¿Por Qué Grecia Simplemente no Opta por el Incumplimiento?
Por Jerome Roos 22-May-15
FUENTE:
http://www.informationclearinghouse.info/article41946.htm
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La historia ha
mostrado que los países que se niegan a pagar sus deudas caen más duro pero se recuperan
más rápido que los que no. Así, ¿por qué el gobierno izquierdista de Grecia no
se las quita de encima?
A medida que el drama de la deuda griega
finalmente llega a su clímax con el gobierno encabezado por Syriza
tranquilamente advirtiendo al Srio. del Tesoro de USA y a la jefe del FMI que
sus últimas reservas de efectivo están ahora casi agotadas y que el gobierno no
pagará al FMI si no recibe una infusión de dinero fresco antes de principios de
Junio, surge una pregunta crítica: ¿por qué los izquierdistas radicales
simplemente no se quitan el problema de encima y se declaran en incumplimiento
de la deuda? ¿Qué les importan los acreedores?
La cuestión puede
sonar trillada, pero llega a ser crecientemente desconcertante una vez que
colocamos la actual crisis de Grecia en una perspectiva histórica. Durante la
Gran Depresión de los 1930s, Grecia —junto con la mayoría de los países del este y sur
de Europa y prácticamente toda Latinoamérica— respondieron a sus
problemas fiscales suspendiendo en forma contundente sus pagos de deuda a los
tenedores extranjeros de bonos. La historia económica está repleta de tales
moratorias unilaterales. El incumplimiento (default) era simplemente parte de
las reglas del juego.
Un notable contraste
Tómese la primera ola
de incumplimientos soberanos que siguió a las luchas por la independencia de
los países latinoamericanos en los 1820s. Entre 1822 y 1825, los financieros
establecidos en Londres y Amsterdam —cegados por la perspectiva de rápidos beneficios— devoraron los
bonos gubernamentales latinoamericanos como si fueran hotcakes. Algunos
inversionistas europeos incluso fueron engañados por un legendario estafador
que vendía bonos de una imaginaria nación recientemente independizada llamada
Poyais. En esos años, la euforia financiera reinaba suprema.
Sin embargo la caída
de los prestamistas fue rápida y dolorosa. Atraídos por el crédito barato, los
nuevos deudores latinoamericanos se empasivaron masivamente, mientras los
acreedores europeos se excedieron más allá de sus recursos. Luego de que
terminaron las guerras de independencia, casi todos los gobiernos recién
independizados cayeron en incumplimiento. Como lo señaló uno de los principales
historiadores del episodio, “durante un cuarto de siglo la mayoría (de los
prestatarios latinoamericanos) mantuvieron una efectiva moratoria sobre sus
deudas externas, lo que indicaba un apreciable grado de autonomía de las
grandes potencias de entonces”.
No es difícil entender
por qué los prestatarios soberanos querrían ejercer esta autonomía al máximo.
Los economistas han encontrado que los países que cayeron en incumplimiento en
los 1930s, por ejemplo, se recuperaron más rápido que los que no. Los países
que repagaron sus deudas fueron forzados a realizar políticas de contracción
(i.e. medidas de austeridad) para liberar reservas de efectivo con las cuáles
pagar sus deudas. La transferencia al extranjero de estos recursos escasos
contribuyó directamente a la agudización de la crisis.
¿Por qué, entonces,
Grecia simplemente no sigue el mismo camino hoy? El país ha pasado la mitad de
su historia en un estado formal de incumplimiento. Incumplió en sus primeros
préstamos de la guerra de independencia en los 1830s, junto con los países
latinoamericanos. Volvió a caer en incumplimiento en 1843, 1860 y 1893. Después
del último episodio, los dueños alemanes de bonos demandaron el control
internacional de las finanzas griegas —lo que lograron con el establecimiento del Comité
Internacional para la Administración de la Deuda Griega luego de la guerra
greco-turca de 1897. Incluso, Grecia se las arregló para volver a incumplir
durante los 1930s. Ninguno de estos incumplimientos ocurrió bajo gobiernos
radicales.
Sin embargo hoy, aun
bajo un gobierno anti-austeridad conducido por Syriza, el partido radical de
izquierda, cuyas filas contienen un surtido de marxistas de la vieja escuela,
Grecia ha sido escrupulosamente obediente a los dictados de los acreedores
extranjeros. Esto es de lo más notable porque, en una campaña electoral
anterior hace justo tres años, el mismo partido incluso prometió suspender
unilateralmente los pagos de deuda y hacer una auditoría de la deuda nacional
con vistas a repudiar todas las obligaciones ilegales e ilegítimas. Mientras
que la vocera del parlamento, Zoe Konstantopoulou, ha convocado tal comité de
auditoría, el primer ministro Tsipras ha jurado que no tomará una acción
unilateral.
Así que ¿qué está
pasando aquí...? Si gobiernos menos radicales cayeron en incumplimiento uno
tras otro en épocas pasadas, ¿por qué el gobierno más izquierdista de Europa de
la historia reciente simplemente no hace lo mismo?
Cambios estructurales en el capitalismo
La respuesta corta es
que Syriza resulta difícil de culpar por su forzado cumplimiento. De hecho, el
mundo ha cambiado en formas dramáticas desde mediados de los 1970s. El tipo de
capitalismo que tenemos hoy no se parece al de antaño. No se parece al
compromiso keynesiano que reinó durante las décadas de postguerra y que formó
la base del régimen de Bretton Woods y el estado de bienestar social. Tampoco
se parece al clásico liberalismo de laissez-faire de la llamada “primera ola de
globalización” en la era clásica del patrón oro, entre 1880 y el inicio de la
1GM en 1914, cuando el incumplimiento aun estaba muy difundido.
A diferencia de épocas
anteriores, el capitalismo global de hoy ha sido totalmente financializado.
Esto, a su vez, ha tenido consecuencias importantes no solamente para la
centralidad de las finanzas dentro del régimen de acumulación; también ha
afectado la naturaleza del estado capitalista y su relación a los acreedores
privados. Para resumir una larga y complicada historia, podemos identificar
tres cambios estructurales que han sido trascendentales para cambiar la lealtad
de los gobiernos de sus poblaciones nacionales hacia los prestamistas
internacionales y las élites nacionales.
Primero, los países
periféricos han llegado a ser más dependientes que nunca del crédito y la
inversión extranjeras para sus propias perspectivas de crecimiento. Segundo, un
ejército de instituciones financieras internacionales ha sido creado,
particularmente el FMI y el BCE, que pueden saltar dondequiera que un deudor
está en apuros para proporcionar préstamos de emergencia (bajo una política de
estricta condicionalidad) de modo que las deudas puedas ser liquidadas.
Tercero, la financialización ha contribuido para el afianzamiento del nexo
estado-finanzas hasta un punto donde los gobiernos y economías nacionales han
llegado a ser crecientemente dependientes de los bancos centrales y de los
sistemas bancarios nacionales controlados privadamente. Como resultado, los
banqueros han obtenido una vasta influencia sobre la política económica, aun
cuando ellos mismos (o sus amigos) no están en el gobierno.
Estos tres cambios han
sido los cimientos para el generalizado alejamiento del difundido
incumplimiento, como existió antes de la 2GM, y hacia el increíble récord de
cumplimiento de los deudores que ha sido establecido bajo el régimen neoliberal
de la financialización. Aun desde la crisis mexicana de deuda de 1982 —y las crisis
de deuda latinoamericana y del tercer mundo que siguieron luego— los gobiernos
generalmente han tratado de evitar la suspensión de pagos a cualquier costo.
Como David Harvey lo ha expresado:
“Lo que demostró el caso de México fue una
diferencia clave entre el liberalismo y el neoliberalismo: bajo el primero los
prestamistas asumían las pérdidas que surgían de malas decisiones de inversión
en tanto que en el segundo los prestatarios son forzados por el estado y las
potencias internacionales a asumir el costo del repago de la deuda no
importando las consecuencias para la subsistencia y el bienestar de la
población local”.
Por supuesto, ha
habido excepciones. Rusia incumplió en 1998, aunque las consecuencias
estuvieron limitadas principalmente a los acreedores nacionales y a un fondo de
cobertura altamente especulativo en USA. La crisis argentina estuvo
caracterizada brevemente por un aura de invencibilidad neoliberal a fines del
2001, pero como he argüido en una columna anterior, una mirada más de cerca
revela que el incumplimiento del país de hecho fue detonado por acciones
deliberadas de parte del complejo Wall Street-FMI-Tesorería de USA. Esto deja a
Ecuador como el único país que ha impuesto un incumplimiento unilateral en
décadas recientes —pero incluso Ecuador no lo hizo de manera rotunda como en los 1930s.
El poder estructural de los acreedores
En líneas generales,
es seguro decir que el alcance global de la finanza internacional de hoy es tal
que los países liquidarán aun bajo las más duras circunstancias y que raramente
—si
alguna vez— incumplirán con sus obligaciones externas. Esto ha conducido a una
extraña situación en la que Yanis Varoufakis, el apasionado ministro griego de
finanzas, ha dado su palabra de que “devolverán a los acreedores privados hasta
el último centavo”, aun prometiendo “hacer sangrar a las piedras” para repagar
al FMI. Estas declaraciones son evidentemente absurdas, como que fue el propio
Varoufakis quien, antes de tomar el puesto, sostuvo que la deuda no puede ser
pagada y alegó que Grecia debería haberle hecho una señal obscena con el dedo a
Alemania e incumplir hace un largo tiempo.
Aun, si debiera ser
claro a estas alturas que el “patraseo” de Syriza y las titubeantes
declaraciones de Varoufakis sobre si la deuda puede y debería o no ser pagada
no son el resultado de alguna deslealtad personal a la causa, ni de alguna gran
estrategia de traición jugada por Syriza a sus partidarios. En cambio, lo que
ha ocurrido es que el gobierno griego ha caído imprudentemente en el poder
estructural de sus acreedores oficiales. Este poder gira alrededor del hecho de
que el FMI, el BCE y el Eurogrupo —que ahora colectivamente tienen el 80% de la deuda
griega —son los únicos capaces de proveer a Grecia con lo que tan urgentemente
necesita: efectivo.
Después de todo, los
gobiernos se mantienen o caen conforme a la solidez de sus finanzas. Lo que
importa es si ellos pueden pagar los sueldos del sector público y a los
pensionados —y, finalmente, a la policía y al ejército. Lo que importa, además es
que el crédito se mantenga circulando a través de la economía nacional y que el
efectivo siga saliendo de los Cajeros Automáticos cuando la gente retire fondos
de sus cuentas. Si, dentro del complejo sistema de circulación del crédito, hay
un repentino ataque de hipo o un bloqueo sistémico —si el estado ya no
puede pagar a sus empleados, o si los bancos son forzados a cerrar sus puertas
y los negocios privados ya no pueden obtener crédito comercial— el sistema
completo literalmente colapsa.
Las consecuencias de
tal congelamiento económico, nos dice la historia, usualmente no resultan muy
bien para los que están en el poder. La implosión de Argentina luego de su
incumplimiento récord en Diciembre de 2001 es un caso al respecto. Revueltas
similares tuvieron lugar durante las crisis de deuda pública en la temprana
Europa moderna, como cuando los cardadores de lana de Florencia se rebelaron en
la revuelta de los Ciompi de 1378, o cuando las clases trabajadoras y la
burguesía se levantaron contra Luis XIV en Francia. Justo hace pocos días, un
funcionario del Banco de Grecia advirtió que el cierre bancario puede traer
consecuencias similares en la Grecia actual: “Veríamos la revuelta que esta
crisis aun no ha producido. Habría sangre en las calles”.
Costos colaterales del incumplimiento
En el pasado, los
gobiernos que caían en incumplimiento eran capaces de evitar tales “costos
colaterales” incumpliendo solamente a los acreedores extranjeros. En el
proceso, los costos de ajuste eran efectivamente trasladados a los poseedores
de bonos privados en los países acreedores, y los recursos escasos podrían ser
reinvertidos dentro del país para aplacar las consecuencias sociales de la crisis
y apresurar la recuperación. Pero en los complejos y altamente entremezclados
mercados financieros de hoy, tal discriminación entre la deuda externa y la
interna ya no es posible. El incumplimiento en uno llega a ser incumplimiento
con todos.
El resultado es hacer
muy costosa en el corto plazo la suspensión de pagos. Además de la
frecuentemente repetida “calamidad” de ser obligado a salir de la eurozona por
el BCE, los efectos colaterales del incumplimiento se extenderían de arriba a
abajo en toda la economía nacional y produciría una reacción en cadena en el
tejido social, amenazando la estabilidad política. Ningún gobierno electo
democráticamente le gustaría asumir la responsabilidad por desatar (por no
hablar de suprimir) una revuelta popular por la desaparición de los ahorros y
los salarios.
El reverso de la
historia, es por supuesto, que tales costos colaterales resultan ser de
relativamente corta vida, y pueden terminar redituando en el largo plazo —si el gobierno
está preparado para tal eventualidad y se las arregla para mantenerse en el
poder. Ayudada por buenas condiciones externas,
la recuperación de Argentina comenzó 6 meses después. Las condiciones de
Grecia pueden ser menos prometedoras, pero sin embargo hay razón para creer que
tal incumplimiento y la salida del euro conducirían a una recuperación en
cuestión de meses. Obviamente, el gobierno necesitaría tener un bien pensado
Plan B que permitiera cruzar el difícil período de la transición.
Esto es el por qué
algunas de las facciones más radicales de Syriza están ahora urgiendo al
gobierno a aceptar esta apuesta y buscar una ruptura con los acreedores. Los
moderados del partido y el liderato favorable al euro, sin embargo, no parecen
estar dispuestos a arriesgarse. Mientras que la división entre los dos campos
puede parcialmente atribuirse a diferencias ideológicas dentro de Syriza y el
temor de ser castigados por los votantes al salir de la Eurozona, debería ser
claro que el predominio de las soluciones favorables a los acreedores en las
crisis internacionales de deuda no puede atribuirse exclusivamente a la falta
de “voluntad política”. Los costos colaterales del incumplimiento limitan
estructuralmente el espacio de maniobra para los estados periféricos
grandemente endeudados, obligándolos al repago no importa quién esté a cargo
del gobierno y no importa cuán radicales puedan ser sus ideas.
Estos factores
limitantes están relacionados a los tres cambios estructurales mencionados
antes. En el caso de Grecia, el país sigue dependiendo de las fuentes de
crédito extranjero —al menos en el corto plazo— para pagar pensiones y salarios. Puesto que los
inversionistas privados hace largo tiempo que dejaron de comprar deuda
griega, los únicos capaces de
proporcionar al gobierno griego el muy necesario efectivo son el Eurogrupo y el
FMI. Ambos están actualmente reteniendo los prometidos tramos de crédito y
negándose a extender nuevos créditos a menos que el gobierno Syriza se rinda a
los dictados de los acreedores, renunciando efectivamente a la plataforma de
anti-austeridad y anti-reforma por la cual fue electo.
Mientras tanto, el
estado y la economía griegas siguen dependiendo del funcionamiento del sistema
nacional de crédito, que se mantiene vivo con las infusiones a cuenta gotas de
la ayuda de liquidez de emergencia (ELA, por sus siglas en inglés) del Banco
Central Europeo. El BCE fija el tope para la cantidad total de ELA que los
bancos griegos están autorizados, incrementando esta cantidad solamente en
forma marginal cada dos semanas. Esto claramente es un deliberado intento de
matar de hambre la economía griega racionando la liquidez y por tanto poniendo
presión sobre el gobierno para que se rinda.
No es sorpresa, que en
tal contexto de creciente inseguridad financiera, los griegos ordinarios teman
que el gobierno pueda pronto imponer controles de capital para evitar un
colapso bancario, así han comenzado a retirar sus depósitos bancarios en
parvadas: más de 35,000 md€ han sido retirados desde Diciembre. Si estas
tendencias continúan, los bancos puede que tengan que cerrar en tres semanas.
Al borde del acantilado
A pesar del drama
obvio para todos, hay una grave ironía en todo esto. Las relaciones de poder
estructural en la economía mundial altamente financializada de hoy pueden tener
éxito en impedir que la vasta mayoría de los países endeudados recurran al
incumplimiento unilateral en respuesta a una crisis soberana. Pero al mismo
tiempo en la postura extrema de los acreedores, en su insistencia del reembolso
completo aun de un país en bancarrota, existe el riesgo de producir
precisamente lo que se supone que quieren evitar: un desordenado incumplimiento
unilateral.
En el momento
presente, el Eurogrupo parece ciego al hecho de que Tsipras y Varoufakis son,
dentro de Grecia, probablemente los aliados más confiables de los acreedores.
Ambos son reformistas moderados con un amplio apoyo popular, que están
realmente dispuestos a repagar, aun si saben que no pueden. Irónicamente, es
precisamente el forzar al relativamente pragmático liderazgo de Syriza a una humillante
derrota que los acreedores pueden terminar reforzando la posición de los
radicales pro-incumplimiento dentro del gobierno. Privando al gobierno griego
de los recursos clave de los que depende para sobrevivir, los acreedores puede
que realmente terminen obligando a Tsipras y Varoufakis a una posición
insostenible tendiendo que llevar un nuevo paquete de reformas al parlamento
frente a una audiencia hostil que incluirá a sus propios colegas del gabinete.
Tsipras ya ha indicado
que él se negaría a aprobar tal acuerdo con apoyo de la oposición. En otras
palabras, si su propia oposición dentro de Syriza se niega a firmar un acuerdo
de último minuto del primer ministro con los acreedores, él preferiría romper
el trato antes que dividir a su partido y aliarse con el antiguo régimen del
PASOK y Nueva Democracia. Esto muestra que incluso los más indiscutibles
regímenes de control financiero pueden terminar con resultados
contraproducentes para los que los operan —y mientras que no
puede haber garantía de que éste será el caso de Grecia, los acreedores
claramente no pueden dormirse todavía en sus laureles.
Sí, los
incumplimientos unilaterales han sido grandemente desterrados de la economía
política global en las décadas recientes. Y sí, los gobiernos nacionales desde
entonces han quedado con grilletes por sus acreedores en un sistema que todo lo
abarca del capitalismo hiper-financializado. Permanecer al borde del abismo y
frente a tan profundamente enraizado y extremo desequilibrio de poder, no
deberíamos sorprendernos que un joven e izquierdista gobierno como el de Grecia
no esté dispuesto a saltar al vacío en forma voluntaria. Pero, nadie puede
predecir cómo reaccionarán cuando sean empujados —sea por sus acreedores
desde arriba, o por el pueblo desde abajo. El 05 de Junio, cuando el siguiente
pago del FMI deba pagarse, lo sabremos.
COMENTARIOS
La deuda griega ha
alcanzado tales dimensiones que fácilmente hace surgir dudas en cuanto a su
licitud. Algo parecido a las reparaciones exigidas por Francia luego de la 1GM.
Pareciera que las
entidades PRIVADAS dueñas del BCE (y que siempre se ocultan tras esas siglas
como si se tratara de una entidad pública), han estado «tirando demasiado del
mecate» y han colocado a su fantoche demasiado bajo los reflectores de la atención
pública y eso, a la larga, puede resultarles contraproducente.
Esta publicidad que
han logrado sobre el problema hace que el BCE tema ceder porque animaría a
otras naciones periféricas en situación similar, a seguir el mismo camino de
Grecia.
Pero si el mecate se
llega a reventar y Grecia se declara en incumplimiento y sale del euro, para
ambas partes será lo mismo que si el gobierno griego hubiera declarado el
incumplimiento; es decir, como dice el artículo, lograrán precisamente lo que
han tratado de evitar.
También, el BCE y la
Comisión Europea (aunque no el FMI), están arriesgando que los otros países
consideren la salida del euro como una opción y así, ponen en peligro la propia
Unión Europea. Aquí obviamente hay una contraposición del interés privado,
representado por el BCE, y el interés público (la unidad y la paz europeas).
Pero algo que prácticamente nadie se plantea es: ¿Adivinen a
quién le encantaría que todo eso sucediera?
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