Desatando el Caos
Parte 2 de 2
Por Laura Ruggeri 04-Nov-24
FUENTE: https://strategic-culture.su/news/2024/11/04/unleashing-chaos/
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Las respuestas a la primera crisis de la hegemonía de USA desató fuerzas que finalmente han erosionado su poder.
Parte 2 de 2
Pero volvamos a Gene Sharp. Diez años después de publicar su influyente estudio sobre la “desobediencia civil”, Gene Sharp se alió con Peter Ackerman para fundar la Albert Einstein Institution (que, a pesar de su nombre, no tenía nada que ver con el físico). Ackerman era un banquero que había amasado una fortuna con bonos basura cuando dirigía los mercados de capital internacionales en Drexel Burnham Lambert, un banco de inversión multinacional estadounidense que, a mediados de los años ochenta, se había convertido en la empresa más rentable de Wall Street, con ganancias de 545 millones de dólares sobre ingresos de más de 4.000 millones de dólares antes de declararse en quiebra.
La Albert Einstein Institution (AEI) pronto se integraría al aparato de la red de USA que interfiere en los asuntos de los estados aliados, blanqueando acciones encubiertas, organizando operaciones de cambio de régimen y revoluciones de color en cualquier país considerado un obstáculo para la expansión global del capital angloamericano y su ideología neoliberal.
En 2005, Thierry Meyssan investigó a la AEI y describió su participación en estas operaciones. Desde entonces, la AEI ha seguido desempeñando un papel activo en todas las revoluciones de color que fracasaron o tuvieron éxito en derrocar gobiernos y desestabilizar países soberanos.
Si bien la AEI afirma ser una organización independiente sin fines de lucro, tiene conexiones significativas con la comunidad de defensa e inteligencia de USA. Un consultor destacado de la AEI fue el coronel Robert Helvey, ex decano del Colegio Nacional de Inteligencia de Defensa. Entre los donantes habituales del AEI se encontraban organizaciones financiadas por el gobierno estadounidense, como el Instituto para la Paz, el Instituto Republicano Internacional y la Fundación Nacional para la Democracia (NED), creada en 1983, el mismo año que el AEI.
El objetivo de la NED era servir de grupo paraguas para una red de ONGs de promoción de la democracia, como el Instituto Nacional Demócrata (NDI), el Instituto Republicano Internacional (IRI), el Centro para la Empresa Privada Internacional (CIPE), el Centro para la Asistencia a los Medios Internacionales (CIMA), etc.
Todos los grupos mencionados, y muchos más que han surgido desde entonces, tienen mucho en común. Son tan orgánicos para el imperialismo estadounidense que en 2001 el jefe del Estado Mayor Conjunto, Colin Powell, se refirió a los grupos de derechos humanos y a las ONGs como “multiplicadores de fuerza y una parte importante de nuestro equipo de combate”.
Operan en la zona gris entre el poder duro y el blando —ya no yuxtapuestos sino conceptualizados como un continuo integrado en un marco único— y reciben donaciones deducibles de impuestos de grupos financieros corporativos (a menudo indirectamente a través de los think tanks que controlan), además de financiación estatal. Como las líneas entre las ONGs y el gobierno se difuminan debido a la omnipresente dinámica de “puertas giratorias”, sus miembros tienen el poder de dar forma a la política interna y externa.
George Soros se subió al carro de la revolución de colores no solo por su odio visceral al comunismo y la Unión Soviética. En 1973, cuando el sistema de Bretton Woods y los tipos de cambio fijos llegaron a su fin, Soros cofundó el Soros Fund Management (más tarde rebautizado como Quantum Fund). De 1973 a 1980, la cartera ganó un 4.200%, mientras que el S&P avanzó alrededor del 47%. En un libro que publicó en 1987, La alquimia de las finanzas, Soros expuso su “teoría de la reflexividad”, destacando que los participantes del mercado no sólo responden a la información, sino que también pueden influir en la “realidad” del mercado con sus creencias, sesgos, deseos y acciones, creando así bucles de retroalimentación que impulsan los mercados, pero también ciclos de auge y caída. “En los mercados financieros, las expectativas sobre el futuro tienen una influencia en el comportamiento presente. Pero incluso allí, debe activarse algún mecanismo para que el sesgo de los participantes afecte no sólo a los precios del mercado, sino también a los llamados fundamentos que se supone que determinan los precios del mercado (…) El pensamiento de los participantes, precisamente porque no está regido por la realidad, es fácilmente influenciado por las teorías. En el campo de los fenómenos naturales, el método científico es eficaz sólo cuando sus teorías son válidas; pero en cuestiones sociales, políticas y económicas, las teorías pueden ser eficaces sin ser válidas [siempre y cuando sus promotores sean suficientemente influyente$]. Mientras que la alquimia ha fracasado como ciencia natural, la ciencia social puede tener éxito como alquimia. El proceso histórico, tal como lo veo, está abierto. Su principal fuerza motriz es el sesgo de los participantes”. [4]
Aunque es bien sabido que la psicología que subyace a los movimientos del mercado es una compleja interacción de sesgos emocionales y cognitivos, Soros no se limitó a aprovechar estos sesgos para manipular los mercados, sino que su ambición era manipular los procesos históricos mediante la “alquimia social”. En varias entrevistas, Soros explicó que se guiaba exactamente por la misma filosofía en sus “actividades filantrópicas” en Europa del Este y en los mercados financieros.
Para ello, financió un ejército de activistas sociales y políticos que participarían en revoluciones de colores, financiarían partidos, medios de comunicación, se infiltrarían y presionarían en instituciones educativas, gobiernos y organizaciones supranacionales a través de sus ONGs. La utilización de los derechos humanos como arma, la explotación de los agravios internos y el apoyo a fuerzas ultraliberales y progresistas profundizaron las divisiones en la sociedad y lograron el tipo de polarización partidista e ideológica que desataría el caos no sólo en los países donde Washington buscaba un cambio de régimen, sino también en USA. Los resultados de la “alquimia social” de este aprendiz de brujo están a la vista de todos.
Sin embargo, para los financieros parásitos como Soros, las crisis son sólo una oportunidad para aumentar su poder y llenarse los bolsillos. Los fondos de cobertura se benefician de la inestabilidad geopolítica y la volatilidad del mercado de valores. El caos político y los ciclos de auge y caída son su pan de cada día porque, cuando los inversores están preocupados, quieren estar cubiertos.
Quien siembra vientos, cosecha tempestades
La desestabilización del orden monetario y del orden mundial posterior a 1945 a través de las revoluciones de colores sentaron las bases para la globalización liderada por USA y dieron impulso a la financiarización de la economía estadounidense. En los años 1970s y 1980s presenciamos la creciente eliminación de los controles de capital por parte de los gobiernos nacionales en todo el mundo, y en USA la erosión gradual de la Ley Glass-Steagall (1933) que, en respuesta a la crisis bancaria, había impuesto la separación de la banca comercial y de inversión. Dicha Ley finalmente sería derogada en 1999.
El giro hacia el neoliberalismo produjo la descentralización estatal que Sharp, Soros y otros de su calaña favorecían. En una sociedad capitalista, cuando se transfiere la autoridad y la responsabilidad de las principales funciones gubernamentales a la “sociedad civil” y al sector privado, no se fortalece la democracia, sino que se transfiere el poder a las corporaciones multinacionales, a los diversos clanes oligárquicos supranacionales y a los grupos de presión [la mentira de la “autorregulación” de los mercados, abusando de la imaginaria perfección de los mercados].
Bajo la presión de las relaciones capitalistas, todo lo que es sólido se desvanece en el aire, todo lo que es sagrado es profanado, parafraseando a Marx. La reducción de todas las relaciones humanas al “nexo del dinero en efectivo” en una sociedad cada vez más mercantilizada y comercializada significa que las costumbres, las prácticas y las instituciones en las que las personas han confiado o que han valorado en términos no comerciales dejan de existir o permanecen sólo como parodias de sí mismas o abstracciones vacías. En poco tiempo, el sistema engendra una nueva especie: Marx la llama “una nueva aristocracia financiera, una nueva variedad de parásitos en forma de promotores, especuladores y directores nominales, todo un sistema de estafas y engaños mediante la promoción de corporaciones, la emisión de acciones y la especulación bursátil”. Marx sabía en la década de 1860 que la ley general de la acumulación capitalista podía ser modificada por muchas circunstancias, pero en todos los casos “se deducía que, a medida que el capital se acumula, la situación del trabajador, sea alto o bajo, su salario, debe empeorar” [5]. Y ahí es donde estamos ahora.
El nuevo régimen dólar-Wall Street [6], para tomar prestada la definición de Peter Gowan, dio origen a una clase rentista parásita que se beneficiaría del caos porque estaba bien posicionada para aprovechar cualquier crisis para aumentar su poder. Esta clase tenía un interés creado en desestabilizar y derrocar a los gobiernos que resistieran la larga marcha del neoliberalismo y su sustento ideológico. Y para este propósito se unió a los aparatos de inteligencia angloamericanos, creó una red alucinante de ONGs y centros de investigación para promover sus objetivos, crear clientela y repartir favores.
Una vez que la Unión Soviética se derrumbó, el régimen del dólar-Wall Street identificó en los Estados-nación el nuevo obstáculo para un imperio mundial capitalista, con USA ocupando sus puestos de mando, imponiendo sus reglas [a los demás], [pero] burlándose de ellas o adaptándolas para satisfacer sus intereses percibidos.
Impulsado por la impresión de dinero y una deuda insostenible, USA parece superficialmente rico, pero en realidad se tambalea al borde del abismo. Bajo el manto de la “expansión y contracción”, se han instalado la podredumbre y la decadencia, y la clase rentista parasitaria ha debilitado a su anfitrión. Es cierto que USA sigue tratando de superar sus posibilidades, pero el equilibrio de poder global ya ha cambiado.
El incumplimiento por parte de USA de las convenciones multilaterales cada vez que estas interferían con sus intereses es un indicador de debilidad, no de fortaleza. Los dobles raseros y la hipocresía flagrante han erosionado la legitimidad estadounidense.
Las corporaciones, los institutos financieros, las ONGs y los medios de comunicación estadounidenses se convirtieron en parte integral de la globalización liderada por USA a medida que desarrollaban un paradigma de gobernanza multifacético que se extendía a todos los sectores de la sociedad. Hace más de cien años, basándose en el análisis del capitalismo rentista proporcionado por economistas tanto marxistas como liberales, Lenin llegó a las siguientes conclusiones: “El monopolio bajo el capitalismo nunca puede eliminar por completo, y durante un período muy largo, la competencia en el mercado mundial. La tendencia al estancamiento y la decadencia, que es característica del monopolio, sigue operando, y en algunas ramas de la industria, en algunos países, durante ciertos períodos de tiempo, gana la partida. La exportación de capital, una de las bases económicas más esenciales del imperialismo, aísla aún más completamente a los rentistas de la producción y establece el sello del parasitismo en todo el país que vive de la explotación del trabajo de varios países de ultramar”.
Irónicamente, lo que parecía una expresión de poder, monopolio y dominio del dólar, resultó en la erosión de ese mismo poder. Se ha permitido que los grupos privados y sus intereses den forma a la política nacional y exterior, pero no pueden desarrollar una gran estrategia que permita a USA apuntalar su menguante hegemonía.
USA atraviesa ahora otra crisis después de haber superado la de los años setenta mediante la financiarización de su economía, la deslocalización de la producción industrial, la expansión geopolítica mediante la guerra convencional e híbrida y la militarización del dólar. Se han alcanzado los límites de esa estrategia y las potencias ascendentes han demostrado una mayor resistencia y un mayor poder de atracción de lo que USA imaginaba. La crisis financiera mundial de 2008 no sólo reveló la debilidad de la hegemonía estadounidense, sino también la relativa fortaleza que había adquirido la economía china. Esta fortaleza, combinada con la cohesión social, el énfasis en la cooperación de beneficio mutuo con los socios extranjeros en lugar del control y la dominación, la imposición de reglas arbitrarias y dictados ideológicos, resultó particularmente atractiva. En el año siguiente a la crisis financiera de 2008, Brasil, Rusia, India y China celebraron la primera cumbre de líderes en Rusia bajo el nombre de BRIC y Sudáfrica se unió a ellos en 2010. El enfoque inicial de los BRICS fue mejorar la situación económica mundial y reformar las instituciones financieras. Como estos cinco países compartían una visión de no-interferencia y un compromiso con una verdadera forma de multilateralismo en la que los países sean socios iguales, gradualmente aumentaron su cooperación y atrajeron al grupo a países emergentes que también abogaban por una reforma de la gobernanza global y un orden mundial más justo.
Esta nueva realidad de países soberanos decididos a defender sus intereses nacionales contrasta con la tesis neoliberal errónea del capitalismo transnacional en el que la interdependencia y las cadenas globales integradas superarían la rivalidad entre los estados nacionales [eso era la propaganda. En realidad los capitalistas transnacionales, siendo apátridas, le dan prioridad a sus propios intereses y relegan los intereses de los estados nacionales]. Los países del Sur Global rechazan esta tesis porque entienden que la dilución de su soberanía no conduce a la paz [ni a la prosperidad], sino de hecho al neocolonialismo: su subordinación a los intereses de las finanzas occidentales y las corporaciones multinacionales. Ahora que el neoliberalismo ha mostrado su naturaleza totalitaria y la antigua potencia hegemónica se ha disparado en el pie al utilizar el dólar como arma y recurrir a la doble moral, la coerción, la guerra y el caos para imponer sus reglas y antivalores, resulta difícil ver cómo USA puede seguir reivindicando el liderazgo internacional.
La actual crisis de legitimidad es mucho más grave que las que USA ha atravesado antes: la desdolarización está sacudiendo uno de los pilares principales de su poder y está reconfigurando la economía global. El impacto se sentirá con mayor intensidad en USA [¡Claro! Porque desde Bretton Woods USA ha estado viviendo a costa del resto del mundo, pagando sus consumos con papelitos verdes cuyo costo es irrisorio. Si el dólar deja de ser aceptado, ahora USA tendrá que pagar sus consumos con esfuerzo y con bienes reales, como todos los demás países], donde es probable que la desdolarización conduzca a una amplia depreciación y a un rendimiento inferior al del resto del mundo de los activos financieros estadounidenses.
Notas
[1] Martha L. Phelps, A History of Military Contracting in the United States, en The Routledge Research Companion to Outsourcing Security, 2016
[2] Vladimir Lenin, Imperialism, the Highest Stage of Capitalism, 1916
[3] Giovanni Arrighi, The Long Twentieth Century: Money, Power and the Origins of Our Time, 2010
[4] George Soros, The Alchemy of Finance, 1987
[5] Karl Marx. Capital Vol.1
[6] Peter Gowan, The Global Gamble: Washington’s Faustian Bid for World Dominance, 1999
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