita
por Thierry
Meyssan
Red Voltaire
| Damasco (Siria) | 28 de octubre de 2013
FUENTE: http://www.voltairenet.org/article180708.html
Publicado
originalmente en: Al Watan (Siria)
Las notas de pie de página y lo destacado en negrita NO vienen en el original y
fueron agregadas por el equipo del blog.
Arabia
Saudita retomó el plan qatarí tendiente a derrocar el régimen laico en Siria
pero Riad parece incapaz de adaptarse al brusco retroceso de Estados Unidos[1]. No sólo
rechaza el acuerdo ruso-estadounidense sino que incluso prosigue la guerra y
está anunciando diversas represalias para «castigar» a Estados Unidos. En
opinión de Thierry Meyssan, esa obstinación equivale a un suicidio colectivo de
la familia Saud..
Abandonada en Siria por Estados Unidos, ¿se suicidará Arabia
Saudita a falta de lograr llevarse la victoria? Eso es lo que puede pensarse al
ver los siguientes acontecimientos:
- El 30 de septiembre pasado, el príncipe Bandar Ben Sultan viajó a Rusia, donde no sólo fue recibido por su homólogo, el jefe de los servicios secretos, sino por el presidente Vladimir Putin. Hay dos versiones de ese encuentro. Según los sauditas, Bandar se expresó en nombre del reino y de Estados Unidos. Propuso comprar armamento ruso por una suma ascendente a 15 000 millones de dólares si Moscú abandonaba Siria. Según los rusos, Bandar se expresó con arrogancia, amenazando con el envío de yihadistas que pondrían en crisis la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi si Moscú persistía en su respaldo al régimen laico de Damasco y proponiendo un verdadero soborno. Sea cual sea la verdad, lo cierto es que el presidente Putin vio las palabras del príncipe saudita como un insulto a Rusia.
- El pasado 30 de septiembre, el príncipe Saud Al-Faisal estaba inscrito como orador en el orden del día del debate general de 68ª Asamblea General de la ONU. Sin embargo, furioso ante el acercamiento entre Irán y Estados Unidos, este otro príncipe saudita –que funge como ministro de Relaciones Exteriores– simplemente abandonó la sede de la ONU, sin excusarse siquiera. Tan grande era su cólera que incluso se negó a que el discurso que iba a pronunciar, ya preparado e impreso de antemano, fuese distribuido a las delegaciones de los demás países.
- El 11 de octubre, el secretario general adjunto de la ONU y ex responsable del Departamento de Estado para el Medio Oriente, Jeffrey Feltman, recibía a una delegación libanesa. Al hablar, en nombre del secretario general de la ONU Ban Ki-moon, Feltman no encontró palabras lo suficientemente duras para criticar la política exterior de Arabia Saudita, basada en «rencores» e incapaz de adaptarse a un mundo cambiante.
- El 18 de octubre, la Asamblea General de la ONU elegía —193 votos a favor y 176 en contra[2]— a Arabia Saudita para ocupar un puesto de miembro no permanente en el Consejo de Seguridad por un periodo de 2 años, que comenzaría el 1º de enero de 2014. El embajador saudita Abdallah El-Muallemi se felicitaba entonces por esa victoria que, según él, era un reflejo de «la eficacia de la política saudita caracterizada por la moderación» (sic). Sin embargo, unas pocas horas más tarde el príncipe Saud Al-Faisal publicaba un comunicado —de tono nasserista— sobre la incapacidad del Consejo de Seguridad y la negativa del reino a ocupar el puesto en ese órgano. Aunque mencionó el tema de Siria como motivo principal de esa decisión, el ministro saudita se dio el lujo de denunciar también la cuestión palestina y el tema de las armas de destrucción masiva en el Medio Oriente, o sea de designar simultáneamente como enemigos de la paz a Irán e Israel. Dado el hecho que la crítica contra la política de la ONU en Siria equivale a una denuncia directa contra Rusia y China, que recurrieron por 3 veces a su derecho de veto, el comunicado saudita era un insulto a Pekín, cuando China es actualmente el principal comprador del petróleo saudita. Ese viraje, que provocó consternación en las Naciones Unidas, fue sin embargo ruidosamente saludado por Turquía y Francia, países que dicen compartir la «frustración» de Arabia Saudita sobre el tema de Siria[3].
- El 21 de octubre, el Wall Street Journal revelaba que el príncipe Bandar Ben Sultan había invitado varios diplomáticos europeos acreditados en Riad a visitarlo en su domicilio, donde les narró el furor saudita ante el acercamiento entre Irán y Estados Unidos y el retroceso estadounidense en Siria. Ante sus atónitos interlocutores, el jefe de los servicios secretos sauditas anunció que el reino piensa vengarse retirando sus inversiones de Estados Unidos[4]. Retomando el episodio del asiento en el Consejo de Seguridad, el Wall Street Journal precisó que —según el príncipe Bandar— el comunicado no estaba dirigido contra la actitud de Pekín sino contra Washington, precisión que resulta tanto más interesante cuanto que no corresponde a la situación.
Ante la incredulidad que suscitaron esas declaraciones y los
comentarios conciliadores del Departamento de Estado, el príncipe saudita Turki
Ben Faisal explicó a la agencia Reuters que su enemigo personal Bandar[5]
había hablado en nombre del reino y que esa nueva política no será objeto de
revisión. Lo cual quiere decir que no existen divergencias al respecto entre
las dos ramas rivales de la familia reinante[6]
en Arabia Saudita —los Sudairi y los Shuraim— sino una visión común que
comparten los dos bandos.
En resumen, Arabia Saudita insultó a Rusia en julio pasado,
insultó a China hace 2 semanas. Y ahora insulta a Estados Unidos. El reino
anuncia que va a retirar sus inversiones de este último país, probablemente
para volverse hacia Turquía y Francia, aunque ningún experto ve cómo pudiera
ser eso posible. Ese comportamiento puede tener dos explicaciones: Riad finge
cólera para que Washington pueda continuar la guerra en Siria sin
responsabilizarse con ella[7]
o la familia Saud está cometiendo un suicidio político[8].
La primera hipótesis parece estar en contradicción con las
palabras de Bandar ante los embajadores europeos. Si estuviese jugando a favor
de Estados Unidos por debajo de la mesa, el jefe de los servicios secretos
sauditas tendría especial cuidado en no ponerse a predicar revoluciones a sus
aliados.
La segunda hipótesis recuerda el comportamiento de los
camellos, animal preferido de los beduinos sauditas. Esos cuadrúpedos tienen la
reputación de alimentar sus rencores durante largos años y de ser incapaces de
vivir en paz mientras no hayan logrado concretar su venganza, sea cual sea el
precio a pagar por ello.
Pero Riad parece haber olvidado que la supervivencia de
Arabia Saudita está en juego desde que John O. Brennan fue nombrado director de
la CIA, en marzo de 2013. Brennan, quien estuvo destacado en Arabia Saudita, es
un resuelto adversario del dispositivo que sus predecesores montaron en el
pasado con Riad: el yihadismo internacional. Brennan estima que si bien esos
elementos hicieron un buen trabajo en su momento –en Afganistán, Yugoslavia y
Chechenia–, hoy se han hecho demasiado numerosos e incontrolables. Lo que
empezó siendo una banda de extremistas árabes enviados a combatir contra el
Ejército Rojo se ha convertido con el tiempo en una constelación de grupos,
presentes desde Marruecos hasta China, que hoy luchan más con la perspectiva de
imponer el modelo de sociedad saudita que para vencer a los adversarios de
Estados Unidos.
Ya en 2001, Estados Unidos había planeado liquidar al-Qaeda
atribuyéndole los atentados del 11 de septiembre. Pero, con el asesinato
oficial de Osama ben Laden en mayo de 2011, Washington prefirió rehabilitar esa
red y la utilizó profusamente en Libia y en Siria. Sin al-Qaeda nunca hubiese
sido posible el derrocamiento de Muammar el-Kadhafi, como ha quedado demostrado
con la llegada de Abdelhakim Belhaj —ex número 2 de al-Qaeda en Libia— al cargo
de gobernador militar de Trípoli. Según la visión de Brennan, es necesario
reducir el yihadismo a su mínima expresión y conservarlo únicamente para su uso
como fuerza de apoyo de la CIA en ciertas circunstancias.
El yihadismo no sólo es la única fuerza efectiva de Arabia
Saudita, cuyo ejército se divide en dos unidades que obedecen cada una a uno de
los clanes de la familia Saud, sino que además se ha convertido en la única
razón de ser del reino en la medida en que Washington ya no necesita a Arabia
Saudita para que le garantice el petróleo ni tampoco para que predique la causa
de la paz con Israel. Lo anterior explica el regreso del Pentágono al viejo
plan de los neoconservadores: «Expulsar de Arabia a los Saud», según el título
de un PowerPoint proyectado en julio de 2002 a los miembros del Consejo
Político del Departamento de Defensa. Ese proyecto prevé el desmantelamien- to
de Arabia Saudita en 5 zonas, 3 de las cuales estarían llamadas a convertirse
en Estados independientes entre sí mientras que las otras 2 pasarían a formar
parte de otros países[9].
Al optar por probar fuerza con Estados Unidos, la familia
Saud no deja opción a los estadounidenses. Es poco probable que Washington
permita que unos cuantos beduinos adinerados le digan lo que tiene que hacer,
lo cual hace muy previsible que decida meterlos en cintura. En 1975, Washington
no vaciló en ordenar el asesinato del rey Faisal[10].
Esta vez, es muy probable que actúe de forma aún más radical.
[1] Quizá es simplemente un caso
de que los sauditas no son tan caraduras como Obama. Éste puede recular sin el
menor pudor y decir justo lo opuesto de lo dicho antes, sin la menor
vacilación. Quizá los sauditas son más normales y todavía tienen algo de vergüenza
para hacer esas piruetas.
[3] Parece
haber división en el Politburó mundial; y el hecho de que el embajador saudita con
horas de diferencia adopte una postura 180° diferente, significa: a) Que no lo
tomaron en cuenta al hacer la decisión y b) el reparto contradictorio de culpas
indica que tuvo que redactarlas sin siquiera consultar. Por otro lado, si el
ministro de Rel. Exteriores andaba “encabritado” desde el 30-Sep, parece que
no mantienen informado al embajador de los siguientes pasos que debe dar.
[4] No
parece creíble que hable de venganza y anuncie en qué va a consistir. Si fuera
a vengarse, primero se vengaría y las explicaciones vendrían luego.
[5] Es
dudoso que se haya expresado en esos términos y más probable que el periodista
haya “salpimentado” la transcripción.
[7] No
parece muy sólida la hipótesis, porque ¿cuándo se ha responsabilizado de algo?
La guerra de Iraq, basada en mentiras, lleva 1.5 millones de muertos y USA no
se ha responsabilizado ni de uno solo.
[8] Tampoco se sostiene esta
hipótesis. Es desventaja de los sauditas no tener un congreso al cual “delegar”
una decisión, como lo hizo Obomber.
[10] Ésta
es la razón de la “alegre” complicidad saudita (y de los demás países del
Golfo) en la destrucción de países musulmanes.