miércoles, 30 de noviembre de 2011

La Dictadura Jacobina de los “Poderes Fuertes”

¿Habrá una Nueva «Vendeè»?
por Roberto de Mattei 14-Nov-11

FUENTE: http://www.corrispondenzaromana.it

 

Los sucesos italianos y en el exterior durante el año que concluye hacen siempre más evidente la presencia de “poderes fuertes”, como ahora se acostumbra decir, que operan tras bambalinas en la escena internacional. Hace tiempo estos poderes eran llamados “fuerzas ocultas”. Hoy no tienen necesidad de esconderse: muestran su rostro y dialogan e interfieren con las instituciones políticas.

Uno de los principales centros de poder es la Banca Central Europea (BCE), con sede en Frankfort, un organismo de carácter privado, con personalidad jurídica propia, encargado de la aplicación de la política monetaria para los diecisiete países de la Unión Europea que se adhieren al “área del euro”. La BCE, ideada por el Tratado de Maastricht, del 07 de Febrero de 1992 e instituida el 01 de Junio de 1998, ha asumido, de hecho, la guía de la política no sólo monetaria sino económica y social europeas, expropiando progresivamente la soberanía de los Estados nacionales en este campo.

En una carta enviada al presidente del Consejo italiano, Silvio Berlusconi, el 05 de Agosto de 2011, Mario Draghi y Jean Louis Trichet, a nombre del Consejo directivo de la BCE, han dictado una agenda precisa al gobierno italiano. No se han limitado a sugerencia y recomendaciones de carácter general, sino han fijado, punto por punto, la política económica y social de nuestro país, indicando como “medidas esenciales”: 1) privatizaciones a gran escala; 2) la reforma del sistema de contrataciones salariales; 3) la revisión de las normas que regulan la asunción y licenciamiento de los dependientes; 4) la modificación del sistema de pensiones; 5) el recorte de los costos del empleo [del sector] público, hasta la reducción de la retribución a los dependientes estatales. Han en fin pedido que tales reglas fuesen tomadas por decreto ley, seguidas de ratificación parlamentaria, auspiciando una reforma constitucional que las haga más incluyentes.

Se puede pensar lo que se quiere con estas medidas económicas y sociales. Es cierto, sin embargo que por primera vez un grupo de eurócratas, independientes del poder político, interviene en modo tan directo e imperativo en la vida pública de nuestro país. ¿Qué ocurre si un gobierno nacional resiste la imposición de estos dictados? Lo hemos visto precisamente en Italia. La BCE es hoy la única institución europea que puede ejercer una prerrogativa típica del estado soberano, como lo es la emisión de moneda. La fuerza de una moneda debería corresponder a la riqueza de un Estado. En realidad la Banca Central, no siendo un Estado, emite moneda e imprime billetes sin producir riqueza. Sin embargo impone a los Estados nacionales, a los que ha prohibido emitir moneda, las reglas para producir la propia riqueza. Si los Estados en dificultades se alinean, la Banca Central les ayuda comprando sus títulos de Estado y disminuyendo de ese modo el endeudamiento. si no obedecen las indicaciones recibidas, la BCE deja de sostenerlos financieramente reduciendo la compra de los mismos títulos del Estado. Ello significa un aumento en el llamado “spread”, que es la diferencia entre el rendimiento de los títulos del Estado alemán (Bund), considerados los más seguros, y los (títulos) italianos (BTP), percibidos como “un riesgo” por los inversionistas. Si el spread aumenta, el Estado italiano se ve obligado a garantizar a sus propios títulos rendimientos más altos, aumentando así su déficit, para ventaja de la especulación de los potentados financieros. Es difícil que en una situación de este tipo un gobierno resista. Ni España, ni Grecia, ni Italia han resistido esa formidable presión. La BCE, en una palabra, “dirige”, y alguna vez provoca, las crisis políticas de los Estados nacionales.

Naturalmente la BCE no opera aislada, sino en connivencia con otros actores: el Fondo Monetario Internacional, las agencias calificadoras, que evalúan la solidez financiera de los estados y gobiernos nacionales, el Eurogrupo, que reúne a los ministros de Economía y de las finanzas de los Estados miembros que han adoptado el Euro. Estas iniciativas se han acordado en lugares discretos, pero ahora evidentes para todos, como los encuentros periódicos del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), de la Comisión Trilateral, del Grupo Bilderberg. Sería simple imaginar que detrás de estas maniobras están Estados nacionales como la Gran Bretaña, los Estados Unidos, Alemania o Francia.

 

El objetivo no declarado de la BCE es precisamente la liquidación de los Estados nacionales.

 

La Unión Europea, presentada como una necesidad económica, ha sido de hecho una precisa elección ideológica. Ella no preveía el nacimiento de un fuerte Estado europeo, sino más bien un no-Estado, policéntrico y caótico, caracterizado por la multiplicación de centros de decisión con tareas complejas y contrastantes. Nos encontramos frente a las transferencias de poder que se dan no hacia una sola institución sino hacia una pluralidad de instituciones internacionales, cuyos alcances permanecen voluntariamente oscuras. Lo que caracteriza a esta situación es la gran confusión de poderes y su conflictividad latente o manifiesta: en una palabra, una ausencia de soberanía tal para exigir se constituya una suprema autoridad mundial. El ex-presidente de la BCE, Trichet, en un discurso dado en Nueva York el 26 de Abril de 2010, en el CFR ha explícitamente evocado la necesidad y urgencia de un súper-gobierno mundial, que fije reglas económicas y financieras para afrontar los lúgubres escenarios de depresión económica.

Esta visión viene de lejos y quiere imponer a la humanidad una “República universal”, directamente incompatible con la Civilización cristiana, en la cual se amalgamarían todos los países de la tierra, realizando así el sueño igualitario de fundir todas las razas, todos los pueblos y todos los Estados. La novela profética de Robert Hugh Benson, El Amo del Mundo (Fede e Cultura, 2011, con prefacio de S.E. Mons. Luigi Negri), muestra cómo esta utopía tecnocrática pueda desposarse con la utopía religiosa del sincretismo. En nombre de este súper-ecumenismo todo viene aceptado excepto la Iglesia católica de la cual se programa su eliminación, luego de la de los Estados nacionales.

La eliminación de la soberanía nacional comporta, como lógica consecuencia, la de la representación política. La última palabra está en los tecnócratas, que no responden ante instituciones representativas, Parlamento y gobiernos, sino a los clubs, logias, grupos de poder, cuyos intereses frecuentemente son opuestos al interés nacional.

Los tecnócratas aspiran a gobernar la emergencia, con leyes de emergencia, que despejen el camino a la dictadura jacobina, como ocurrió en la Revolución francesa. Al jacobinismo se contrapusieron sin embargo, en Francia y en Europa, con éxitos y fracasos, las insurgencias contrarrevolucionarias. ¿Habrá hoy una nueva Vandea en el Viejo continente devastado por los eurócratas?

 

Etiquetas de Technorati: ,,,,

No hay comentarios:

Publicar un comentario