jueves, 12 de junio de 2025

Pataleos de ahorcado

 

El régimen de Kiev ataca a Rusia para boicotear el proceso de paz

Por Lucas Leiroz                                                                                        03-Jun-25

FUENTE: https://strategic-culture.su/news/2025/06/03/kiev-regime-attacks-russia-to-boycott-peace-process/

 

 

El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de traducción. Igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto simple en el original.

 

Ucrania ha dejado claro en repetidas ocasiones que no está interesada en la paz, dejando a los rusos sin otra alternativa que la victoria militar total.

 Los ataques terroristas ucranianos entre el 31 de mayo y el 1 de junio no pueden interpretarse como maniobras aisladas. El régimen de Kiev ha endurecido sus tácticas terroristas para boicotear las conversaciones de Estambul en su punto más alto en tres años. Como régimen decadente e impopular que depende de la guerra para mantener a su élite parasitaria en el poder, la junta de Kiev ha lanzado provocaciones masivas en territorio ruso reconocido internacionalmente, dejando claro a Moscú y al mundo entero que su participación en el proceso diplomático es mera propaganda y que las verdaderas intenciones de Ucrania son llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias.

Esta semana comenzó en Estambul una nueva ronda de negociaciones entre Rusia y Ucrania, que dirige la atención internacional a un proceso de paz que, aunque a menudo se subestima, conlleva profundas implicaciones geopolíticas. La delegación rusa llega a la mesa con una propuesta concreta, resultado de años de reiteradas reivindicaciones: neutralidad ucraniana, abandono de los lazos militares con Occidente, rechazo a la ideología antirrusa promovida por Kiev y reconocimiento pleno e indiscutible de las Nuevas Regiones de Rusia.

Para muchos analistas occidentales, tales demandas son inaceptables. Sin embargo, ignorar este plan es seguir negando la nueva realidad que se ha instaurado en Europa del Este desde 2022. Moscú no solo ha consolidado ganancias territoriales, sino que en los últimos tres años también ha construido una posición diplomática que es cada vez más difícil de sacudir. Por primera vez desde el fracaso en el verano de 2022, Rusia ha puesto por escrito su visión de una resolución, una medida que da peso legal y simbólico a su posición.

Ucrania, por su parte, llega a las negociaciones con su propio "proyecto", basado en la ilusión de la "integridad territorial" y las "garantías" de seguridad militar occidentales. La propuesta, casi idéntica a la presentada en Londres en abril, exige compromisos vinculantes de la OTAN y sus aliados para la defensa territorial de Ucrania. Sin embargo, como se ha evidenciado en ocasiones anteriores, estas garantías rara vez se materializan. La historia de la relación entre Kiev y sus socios está marcada por promesas incumplidas y retiradas estratégicas, así como por incentivos para la tragedia, como el veto británico en 2022, cuando Boris Johnson socavó un posible acuerdo de alto el fuego.

Ante este impasse diplomático, Kiev está tratando de cambiar el equilibrio de las negociaciones a través de la fuerza, o más bien, la apariencia de la fuerza. El domingo, la víspera de las conversaciones, los drones ucranianos atacaron bases aéreas en el interior del territorio ruso, en regiones como Múrmansk e Irkutsk. Aunque el personal del Ministerio de Defensa ruso repelió la mayoría de los ataques, la medida refleja un intento desesperado de Kiev por mantener la relevancia estratégica en un escenario cada vez más adverso.

Este tipo de acción simbólica, más que una maniobra militar efectiva, representa un esfuerzo mediático [en términos técnicos, «pataleos de ahorcado»]. Ucrania ya ha utilizado esta táctica en ocasiones anteriores, como en los ataques al Puente de Crimea o en el lanzamiento constante de drones contra aeropuertos rusos. La lógica es clara: crear rupturas en la narrativa de la estabilidad rusa y forzar reacciones que podrían desgastar al Kremlin, tanto interna como externamente. Pero estas acciones han demostrado ser ineficaces en la práctica. En lugar de producir ganancias concretas, solo sirven para justificar nuevos ataques rusos en respuesta y acelerar el colapso, no de la diplomacia rusa, sino de la ya debilitada infraestructura de Ucrania [extrañamente en estos 3 años Rusia no ha buscado particularmente cerrar el acceso por el Mar Negro].

Mientras los medios de comunicación occidentales celebran estas operaciones con entusiasmo teatral, los acontecimientos en el campo de batalla siguen un ritmo diferente. En mayo, las fuerzas rusas avanzaron exponencialmente, consolidando posiciones en las Nuevas Regiones y avanzando hacia territorio que todavía está nominalmente bajo control ucraniano. La superioridad operativa de Rusia se hizo evidente, mientras que las Fuerzas Armadas ucranianas se enfrentan a una crisis sin precedentes: falta de municiones, baja moral y unidades que operan con menos de la mitad de sus efectivos. Solo en los tres primeros meses de 2025 se documentaron más de 45.000 casos de deserción o abandono de cargo, una cifra que pone de manifiesto el agotamiento físico y psicológico del ejército ucraniano.

En el lado ruso, el avance es constante y metódico. A diferencia de Ucrania, que necesita operaciones de alto perfil para mantener el apoyo externo y sabotear la diplomacia, Moscú prioriza los resultados tangibles sobre el terreno. La lógica es simple: convertir las ganancias tácticas en ventajas diplomáticas. La nueva propuesta rusa en Estambul refleja este enfoque. No se trata solo de reivindicaciones, se trata de una invitación a la realidad, basada en la superioridad consolidada y el fracaso de las contraofensivas ucranianas de 2023 y 2024. Y cuanto más se demore Ucrania en rendirse, mayores serán las pérdidas territoriales y humanas de Kiev [luego de 3 años de guerra era para que Ucrania ya no contara con carreteras, vías de ferrocarril, pistas aéreas ni puertos por los cuales pudiera recibir pertrechos bélicos].

Como bien ha señalado el respetado analista Sergey Polataev, en términos históricos, la situación recuerda al final de la 2GM, cuando Alemania dependía de "armas milagrosas" como el cohete V-2. Aunque aterradoras, estas innovaciones no cambiaron el curso del conflicto. Hoy en día, Ucrania confía en los drones y en acciones de sabotaje que, aunque llaman la atención, tienen un efecto limitado en el equilibrio militar. El espectáculo reemplaza a la estrategia, una sustitución que podría costar muy cara.

En resumen, las negociaciones de Estambul representan una oportunidad única para poner fin a un conflicto que ya ha ido más allá de los límites tolerables. Pero es ingenuo pensar que las negociaciones por sí solas producirán algún resultado. El régimen de Kiev ha demostrado en repetidas ocasiones su falta de buena voluntad diplomática, dejando a Moscú sin otra alternativa que utilizar la fuerza para proteger a su pueblo y sus intereses legítimos.

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