¡Todo el Poder a los Bancos! El Régimen ‘Los- ganadores-toman-todo’ de Emmanuel Macron
Por Diana Johnstone 21-May-17
FUENTE:http://www.globalresearch.ca/all-power-to-the-banks-the-winners-take-all-regime-of-emmanuel-macron/5591208
El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por
el equipo de traducción. Igualmente, lo destacado en amarillo aparece como
texto normal en el original.
Un
fantasma del pasado fue el verdadero ganador de la elección presidencial
francesa. Emmanuel Macron ganó solamente porque una mayoría sintió que tenía
que votar contra el fantasma del “fascismo” supuestamente personificado por su
oponente Marine Le Pen. Sea por pánico o por la necesidad de sentirse
respetables, los franceses votaron 2 a 1 en favor de un hombre cuyo progra-ma
la mayoría de ellos ignoraba o le disgustaba. Ahora se han atado a él durante 5
años.
Si la gente hubiera votado sobre
los problemas, la mayoría jamás habría elegido a un hombre representando la
élite trans-atlántica totalmente comprometida a la “globalización”, utilizando
cualquier cosa que haya sido dejado al poder de los gobiernos nacionales para
debilitarlos aún más, entregando la toma de decisiones a “los mercados” —esto es, al capital internacional,
administrado por los principales bancos e instituciones financieras,
particularmente los localizados en USA, tales como Goldman-Sachs.
La importancia de esta elección
está tan ampliamente malrepresentada que la clarificación requiere una completa
explicación, no solamente del proyecto Macron, sino de lo que habría significado
la (imposible) elección de Marine Le Pen.
De un Sistema de Dos
Partidos al de Un Partido
Pese
a la naturaleza multipartidaria de las elecciones francesas, durante la pasada
generación Francia ha sido regida esencialmente por un sistema de dos partidos,
con el poder gubernamental alternando entre el Partido Socialista,
aproximadamente el equivalente del Partido Demócrata de USA, y un partido
heredado de la tradición degaullista que ha pasado a través de varios cambios
de nombre antes de establecerse en el actual al autodenominarse Les
Républicains (LR), en obvia imitación de USA. Durante décadas, no ha habido
nada de “socialista” en el Partido Socialista y nada de degaullista en Los
Republicanos. En realidad, ambos han adoptado políticas económicas
neoliberales, o más precisamente, han seguido las directivas de la Unión
Europea requiriendo que los estados miembros adopten políticas económicas
neoliberales. Especialmente desde la adopción de la moneda común, el euro, hace
poco más de 15 años, esas políticas han llegado a ser tangiblemente dañinas
para Francia, acelerando su desindustrialización, la ruina de sus agricultores
y el creciente endeudamiento del Estado con los bancos
privados.
privados.
Esto ha tenido inevitables
repercusiones políticas. La reacción más simple ha sido la difundida reacción
contra ambos partidos por continuar impulsando las mismas políticas
impopulares. La reacción más reflexiva ha sido comenzar a darse cuenta que es
la Unión Europea la que impone este impopular conformismo económico.
Para
calmar las crecientes críticas a la Unión Europea, la bien aceitada máquina de Macron, llamada
“En Marcha!”, ha explotado la reacción popular contra ambos partidos
gobernantes. Ha quebrado y absorbido grandes partes de ambos, en un obvio
movimiento para convertir a En Marcha! en un único partido pesca-todo leal a
Macron.
La destrucción del Partido
Socialista fue fácil. Puesto que el gobierno “socialista” era tan impopular que
no podía tener la esperanza de ganar, fue fácil atraer a prominentes miembros
de ese partido a saltar del barco que naufragaba y hacer campaña por Macron,
quien había sido ministro de economía en ese gobierno impopular, pero que fue
promocionado por todos los medios como “nuevo” y “anti-sistema”.
Debilitar a Los Republicanos fue más complicado.
Gracias a la profunda impopularidad del saliente gobierno socialista, el
candidato republicano, François Fillon, parecía
un seguro ganador. Pero a pesar de sus políticas económicas pro-negocios, a
Fillon aún le importaba preservar Francia y favorecía una política exterior
incluyendo buenas relaciones con Rusia. No se sabe quien escarbó viejos
registros para salir con información respecto a tareas fingidas que Fillon dio
a su esposa e hijos en los años pasados, y cómo fueron pasados al semanario
[satírico] Canard Enchainé para darlos a conocer en un momento crítico de la
cam-paña. El alboroto ahogó los problemas. Para un electoral ya receloso de los
“políticos del establishment”, estas revelaciones fueron fatales. La impresión
de que “los políticos son todos corruptos” [fue un factor] en las manos de
Emmanuel Macron, demasiado joven para haber hecho cualquier cosa peor que ganar
unos rápidos millones durante su paso a través del Banco Rothschild, y no hubo
nada ilegal en eso.
En Francia, la elección
presidencial es seguida por las elecciones parlamentarias, que normalmente dan
una mayoría al partido del recién electo
presidente. Pero Macron no tuvo partido, así que está creando uno para la
ocasión, formado por desertores de los principales partidos derrotados así como
también de su propia innovación, candidatos de la “sociedad civil”, sin
experiencia política, pero leales a él en lo personal. Estos novatos de la “sociedad
civil” tienden a ser individuos exitosos, ganadores en el juego de la
competencia globalizada, que no tendrán problemas en votar medidas anti-trabajadores.
Macron así está confirmando la antigua afirmación de Marine Le Pen de que los
dos grandes partidos eran realmente un único grandote partido, cuyas
diferencias retóricas enmascaraban su convergencia política.
La victoria de Macron
desmoralizó a los republicanos. Debilitándolos más, Macron nombró a un republicano,
Edouard Philippe, como su Primer Ministro, en un gobierno con 4 socialistas y 2
republicanos, junto con sus propias selecciones de la “sociedad civil”.
Transformando Francia
Macron ganó en parte porque los
votantes de más edad en particular se asustaron por las insinuaciones de sus
oponentes de dejar la Unión Europea, a la que han sido adoctrinados de
considerar como necesaria para impedir la renovación de las viejas guerras de
Europa. Pero solamente el histérico miedo anti-fascista puede explicar por qué
los supuestos “revolucionarios” izquierdistas tales como François Ruffin, conocido por su exitosa
película anti-capitalista “Gracias Patrón”, podrían unirse en estampida para votar
por Macron —prometiendo
“oponérsele más tarde”. Pero ¿cómo?
Más tarde, luego de cinco años
de Macron, la oposición puede ser más dura que nunca. En décadas recientes, a
medida que la manufactura se traslada a países de bajos salarios, incluyendo
miembros de la UE tales como Polonia y Rumanía, Francia ha perdido un 40% de su
industria. La pérdida de industria significa pérdida de empleos y menos
trabajadores. cuando la industria ya no es esencial, los trabajadores han
perdido su poder clave: hacer huelgas para parar la industria. Actualmente los
trabajadores desesperados en la declinante industria automotriz en Francia
central están amenazando con volarla a menos que el gobierno tome medidas para
salvar sus empleos. Pero la violencia es impotente cuando no tiene una etiqueta
de costo.
Emmanuel Macron ha
dicho que él quiere pasar solamente un corto tiempo en la vida política, antes
de regresar al negocio. Tiene una misión, y tiene prisa. Si gana una mayoría
absoluta en las elecciones parlamentarias de Junio, tendrá mano libre para
gobernar por 5 años. Él quiere decir que usará ese período no para “reformar”
el país, como lo pusieron sus predecesores, sino para “transformar” Francia en
un tipo diferente de país. Si logra su propósito, en 5 años Francia ya no será
una nación soberana, sino una confiable región en una Unión Europea
federalizada, siguiendo una rigurosa política económica hecha en Alemania por
los banqueros [nótese la mimetización del BCE, como si
fueran alemanes] y una belicosa política exterior hecha en Washington
por los neocons [Ídem, aunque en el fondo, no sirvan a
USA].
Como es usual, el primer
movimiento del recién electo presidente francés fue apresurarse a Berlín para
afirmar su lealtad a la crecientemente desbalanceada “asociación
franco-alemana”. Fue muy bienvenido por la canciller Angela Merkel, gracias a
su clara determinación de poner en vigor las medidas de austeridad demandadas
por los amos presupuestales de Frankfurt. Macron espera que su obediencia
fiscal sea recompensada por un consentimiento alemán para un fondo europeo de
inversión para estimular el crecimiento económico, pero esto implica un grado
de federalismo que los alemanes [really?]
“cuentachiles” muestran pocos signos de aceptar.
Primero que todo, él ha
prometido completar el desmantelamiento del código laboral francés, que ofrece
diversas protecciones a los trabajadores. Esto debería ahorrar dinero a los
empleadores y al gobierno. Para Macron, la ruina de la industria y la
agricultura francesas parecen ser pasos bienvenidos hacia una economía de
iniciativa individual, simbolizada por empresas de nueva creación.
El programa de Macron equivale a
una profunda transformación ideológica del ideal francés de égalité, igualdad,
de un concepto horizontal, significando iguales beneficios para todos, al ideal
vertical de “igualdad de oportunidades”, significando la teórica oportunidad de
cada individuo de elevarse sobre los demás. Éste es un ideal fácilmente
aceptado en USA con su antiguo mito del hombre artífice de su propio éxito. Los
franceses tradicionalmente han sido suficientemente lógicos como para entender
que no todos pueden elevarse sobre los demás.
La igualdad horizontal en
Francia primariamente ha significado redistribución institucional de la riqueza
vía el acceso universal a los beneficios del cuidado sanitario, pensiones,
comunicaciones y facilidades de transporte, asignaciones para familias criando
niños, seguro de desempleo, educación gratuita en todos los niveles. Estos son
los beneficios que están bajo amenaza de la Unión Europea en diversas manera.
Un modo es la imposición de reglas de “competencia” que imponen la
privatización y favorecen las compras extranjeras que transforman los servicios
públicos en buscadores-de-utilidades. Otro es la imposición de restricciones al
presupuesto público junto con la obligación del Estado de buscar préstamos
privados, incrementando su deuda, y la pérdida de ingreso fiscal que todo eso
terminará convirtiendo al Estado demasiado pobre para continuar proporcionando
tales servicios.
Muy pocos franceses querrían
renunciar a tal igualdad horizontal a cambio del privilegio de esperar
convertirse en milmillonarios.
Macron está suficientemente
americanizado, o, para ser más precisos, globalizado, para haber declarado que
“no existe tal cosa llamada cultura francesa”. Desde su punto de vista Francia
es solamente un lugar abierto a diversas culturas, así como a los inmigrantes y
por supuesto al capital extranjero. Claramente ha señalado su rechazo a la
independencia de Francia en el campo de la política exterior. A diferencia de
sus principales rivales, quienes todos llamaron a mejorar las relaciones con
Rusia, Macron se hace eco de la línea rusofóbica de los neocons. Ha roto la
tradición de su inauguración paseando en los Campos Elíseos en un vehículo
militar. Un cambio de tono está indicado por sus nominaciones al gabinete. El
título del nuevo ministro de relaciones exteriores, Jean-Yves Le Drian, que
sirvió como ministro de defensa en el gobierno de Hollande, es “Ministro de
Europa y de Relaciones Exteriores”, claramente dando preferencia a Europa en el
asunto. Sylvie Goulard, una ardiente europeísta que ha señalado que “ella no se
siente francesa”, ha sido nombrada Ministro de Ejércitos y Ministro de Defensa.
Claramente la defensa nacional es un ocurrencia tardía, cuando la idea
principal es desplegar las fuerzas armadas en las diversas intervenciones
occidentales conjuntas.
Oposición Dividida
A menos que las
elecciones parlamentarias de Junio produzcan deslumbrantes sorpresas, la
oposición al partido-controla-todo de Macron parece débil y fatalmente
dividida. El Partido Socialista casi ha desaparecido. Los Republicanos están
profundamente desestabilizados. La genuina oposición al régimen de Macron
solamente puede basarse en la defensa de los intereses franceses contra los
dictados económicos de la UE, comenzando con el euro, que impide al país
perseguir una política económica y exterior independiente. En resumen, la
genuina oposición debe ser “soberanista”, interesada en preservar la soberanía
francesa.
Dos
fuertes personalidades emergieron de la elección presidencial como potenciales
líderes de la oposición: Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen. Pero ellos están
drásticamente divididos.
Mélenchon hizo
una campaña espectacularmente popular, dejando muy atrás al Partido Socialista
(el partido que abandonó hace años). Inicialmente, a medida que parecía que
estaba quitándoles votos a Le Pen y a los Socialistas, recibió una amistosa
cobertura mediática, pero a medida que estuvo más cerca de llegar a la decisiva
segunda ronda, el tono comenzó a cambiar. Justo como Le Pen fue finalmente eliminada
como una “fascista”, hay poca duda que si Mélenchon hubiese sido el retador de
Macron, él habría sido crecientemente denunciado como “comunista”.
Mélenchon es
suficientemente inteligente como para haberse dado cuenta que las políticas
sociales que él respalda no pueden ser logradas a menos que Francia recupere el
control de su moneda. Por tanto, tomó una posición tanto contra la OTAN como
contra el euro. Así lo hizo Marine Le Pen. Mélenchon quedó abochornado por la
semejanza entre sus dos programas [¿víctima de las
etiquetas? ¿tan poco criterio tiene?], y contrario a los otros
candidatos eliminados, se abstuvo de respaldar a Macron, llamando en cambio a
su movimiento, la Francia Insumisa, a escoger entre Macron y la abstención [¿no sería esto un “acuerdo en lo oscurito”?, porque como
dijo aquél, «uno
nunca no sabe»]. Finalmente, 25% de los votantes de Mélenchon se
abstuvieron en la segunda ronda, pero 62% votaron por Macron —casi exclusivamente motivados por la
alegada necesidad de “detener el fascismo”. Eso se compara con los resultados
finales totales de 66% para Macron y 34% para Le Pen.
Esa votación
confirmó la imposibilidad de formar una oposición soberanista unificada y
permite a Marine Le Pen reforzar su alegato de ser la líder de una genuina oposición
a Macron. Ella ha admitido sus propios errores en la campaña, particularmente
en su debate con Macron, quien la doblegó con su arrogante desempeño como
experto económico. Pero a pesar de su mero 34%, retiene la base más leal de
partidarios en una escena cambiante. El problema para Mélenchon es que su
electorado es más variable.
Pese a su
llamativo atractivo para la “juventud”, Macron fue elegido por la gigantesca
población de más edad en Francia. Entre los votantes de más de 65, el ganó 80%
contra 20% para Le Pen. Marine Le Pen la hizo mejor con el grupo más joven,
entre 18 y 24, ganando 44% contra 56% de Macron [i].
Las diferencias
también fueron significativas entre categoría socio-profesionales. Macron ganó
un enorme 83% de los votos que venían de las “categorías socio-profesionales
superiores” —categorías donde
los “ganadores” en la sociedad competitiva están grandemente ubicados. Pero en
lo que se describe como “categorías populares”, un término francés para la
gente ordinaria, con menos educación, el voto fue 53% a favor de Le Pen. Y ella
confirmó su posición como candidata favorita de la clase trabajadora, ganando
un 63% de los votos de los obreros.
Nótese que las
“categorías socio-profesionales superiores” es donde la importancia de estos
resultados será definida. Los individuos de esa categoría —periodistas, comentaristas y
personalidades del espectáculo—
están todos en una posición para difundir el concepto de que este voto indica
que los obreros deben ser “racistas”, y por tanto que por poco hemos escapado
de ser dominados por el “fascismo”.
Una de las
muchas cosas raras acerca de la última elección presidencial francesa es el
regocijo entre los “izquierdistas” extranjeros por el hecho de que el candidato
de los ricos derrotó redondamente al candidato de los pobres [lo cual habla enormidades de su honestidad intelectual].
Acostumbraba ser a la inversa, pero eso fue hace mucho tiempo. Estos días, los
ganadores en el juego competitivo se consuelan que moralmente merecen su éxito,
porque están a favor de la diversidad y contra el racismo, mientras que los
menos afortunados, la gente del campo y la clase trabajadora, no merecen mucho
de nada, porque deben ser “racistas” recelosos de la globalización.
El hecho de que
París votó 90% a favor de Macron es natural, considerando que los precios de
los bienes raíces han expulsado de la capital a la clase trabajadora, cuya
población ahora abrumadoramente es lo que se llama “bubo” —la burguesía bohemia, muchos de los
cuáles están empleados en las diversas ramas del negocio de fabricación de la
ideología dominante de los derechos humanos: periodistas, profesores, maestros,
consultores, la industria del entretenimiento. En estos ambientes, difícilmente
alguien incluso se atrevería a decir una palabra positiva de Marine Le Pen.
¿Qué ocurriría si Marine Le Pen hubiese ganado?
Puesto que la
política grandemente es fantasía [¿y la democracia?, apá],
bien podemos tratar de imaginar lo inimaginable: ¿Qué ocurriría si Marine Le
Pen hubiese ganado la elección? Ésta nunca fue una posibilidad realista, pero
vale la pena imaginarla.
Podría haber
tenido uno, tal vez el único, resultado extremadamente positivo: Podría haber
liberado a Francia de su paralizante obsesión con la inexistente “amenaza
fascista”. El fantasma habría sido exorcizado. Si la palabra tiene algún
significado, “fascismo” implica el gobierno de un partido único, mientras que
Marine Le Pen hizo claro su deseo de gobernar mediante una coalición, y
selección al líder de un pequeño partido degaullista, Nicolas Dupont-Aignan,
como su posible primer ministro. ¡Poof! Ningún fascismo. Ese habría sido un
inmensurable beneficio para el debate político en Francia. Al menos los
problemas genuinos pueden importar. Las amenazas
reales podrían ser enfrentadas.
Otra ventaja
habría sido la desaparición del Frente Nacional. Desde que Marine Le Pen asumió
el control del notorio partido fundado por su reaccionario padre, ha mantenido
un precario equilibrio entre dos alas opuestas. Existe el ala derecha en el
sureste, a lo largo de la Riviera, el bastión de Jean-Marie Le Pen, fundador
del partido, una región representada en el parlamento saliente por su conservadora nieta Marion Maréchal Le Pen. En
la antigua región industrial del noreste, entre Arras y Lille, Marine Le Pen ha
construido su propio bastión, como campeona de la ordinaria gente trabajadora,
donde ganó la mayoría de votos en la elección presidencial.
Ésta no es la
única vez en la historia que una heredera se ha ido con la herencia para unirse
a alguien que su padre desaprueba. Todos los que quieren abrazarse a su cómodo
odio del Diablo oficial de la izquierda tienen problemas creyendo que Marine Le
Pen rompió con su reaccionario padre para seguir su propio camino (justo como
los halcones estadounidenses no podrían creer en Gorbachov). Este cambio se
debe a su encuentro con Florian Philippot, un intelectual que renunció a la
capacidad de los socialistas para enfrentar los problemas reales. Marine tiene
las cualidades personales de un líder, y Philippot proveyó la sustancia
intelectual que ella necesitaba. Marine decisivamente ha escogido a Philippot
como su asesor y co-líder a pesar de las quejas de Jean-Marie que ha sido
extraviada por un marxista gay. Si Marine hubiese ganado, su ala izquierda
habría sido reforzada lo suficiente para capacitar a ella y a Philippot para
descartar el Frente Nacional y fundar el nuevo “Partido Patriota”. Sin embargo,
quedando abajo del 40%, ha debilitado su autoridad y debe tratar de mantener
unido su emproblemado partido para ganar asientos en el nuevo parlamento —lo que no será fácil.
Marine Le Pen
habría tratado de poner en vigor medidas para salvar la industria francesa y
los empleos que ésta proporciona, proveer diversos beneficios para la gente de
bajos ingresos, retirarse de la OTAN, y promover un mundo pacífico, comenzando
con relaciones amistosas con Rusia. Ella incluso habría comenzado a preparar a
sus compatriotas para escapar del euro.
Pero no se
preocupen, nada de este programa “fascista” habría podido venir a ocurrir. Si
ella hubiese ganado, bandas de “antifascistas” protestando habrían invadido las
calles, quebrando ventanas y atacando a la policía. El saliente gobierno socialista
estaba preparado para usar el caos resultante como pretexto para permanecer en
el poder el tiempo suficiente para arreglar las elecciones parlamentarias [2],
asegurando que la presidente Marine Le Pen habría sido mantenida bajo control.
Una “revolución de color” estaba lista para ser suscitada. El estado profundo está
vigilante en OTANlandia.
Notas
[1] De acuerdo a la encuesta de
7,752 votantes representativos por Le Figaro/LCI,
http://opinionlab.opinion-way.com/dokumenty/OpinionWay-SondageJourduVote-Tour2Presidentielle20177Mai2017.pdf
[2] “Si Le Pen avaitétéélue… le
plan secret pour ‘protéger la République’”, Le NouvelObservateur, May 17, 2017
http://tempsreel.nouvelobs.com/presidentielle-2017/20170516.OBS9474/si-le-pen-avait-ete-elue-le-plan-secret-pour-proteger-la-republique.html
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