Desatando el Caos.
Parte 1 de 2.
Por Laura Ruggeri 04-Nov-24
FUENTE: https://strategic-culture.su/news/2024/11/04/unleashing-chaos/
El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de traducción. Igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto simple en el original.
Las respuestas a la primera crisis de la hegemonía de USA desató fuerzas que finalmente han erosionado su poder.
Gene Sharp, considerado por muchos el padrino de las revoluciones de colores, publicó su primer libro, The Politics of Nonviolent Action (La política de la acción no violenta), en tres volúmenes, en 1973, en un momento en que USA se encontraba sumido en una serie de crisis (económicas, políticas y militares) que erosionaban la confianza en su gobierno a nivel interno y frustraban sus ambiciones geopolíticas. La respuesta a esas crisis (la expansión de su hegemonía mediante la guerra convencional e híbrida, a menudo subcontratada a actores no estatales, la financiarización de la economía y el uso del dólar como arma) marcó el rumbo de las décadas siguientes.
Después de cincuenta años, está muy claro que, si bien estas respuestas perturbaron el orden global de posguerra y llevaron al “momento unipolar” de USA, no hicieron nada para resolver cuestiones sistémicas y estructurales. En todo caso, estas “soluciones” crearon más problemas, y más insolubles, para la potencia hegemónica, que culminaron en la crisis de legitimidad que enfrenta actualmente USA.
La política de la acción no violenta se basó en una investigación, financiada por el Depto de Defensa de USA, que Sharp había llevado a cabo mientras estudiaba en Harvard a finales de los años 1960s, cuando la universidad era el epicentro del establishment intelectual de la Guerra Fría (Henry Kissinger, Samuel Huntington y Zbigniew Brzezinski enseñaban allí). A primera vista podría parecer contradictorio que el tema de investigación de Gene Sharp atrajera el interés tanto del Pentágono como de la CIA.
De hecho, no es nada sorprendente: la derrota y las pérdidas sufridas en Vietnam habían dejado una herida profunda en la psique estadounidense, y a nivel internacional esta brutal agresión imperialista había alimentado un fuerte sentimiento antiamericano. Además, a medida que la hegemonía estadounidense comenzaba a decaer, crecían los temores sobre el costo económico de la carrera armamentista con Moscú.
La teoría de Sharp y las directrices prácticas para su implementación parecían proporcionar la solución que Washington buscaba para reforzar su poder y socavar a su rival geopolítico, ideológico y militar, la Unión Soviética.
Sharp, que más tarde sería descrito como el “Clausewitz de la guerra no violenta”, ofreció una alternativa a la visión dominante de que la seguridad y la defensa debían ser proporcionadas por el Estado. Ya en la década de 1960, el poder ejecutivo había alentado la subcontratación de funciones no inherentemente gubernamentales a empresas privadas. La práctica aumentaría gradualmente y eventualmente se extendería a las funciones militares: al final de la Guerra Fría, la contratación militar explotó. Se volvió tan frecuente que The New York Times calificó a los contratistas como la cuarta rama del gobierno [1].
La estrategia y las tácticas esbozadas por Sharp permitirían a USA convertir en armas a las fuerzas sociales detrás de la Cortina de Hierro sin desencadenar un conflicto militar, una opción considerada demasiado peligrosa ya que la Unión Soviética tenía miles de ojivas nucleares. Pero lo más importante es que la tarea de capturar a las élites intelectuales, incitar la división y realizar la infiltración ideológica podría ser subcontratada a actores no estatales como ONG, organizaciones de medios de comunicación, grupos de presión, grupos religiosos, agencias de ayuda y comunidades de diáspora transnacional [y de ese modo, evadir su responsabilidad]. A medida que el número de interesados y sus agendas aumentaron, también lo hizo su participación en la configuración de la política nacional y exterior de USA. Pero, como dice el refrán, demasiados cocineros en la cocina estropean el caldo.
En aquellos años, Washington se enfrentaba a otro desafío formidable a sus ambiciones hegemónicas. Una balanza de pagos negativa [eso fue un riesgo calculado; R. Triffin demostró en 1968 que ésa era una consecuencia necesaria para una moneda que va a utilizarse como reserva internacional], la creciente deuda pública contraída durante la guerra de Vietnam y la inflación monetaria de la Reserva Federal hicieron que el dólar se sobrevaluara cada vez más. La sangría de las reservas de oro estadounidenses culminó con el colapso del Pool del Oro de Londres en marzo de 1968. En 1970, USA había visto deteriorarse su cobertura de oro del 55% al 22%. En 1971, se imprimían cada vez más dólares en Washington de los que se bombeaban al exterior. ¿Le suena familiar?
Los dirigentes estadounidenses decidieron acabar con el dólar respaldado por el oro y revolucionar así el sistema de gestión monetaria conocido como Bretton Woods.
El sistema de Bretton Woods había garantizado durante más de dos décadas el crecimiento económico y una relativa escasez de crisis financieras, pero durante la mayor parte de los años 1960s el dólar había luchado por mantener la paridad con el oro y contener el creciente poder económico de Alemania y Japón. En la reunión del G-10 en Roma en noviembre de 1971, el secretario del Tesoro de USA, John Connally, dijo a sus homólogos: “El dólar es nuestra moneda, pero vuestro problema”. Esta flagrante expresión de arrogancia marcó el tono y describió acertadamente lo que se convertiría en un privilegio exorbitante.
En 1973, cuando el dólar pasó a tener tipos de cambio flotantes, su valor cayó un 10%. Unos años más tarde, en su libro La alquimia de las finanzas, George Soros se regodeó de esta “revolución”: “Los tipos de cambio fueron fijos hasta 1973; posteriormente, se convirtieron en un campo fértil para la especulación”. Por cierto, el prefacio de este libro fue escrito por Paul Volcker, subsecretario del Tesoro para Asuntos Internacionales de 1969 a 1974, quien había desempeñado un papel importante en la decisión del presidente Nixon de suspender la convertibilidad del dólar en oro.
La decisión unilateral de hundir [¿hundir?, dirás afinanzar] el orden de Bretton Woods estableció firmemente al dólar estadounidense como la moneda de elección para las reservas internacionales en muchos bancos centrales, y elevó [más bien, confirmó] la deuda estadounidense a la condición de dinero internacional de facto. Este nuevo régimen basado en tipos de cambio flotantes globales aumentó los movimientos de capital pero restringió las opciones políticas de los principales países: bajo la enorme presión de los flujos de capital, se vieron obligados a aceptar políticas monetarias conservadoras y a abolir las políticas fiscales expansionistas keynesianas [según le conviniera a USA].
Bajo el nuevo régimen, a USA, a diferencia de otros países, se le permitió endeudarse masivamente e imprimir dinero para capear las crisis económicas [todo lo cual no parece precisamente el ‘hundimiento” del orden de Bretton Woods, y cuando el exceso de liquidez hizo subir la inflación global, la Reserva Federal subió las tasas de interés y endureció la política monetaria. Esta medida ampliaría la brecha de tipos de interés con otros países, atrayendo así capital internacional a Wall Street [¡la pura vida!]. Desde 1973, USA ha abusado de su privilegio de imprimir la principal moneda de reserva mundial y ha utilizado el dólar como arma. Era sólo cuestión de tiempo antes de la inevitable reacción.
Los aprendices de brujo
Debido a la división de los campos académicos en disciplinas distintas, cada una con su propio enfoque de investigación, hasta ahora nadie ha notado la extraña coincidencia de acontecimientos que he esbozado brevemente. La publicación de la primera obra de Gene Sharp, acertadamente descrita como un manual de campo de la guerra híbrida, coincidió con el fin de Bretton Woods [ningún fin, más bien afianzó su supervivencia], un punto de inflexión que dio un nuevo impulso a la financiarización de la economía estadounidense. Las finanzas se "liberaron" de cualquier conexión funcional con la economía real, convirtiéndose en una fuente de gran riqueza procedente de la especulación, pero también en el gran desestabilizador de la economía nacional y mundial.
Quienes tenían un interés personal en esta “liberación de la economía” invirtieron millones de dólares en la “liberación del comunismo” y en la preparación de nuevas élites que pondrían fin a las economías y políticas controladas del Bloque del Este. La caída del Muro de Berlín condujo a lo que George Soros llamó un “período explosivo de crecimiento” para su fondo de cobertura.
Aunque una sola coincidencia podría descartarse como casualidad, cuando múltiples coincidencias se alinean, sugieren un patrón subyacente. [«Mr Bond, hay un dicho en Chicago que dice: Una vez, es casualidad; dos veces, es coincidencia; tres veces, es acción enemiga». Diálogo de Goldfinger con Bond, en “007 vs Goldfinger” (1964)]. Una vez que lo notamos, podemos descubrir un bucle de refuerzo, secuencias de causas y efectos mutuos.
La demolición del orden monetario internacional existente, posibilitada por la desaparición de Bretton Woods, marcó un punto de inflexión: la estructura de la economía, la distribución de la riqueza y la distribución del poder cambiaron drásticamente. Mientras las grandes empresas multinacionales y el capital financiero organizaban una toma del poder político, los intereses de los trabajadores y de la clase media fueron relegados a un segundo plano. El predominio del dólar en el sistema financiero global condujo a una era de hiperglobalización caracterizada por la primacía del capitalismo de accionistas, con la desregulación y la privatización actuando como sus sirvientes.
Si no se lo controla, el capital es naturalmente descontrolado [o sea, la autorregulación de los mercados preconizada por la «escuela austríaca de economía» (von Mises, Hayek, Rothbard), es un argumento engaña-pentontos] y expansionista, siempre busca maximizar las ganancias. Una vez que el dinero se volvió virtualmente gratuito y los riesgos de inversión podían compensarse fácilmente, fue a buscar oportunidades de inversión en el extranjero, reubicó la producción y las cadenas de suministro, dejando tras de sí un largo rastro de devastación socioeconómica.
Como señaló Vladimir Lenin hace más de un siglo, “La superestructura no económica que crece sobre la base del capital financiero, su política y su ideología, estimula la lucha por la conquista colonial. Como hablamos de política colonial en la época del imperialismo capitalista, hay que observar que el capital financiero y su política exterior, que es la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, dan lugar a una serie de formas transitorias de dependencia estatal (…) La exportación de capital, una de las bases económicas más esenciales del imperialismo, aísla aún más completamente a los rentistas de la producción y pone el sello del parasitismo en todo el país que vive de la explotación del trabajo de varios países de ultramar”.
Giovanni Arrighi abordó críticamente la teoría leninista del imperialismo, aclaró algunas de sus ambigüedades y observó que es virtualmente la única teoría del marxismo a la que los economistas no marxistas prestan seria consideración. Arrighi [3] explicó que siempre que una fase previa de expansión capitalista comercial/industrial alcanza una meseta, el predominio del capitalismo financiero es un fenómeno recurrente y de largo plazo. Mientras que a mediados de siglo la corporación industrial había desplazado al sistema bancario como el principal símbolo económico del éxito, el crecimiento de los derivados y de un nuevo modelo bancario a finales del siglo 20 marcó el comienzo de un nuevo período de capitalismo financiero.
El declive relativo tanto de la hegemonía estadounidense como de su economía central en la década de 1970 obviamente había alarmado a las élites estadounidenses. La producción de ganancias a partir de la manipulación y la expansión global del capital financiero prometía resolver la crisis tanto del Estado como del capital al reforzar la hegemonía estadounidense, pero al convertirse en el sector más grande y rentable de la economía, mantendría al gobierno como rehén de sus intereses. El éxito de la política monetaria llevó a que fuera el principal método con el que los responsables de las políticas intentaron abordar los problemas económicos. Esto, a su vez, facilitó la creciente financiarización de la economía estadounidense y el movimiento de capital estadounidense al exterior junto con su implacable desindustrialización en USA.
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