¿Qué pasaría si Washington renunciara a la yihad?
por Thierry Meyssan 21-Mar-17
FUENTE: http://www.voltairenet.org/article195670.html
Publicado inicialmente en:
Al-Watan (Siria)
El texto [en
rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de redacción.
La voluntad del presidente Trump de
combatir a Daesh y acabar con el terrorismo internacional [siempre y cuando sea cierta y no mera pose mediática]
resulta extremadamente difícil de concretar porque perjudica a los países que
lo organizaron [esto es una perogrullada] e
implica una reorientación de la política internacional. El nuevo presidente
estadounidense no parece en condiciones de ordenar a sus tropas el paso a la
ofensiva mientras no logre establecer nuevas alianzas.
La oposición que el presidente
Donald Trump está teniendo que enfrentar es tan fuerte que el plan de lucha
contra el Emirato Islámico (Daesh), cuya presentación debía tener lugar el 22
de marzo en una cumbre de la coalición prevista en Washington, todavía no está
listo. Su línea política sigue siendo poco clara [as
usual]. El único objetivo confirmado es la erradicación del yihadismo,
pero no se ha resuelto ninguna de sus implicaciones.
El general Joseph Votel, jefe
del CentCom, sigue sin presentar las opciones existentes en el terreno. Al
parecer ya no habrá de hacerlo hasta el mes de abril.
En el terreno, todo se limita
por tanto a un intercambio de información entre los estadounidenses, de un
lado, y rusos e iraníes del otro. Para mantener la situación, estas 3 potencias
han acordado evitar un enfrentamiento entre los turcos y los kurdos y se están
realizando intensos bombardeos aéreos contra al-Qaeda, en Yemen, y contra el
Emirato Islámico, en Irak. Pero no se ve nada decisivo. Se mantiene el compás
de espera.
Quien se ocupa del manejo del
terrorismo internacional por cuenta de Londres y Washington es la Liga Islámica
Mundial, que ha venido haciéndolo desde 1962 [una
entidad jamás mencionada hasta ahora]. La Liga Islámica Mundial abarca
simultáneamente la Hermandad Musulmana [supuestamente
organizada por la inteligencia británica] —que se compone de árabes—
y la Orden de los Naqchbandis —cuyos
miembros son fundamentalmente turco-mongoles y caucásicos [otra entidad raramente mencionada en países occidentales].
Hasta el inicio de la guerra de
Yemen, el presupuesto militar de la Liga Islámica Mundial era más alto que el
del ejército de Arabia Saudita, lo cual quiere decir que la Liga es el primer
ejército privado del mundo, sobrepasando ampliamente al tristemente célebre
Academi/Blackwater. Aunque es una fuerza estrictamente terrestre, resulta particularmente
eficaz en la medida en que su logística depende directamente del Pentágono y
porque dispone de numerosos combatientes suicidas.
Fue la Liga Islámica Mundial —o sea, la familia real de Arabia
Saudita— quien garantizó a
Londres y a Washington el personal que organizó en 2011 la segunda «Gran
Rebelión Árabe», siguiendo el modelo de la que tuvo lugar en 1916, pero
respondiendo esta vez a la denominación de «primavera árabe». En ambos casos,
el objetivo era apoyarse en los wahabitas para redefinir las fronteras
regionales en interés de los anglosajones.
Por consiguiente, ahora no se
trata simplemente de abandonar el arma que constituye el terrorismo sino
también:
§ de
romper la alianza entre Londres y Washington tendiente a garantizar el control
del Medio Oriente Ampliado [¿quién y para qué querría
romper esa alianza?];
§ de
privar a Arabia Saudita y Turquía del arma que habían venido desarrollando por
cuenta de Londres y de Washington durante más de medio siglo [si se ha desarrollado por cuenta de Londres y Washington,
entonces NO es un arma de Arabia Saudita y Turquía, sino de los primeros];
§ de
decidir el futuro de Sudán, Túnez y Libia.
Por otro lado, hay que llegar
también a un acuerdo con Alemania y Francia, países que desde 1978 acogieron
dirigentes de la Hermandad Musulmana y financiaron la yihad.
Pero ya estamos viendo que el
Reino Unido no está muy conforme con todo eso. Ahora resulta que fue el GCHQ —o sea, el servicio británico que se
dedica a la intercepción satelital—
la entidad que garantizó la escucha de las comunicaciones de la Trump Tower
durante la campaña electoral estadounidense y el posterior periodo de
transición. Por su parte, según la agencia jordana de noticias Petra, Arabia
Saudita financió en secreto un tercio de la campaña electoral de Hillary
Clinton contra Donald Trump.
Es por eso que el presidente
Trump parece estar en busca de nuevos aliados cuyo respaldo le permita imponer
el cambio [esto parece un intento de crear un «mito genial», como si Trump fuera
una fuerza por sí mismo, con objetivos propios, y no meramente el empleado de
una élite que se mantiene en la sombra] .
Trump está organizando ahora un
encuentro con el presidente chino Xi Jinping, durante el cual podría planificar
la adhesión de Estados Unidos al banco chino de inversiones. Con esa jugada,
Trump pondría a sus aliados ante el hecho consumado: si Estados Unidos
participa en la construcción de las rutas de la seda, será imposible para el
Reino Unido, Arabia Saudita, Turquía, Alemania y Francia continuar la yihad en
Irak, Siria y Ucrania [ellos son simples ejecutores,
las órdenes siempre han venido del primero; así no existen dos voluntades, sino
una sola].
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