¿La era Putin-Xi sustituirá el (des)orden liberal occidental?
Por Pepe
Escobar 26-Mar-18
FUENTE: http://thesaker.is/will-the-putin-xi-era-supersede-the-western-liberal-disorder/
El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por
el equipo de traducción. Igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto
simple en el original.
La
enmienda constitucional china que permite a Xi Jinping la posibilidad de
términos presidenciales adicionales —permanecer
en el poder el tiempo suficiente para realizar el “rejuvenecimiento nacional”— combinada con la elección rusa
reconfirmando a Vladimir Putin en la presidencia han asegurado la consistencia
y continuidad de la asociación estratégica ruso-china durante la próxima
década.
Esto facilitará la interacción entre la Iniciativa
Región-Camino (BRI, por sus siglas en inglés) y la Unión Económica Eurasiática
(EAEU, por sus siglas en inglés), la coordinación de políticas dentro de la
Organización de Cooperación de Shanghai, los BRICS y el G-20; y el impulso
general hacia la integración de Eurasia.
El reforzamiento de lo que debería ser visto como la era
Putin-Xi no podría sino poner a los liberales y neoliberales occidentales
absolutamente lívidos.
Los intereses capitalistas siempre han creído su propia
narrativa propagandística, que vincula directamente la expansión capitalista
con la inevitable difusión de la democracia.
El pensamiento crítico está, al fin, ridiculizándola como
una gran ilusión.
Lo que de hecho ocurrió desde principios de los 1980s fue
que el turbo-capitalismo occidental ávidamente ganó dinero con la variante del
trabajo neo-esclavo en las zonas económicas especiales de China (SEZ, por sus
siglas en inglés). Aparejado con la proverbial arrogancia de las élites
occidentales apostando a que China —considerada
a lo más como una fuente de mano de obra barata— también como una debilitada Rusia durante los 1990s jamás
acumularían suficiente conocimiento para desafiar geoeconómica y geopolíticamente
a Occidente.
El récord histórico es implacable, mostrando que no hay
ninguna conexión entre el
“libre” comercio —usualmente más libre para aquellos con peso económico extra—
y liberalización política. Por ejemplo, la monarquía prusiana redujo las barreras
comerciales y eso condujo a la creación del Zollverein (unión aduanera) de
1834. Y el Tercer Reich entre 1933-38 ofreció una emocionante mezcla de intenso
capitalismo y totalitarismo.
El sistema de China, donde un partido (marxista) controla el
estado para propósitos de cohesión nacional, ciertamente no califica como
democracia liberal. El disidente Minxin Pei, autor de China’s Trapped Transition (La Entrampada Transición China), hace 12 años ya sabía que el
Partido Comunista China nunca daría paso a la democracia liberal occidental
(Pei entendió al pie de la letra las órdenes de Deng Xiaoping, el pequeño
timonel).
Él entendió que China “no tiene interés en llegar a ser
miembro del club (occidental). Ellos quieren los beneficios económicos del
orden liberal occidental [¿y esos beneficios económicos
son atribuibles precisamente al orden liberal? porque la monarquía prusiana
mencionada antes ciertamente tampoco califica como democracia liberal, ni
tampoco el sistema imperante en USA, salvo de nombre y sólo para propósitos de
propaganda] pero rechazan sus valores políticos y temen sus alianzas de
seguridad. Ahora están en una posición suficientemente fuerte para construir su
propia casa-club”.
En lo que Pei se equivocó fue creer que el PCCh sofocaría el
crecimiento económico de China (“La perspectiva de un estancamiento similar al
japonés es real”). Xi Jinping y su nuevo equipo de ensueño necesitan suficiente
tiempo para afinar exitosamente el modelo económico chino.
Lejos de la demonización infantil 24/7, el hecho es que Rusia
es hoy una democracia, aunque imperfecta. Y es importante analizar cómo se
puede manipular una democracia joven. El tercer capítulo del nuevo libro Manifest-Destiny: Democracy as Cognitive
Dissonance detalla la violación de Rusia; cómo las "reformas de libre
mercado" de Boris Yeltsin facilitadas por los "muchachos de
Harvard" permitieron que una pequeña camarilla de oligarcas
multimillonarios [casualmente, unos años antes del
desgobierno de Yeltsin, no eran ni oligarcas ni multimillonarios, sino aparatchiks;
ergo, sus multimillones provinieron pura y simplemente del robo] —Mikhail Khodorkovsky, Boris
Berezovsky y Roman Abramovich entre otros— se hicieran cargo [más que “hacerse
cargo”, se despacharon con la cuchara grande] de una economía que sufría
de terapia de choque.
Entre 1991 y 1997 el PIB ruso colapsó por un gigantesco 83%
mientras la inversión en la economía caía en un 92%.
El caso de Khodorkovsky es emblemático. A través de Yukos,
era dueño de los campos petroleros clave siberianos y estaba a punto de
venderlos todos a intereses corporativos occidentales en 2003 cuando Putin fue
tras él. No hay duda que esto fue ávidamente estudiado por el liderazgo de
Beijing. El control de recursos nacionales clave es la línea roja final.
Para Putin
como para Xi, el árbitro supremo es el estado nacional, no una banda de
oligarcas como ha llegado a ser la norma a través del Occidente liberal y
neoliberal [lo cual tampoco califica precisamente como “democrático”].
Al nivel BRICS, compárelo con el usurpador actual instalado en la presidencia
brasileña, que está haciendo todo lo posible para entregar la mayoría de las
reservas de petróleo del área pre-sal así como el gigante de la aviación
Embraer a los intereses extranjeros.
Cuando tenga duda, pregunte a Confucio
Se ha convertido en un ritual para los guardianes del
establishment occidental llorar fuertemente por el "orden mundial liberal
que se desvanece". Al menos algunos admiten que no es "ni liberal, ni
mundial, ni orden".
Los guardianes menores pueden ser más realistas, señalando
cómo los políticos occidentales han sido completamente ignorados por la ira
popular en miles de latitudes, y aún creen que es posible "reconstruir los
fundamentos morales de la democracia".
No se puede; no bajo el credo neoliberal predominante, la NAH
post-moderna (ningu na alternativa hay). Los guardianes, de izquierda y
derecha, no pueden entender el auge del populismo, porque aquellos bajo la
influencia populista ven claramente cómo los mitos del "imperio de la
ley" y la "soberanía nacional" se disuelven rápidamente en el lodo.
En el mejor de los casos, los guardianes lloran, nostálgicamente, "la
pérdida de la influencia de la élite".
China, Rusia, Irán y Turquía —todos implicados en la integración de Eurasia— pueden clasificarse como sistemas
autoritarios en diferentes niveles [por cierto no muy
diferentes de USA, aunque acá les encante navegar con disfraz orwelliano de “demócratas”].
Y puede alegarse que, con excepción de China, todavía tienen un desempeño
económico inferior al de su verdadero potencial.
Sin embargo, una de las cosas que más valoran es la
soberanía nacional en medio de un sistema multipolar. Ese es su contrapunto
conceptual al (anti)liberal (des) orden mundial. Ésa es su respuesta a la NAH.
En cuanto a “la pérdida de la influencia de la élite”, ésa
es la clave del autodescrito grupito de ricos y poderosos alegando una alta
base moral de una vaga democracia [el anonimato les
permite no rendir cuentas y el control
permanente sin la molestia de las elecciones, que sólo son para los empleados
políticos «desechables»
y para aplicarlo a regímenes que, por no estar controlados, en automático,
califican como “autoritarios”] que solamente revela su profundo temor a
medida que la fuerza unipolar occidental se disuelve más pronto que tarde.
Todas estas contradicciones destacan en agudo relieve cuando
miramos a la Unión Europea. La UE, desde el Tratado de Maastricht, se ha
convertido en lo que Angela Merkel definió como la Bundesrepublik Europa: la
República Federal de Europa.
Cualquiera que esté familiarizado con Bruselas sabe cómo
esas oleadas de eurócratas [casualmente] exentos
de impuestos generan un kafkiano sistema de regulación ultra burocrático y
centralizado, mientras ellos permanecen completamente fuera de contacto con los
europeos normales de la vida real.
La idea de la UE de promover la "integración
económica", incluidas fuertes dosis de austeridad, no podría ser más
antidemocrática.
Agréguele los escándalos al máximo nivel estatal que no
hacen sino corroer la creencia en la primacía del modelo de democracia liberal
occidental. La última implica la posibilidad real de que el coronel Gaddafi
probablemente financió la campaña presidencial de Sarkozy de 2007 en Francia [¿habría diferencia si la financió Soros o algún otro
ultrarrico que permanece en la sombra?]; un asunto extraordinariamente
turbio que incluye la política de la energía, del agua y de los proverbiales
contratos de grandes armas a través de los cuales las democracias liberales
occidentales descartan cualquier base moral elevada.
Ahora compárelo con Xi Jinping como hexin lingdao (el núcleo del liderazgo), una especie de primus inter pares [primero entre iguales] en una versión chinificada de
la República de Platón. La teoría política grecorromana de la Ilustración ya no
es el único juego en el pueblo. Sin embargo, no hay probabilidad de que el
arrogante Occidente empiece a escuchar a Confucio.
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