El RU Vino y se Fue, Dejando a Europa Hecha un Desastre
Por Diana
Johnstone 31-Ene-20
FUENTE: https://www.strategic-culture.org/news/2020/01/31/uk-came-went-leaving-europe-in-a-mess/
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simple en el original.
¡Fiuu!
Por fin, el RU se marcha formalmente de la Unión Europea el 31 de enero. Aquí
en París, los campeones de la retirada francesa de la UE están celebrando. Ven
al Brexit como el precursor de un futuro "Frexit", un alejamiento
francés del gobierno antidemocrático y el comienzo del fin de un proyecto
fallido para unificar a Europa en torno a las demandas del capitalismo
neoliberal.
Pero la paradoja es que los campeones de la unificación
europea podrían estar celebrando aún más —si no fuera demasiado tarde. Porque años de membresía británica
ya han ayudado a romper los sueños originales de una Europa unida, sean las
aspiraciones de los federalistas por la unidad política o el proyecto de una
confederación europea de estados independientes defendida por Charles De Gaulle
hace unos 60 años.
En aquel entonces, cuando De Gaulle se reunía con el
canciller de Alemania Occidental, Konrad Adenauer, para promover la
reconciliación franco-alemana, los dos viejos estadistas estaban pensando en
trabajar gradualmente hacia una asociación de los principales estados europeos
que preservarían su soberanía dentro de una confederación que asegurara la paz
y la cooperación.
Desde el principio, la cuestión de la membresía británica
pareció como una espina en el costado de la unidad europea. Inicialmente,
Londres se opuso al Mercado Común. En 1958, el primer ministro Harold MacMillan
lo atacó como "el Bloqueo Continental" (aludiendo a la política
europea de Napoleón en 1806) y dijo que Inglaterra no lo toleraría. Pero a
medida que el proyecto parecía tomar forma, Londres buscó acomodamiento.
De Gaulle advirtió desde el principio que Gran Bretaña no
pertenecía a una Europa unificada, geográfica, económica o, sobre todo,
psicológicamente.
El comentario se ha hecho famoso: en 1944, en vísperas de la
invasión de Normandía, en un desagradable intercambio, el primer ministro del
RU, Winston Churchill, supuestamente le dijo a De Gaulle que si Gran Bretaña tuviese
que elegir, siempre iría por "el mar abierto" en lugar de el
continente europeo.
Por
supuesto, Gran Bretaña hace mucho tiempo perdió tanto a Churchill como a su
imperio. Sin embargo, los británicos siguen psicológicamente casados con su
condición de isla, el origen de su poder marítimo abrumador que construyó el
imperio y ha dejado huellas de naciones de habla inglesa y ha preferido las
relaciones comerciales en todo el mundo. Normalmente no se sienten parte de “el continente" y
la política tradicional de sus gobiernos siempre fue mantener el continente
dividido y débil. Esta política se transmitió a los alumnos de Londres
en Washington, se hizo eco en la descripción del propósito de la OTAN:
"mantener alejados a los rusos, a los estadounidenses dentro y a los
alemanes abajo", una broma que dice la verdad.
De Gaulle imaginó el caballo de Troya estadounidense
Hace sesenta años, De Gaulle, quien concibió una
confederación europea como una forma de lograr la independencia de los libertadores estadounidenses
(que llegaron para quedarse), vio muy claramente que el RU sería el
caballo de Troya de USA en la comunidad europea. Eso se llama visión, la
calidad de un estadista —una
estirpe que parece haberse extinguido en Occidente. Se opuso a la membresía
británica tanto como pudo, pero la influencia estadounidense fue demasiado
grande. Y curiosamente, los ardientes federalistas europeos se unieron para
promover la membresía británica, aparentemente inconscientes de que tal
membresía era totalmente incompatible con la unidad política que deseaban.
Los líderes británicos, firmemente vinculados a su
parlamento, a su realeza, a su sistema de clases y a su papel único en el
mundo, ahora transmitidos en gran medida a sus herederos en Washington, nunca
considerarían una verdadera unidad política con el continente. Pero como nación
comercial, querían ser parte de una Europa que favorecería el libre comercio,
punto.
El RU solicitó la membresía por primera vez en 1961, en un
momento en que comprendía el núcleo central compuesto por Francia, Alemania,
los países del Benelux e Italia.
Pero mientras De Gaulle fuera presidente de Francia, esto no
fue posible, a pesar del apoyo de USA (Éste siempre ha apoyado la ampliación,
especialmente la membresía turca, ahora considerada fuera de discusión). El RU
se unió a la Comunidad Económica Europea solo el 01-Ene-1973, trayendo consigo
a Irlanda y Dinamarca, otro defensor del libre comercio.
El ingreso
de Gran Bretaña fue el paso decisivo para convertir a la Europa unificada en un
vasto mercado libre, un paso hacia la globalización. Este fue de hecho el
programa de Jean Monnet,
un empresario francés totalmente americanizado que trazó el camino hacia
la unidad europea a través de medidas puramente económicas, indiferentes a los
problemas políticos. Pero requirió el peso británico para empujar a Europa
firmemente en esa dirección, lejos de la idea original del Mercado Común
(eliminando las barreras comerciales solo entre los Estados miembros) hacia un
mercado abierto, con barreras comerciales mínimas, extendiendo los beneficios
de su doctrina de "libre competencia" a gigantes como USA y China.
Leon Brittan forzó el neoliberalismo
En 1989, la primera ministra del RU, Margaret Thatcher,
nombró a Leon Brittan para el cargo de comisionado europeo de competencia,
donde permaneció hasta 1999 a cargo del comercio y los asuntos exteriores. En
Bruselas, su influencia más poderosa fue la de confirmar el papel de la UE como
principal ejecutor de las políticas neoliberales. Al mismo tiempo, Thatcher
exigió "la devolución de su dinero" y fortaleció la libertad del RU
de las restricciones institucionales europeas.
El RU nunca estuvo de acuerdo con el acuerdo de Schengen
sobre las fronteras de la UE y se negó a desechar la libra esterlina por el
euro, una jugada inteligente, sin duda. Pero también es sintomático de la
incapacidad esencial del RU para fusionarse completamente con el continente.
Al mismo
tiempo, la presencia de Londres ciertamente ha contribuido a la incapacidad
total de la UE para desarrollar una política exterior que se desvíe de la de
Washington. Gran Bretaña apoyó la ampliación hacia el Este que ha hecho a la UE
más desunida políticamente que nunca y ha sido el mayor defensor de la
paranoica rusofobia de Polonia y los Estados Bálticos que empuja a otros países
europeos a un peligroso conflicto con Rusia que es contrario a sus propios
intereses.
Errores propios de los miembros de la UE
No es que Gran Bretaña sea responsable de todo lo que está
mal hoy en la UE. El presidente francés François Mitterrand cometió un gran
error en los 1980s cuando insistió en una "moneda europea común" bajo
la ilusión de que esto ayudaría a Francia a contener a Alemania, cuando resultó
no solo hacer lo contrario sino arruinar a Grecia y causar estragos en
Portugal, España e Italia.
Y hay muchos otros errores que se han cometido, como la
invitación de la canciller alemana, Angela Merkel, a venir a Europa,
aparentemente dirigida a los refugiados de guerra sirios, pero entendida [casualmente, por supuesto] por millones de
desafortunados en el Medio Oriente y África como para sí mismos.
Y ciertamente, hubo y hay una minoría de residentes en el RU
que se identifican sinceramente con Europa y quieren sentirse parte de ella.
Pero son una minoría. Gran Bretaña ha apreciado y celebrado durante muchos
siglos su singularidad para que eso sea borrado por instituciones impersonales
complejas.
A medida que Gran Bretaña vuelve a las incertidumbres del
mar abierto, deja atrás una
UE que es gobernada burocráticamente para servir a los intereses del capital
financiero [que
NO es europeo, sino globalista]. Los estados miembros, como la Francia de Macron, se
rigen según los decretos de la UE contra la voluntad de su pueblo. La
membresía británica contribuyó a esta negación de la democracia, pero
paradójicamente, el mismo pueblo británico ha sido el primero en rechazarla y
exigir un retorno a la soberanía nacional plena.
Incluso
los entusiastas fanáticos de la Unidad Europea insisten cada vez más en que
desean "una Europa diferente", reconociendo que el proyecto no
ha logrado producir las maravillas prometidas. Pero cambiar esta Europa
particular requeriría unanimidad entre los 27 restantes, y crecientemente
pendencieros, estados miembros.
Es por eso que crece la idea de que puede ser el momento de
renunciar a esta unión europea fallida y comenzar de nuevo, buscando la
comprensión política tema por tema entre las democracias soberanas en lugar de
una unidad económica no-funcional según lo decretado por la burocracia
capitalista transnacional.
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