jueves, 1 de junio de 2017

Una mirada más de cerca al resultado de la elección presidencial francesa



¡Todo el Poder a los Bancos! El Régimen ‘Los- ganadores-toman-todo’ de Emmanuel Macron

Por Diana Johnstone                                                                   21-May-17
FUENTE:http://www.globalresearch.ca/all-power-to-the-banks-the-winners-take-all-regime-of-emmanuel-macron/5591208




El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de traducción. Igualmente, lo destacado en amarillo aparece como texto normal en el original.
Un fantasma del pasado fue el verdadero ganador de la elección presidencial francesa. Emmanuel Macron ganó solamente porque una mayoría sintió que tenía que votar contra el fantasma del “fascismo” supuestamente personificado por su oponente Marine Le Pen. Sea por pánico o por la necesidad de sentirse respetables, los franceses votaron 2 a 1 en favor de un hombre cuyo progra-ma la mayoría de ellos ignoraba o le disgustaba. Ahora se han atado a él durante 5 años.
Si la gente hubiera votado sobre los problemas, la mayoría jamás habría elegido a un hombre representando la élite trans-atlántica totalmente comprometida a la “globalización”, utilizando cualquier cosa que haya sido dejado al poder de los gobiernos nacionales para debilitarlos aún más, entregando la toma de decisiones a “los mercados” esto es, al capital internacional, administrado por los principales bancos e instituciones financieras, particularmente los localizados en USA, tales como Goldman-Sachs.
La importancia de esta elección está tan ampliamente malrepresentada que la clarificación requiere una completa explicación, no solamente del proyecto Macron, sino de lo que habría significado la (imposible) elección de Marine Le Pen.

De un Sistema de Dos Partidos al de Un Partido
Pese a la naturaleza multipartidaria de las elecciones francesas, durante la pasada generación Francia ha sido regida esencialmente por un sistema de dos partidos, con el poder gubernamental alternando entre el Partido Socialista, aproximadamente el equivalente del Partido Demócrata de USA, y un partido heredado de la tradición degaullista que ha pasado a través de varios cambios de nombre antes de establecerse en el actual al autodenominarse Les Républicains (LR), en obvia imitación de USA. Durante décadas, no ha habido nada de “socialista” en el Partido Socialista y nada de degaullista en Los Republicanos. En realidad, ambos han adoptado políticas económicas neoliberales, o más precisamente, han seguido las directivas de la Unión Europea requiriendo que los estados miembros adopten políticas económicas neoliberales. Especialmente desde la adopción de la moneda común, el euro, hace poco más de 15 años, esas políticas han llegado a ser tangiblemente dañinas para Francia, acelerando su desindustrialización, la ruina de sus agricultores y el creciente endeudamiento del Estado con los bancos
privados.

Esto ha tenido inevitables repercusiones políticas. La reacción más simple ha sido la difundida reacción contra ambos partidos por continuar impulsando las mismas políticas impopulares. La reacción más reflexiva ha sido comenzar a darse cuenta que es la Unión Europea la que impone este impopular conformismo económico.
Para calmar las crecientes críticas a la Unión Europea, la bien aceitada máquina de Macron, llamada “En Marcha!”, ha explotado la reacción popular contra ambos partidos gobernantes. Ha quebrado y absorbido grandes partes de ambos, en un obvio movimiento para convertir a En Marcha! en un único partido pesca-todo leal a Macron.
La destrucción del Partido Socialista fue fácil. Puesto que el gobierno “socialista” era tan impopular que no podía tener la esperanza de ganar, fue fácil atraer a prominentes miembros de ese partido a saltar del barco que naufragaba y hacer campaña por Macron, quien había sido ministro de economía en ese gobierno impopular, pero que fue promocionado por todos los medios como “nuevo” y “anti-sistema”.
Debilitar a Los Republicanos fue más complicado. Gracias a la profunda impopularidad del saliente gobierno socialista, el candidato republicano, François Fillon, parecía un seguro ganador. Pero a pesar de sus políticas económicas pro-negocios, a Fillon aún le importaba preservar Francia y favorecía una política exterior incluyendo buenas relaciones con Rusia. No se sabe quien escarbó viejos registros para salir con información respecto a tareas fingidas que Fillon dio a su esposa e hijos en los años pasados, y cómo fueron pasados al semanario [satírico] Canard Enchainé para darlos a conocer en un momento crítico de la cam-paña. El alboroto ahogó los problemas. Para un electoral ya receloso de los “políticos del establishment”, estas revelaciones fueron fatales. La impresión de que “los políticos son todos corruptos” [fue un factor] en las manos de Emmanuel Macron, demasiado joven para haber hecho cualquier cosa peor que ganar unos rápidos millones durante su paso a través del Banco Rothschild, y no hubo nada ilegal en eso.
En Francia, la elección presidencial es seguida por las elecciones parlamentarias, que normalmente dan una mayoría al partido del  recién electo presidente. Pero Macron no tuvo partido, así que está creando uno para la ocasión, formado por desertores de los principales partidos derrotados así como también de su propia innovación, candidatos de la “sociedad civil”, sin experiencia política, pero leales a él en lo personal. Estos novatos de la “sociedad civil” tienden a ser individuos exitosos, ganadores en el juego de la competencia globalizada, que no tendrán problemas en votar medidas anti-trabajadores. Macron así está confirmando la antigua afirmación de Marine Le Pen de que los dos grandes partidos eran realmente un único grandote partido, cuyas diferencias retóricas enmascaraban su convergencia política.
La victoria de Macron desmoralizó a los republicanos. Debilitándolos más, Macron nombró a un republicano, Edouard Philippe, como su Primer Ministro, en un gobierno con 4 socialistas y 2 republicanos, junto con sus propias selecciones de la “sociedad civil”.

Transformando Francia
Macron ganó en parte porque los votantes de más edad en particular se asustaron por las insinuaciones de sus oponentes de dejar la Unión Europea, a la que han sido adoctrinados de considerar como necesaria para impedir la renovación de las viejas guerras de Europa. Pero solamente el histérico miedo anti-fascista puede explicar por qué los supuestos “revolucionarios” izquierdistas tales como François Ruffin, conocido por su exitosa película anti-capitalista “Gracias Patrón”, podrían unirse en estampida para votar por Macron prometiendo “oponérsele más tarde”. Pero ¿cómo?
Más tarde, luego de cinco años de Macron, la oposición puede ser más dura que nunca. En décadas recientes, a medida que la manufactura se traslada a países de bajos salarios, incluyendo miembros de la UE tales como Polonia y Rumanía, Francia ha perdido un 40% de su industria. La pérdida de industria significa pérdida de empleos y menos trabajadores. cuando la industria ya no es esencial, los trabajadores han perdido su poder clave: hacer huelgas para parar la industria. Actualmente los trabajadores desesperados en la declinante industria automotriz en Francia central están amenazando con volarla a menos que el gobierno tome medidas para salvar sus empleos. Pero la violencia es impotente cuando no tiene una etiqueta de costo.
Emmanuel Macron ha dicho que él quiere pasar solamente un corto tiempo en la vida política, antes de regresar al negocio. Tiene una misión, y tiene prisa. Si gana una mayoría absoluta en las elecciones parlamentarias de Junio, tendrá mano libre para gobernar por 5 años. Él quiere decir que usará ese período no para “reformar” el país, como lo pusieron sus predecesores, sino para “transformar” Francia en un tipo diferente de país. Si logra su propósito, en 5 años Francia ya no será una nación soberana, sino una confiable región en una Unión Europea federalizada, siguiendo una rigurosa política económica hecha en Alemania por los banqueros [nótese la mimetización del BCE, como si fueran alemanes] y una belicosa política exterior hecha en Washington por los neocons [Ídem, aunque en el fondo, no sirvan a USA].
Como es usual, el primer movimiento del recién electo presidente francés fue apresurarse a Berlín para afirmar su lealtad a la crecientemente desbalanceada “asociación franco-alemana”. Fue muy bienvenido por la canciller Angela Merkel, gracias a su clara determinación de poner en vigor las medidas de austeridad demandadas por los amos presupuestales de Frankfurt. Macron espera que su obediencia fiscal sea recompensada por un consentimiento alemán para un fondo europeo de inversión para estimular el crecimiento económico, pero esto implica un grado de federalismo que los alemanes [really?] “cuentachiles” muestran pocos signos de aceptar.
Primero que todo, él ha prometido completar el desmantelamiento del código laboral francés, que ofrece diversas protecciones a los trabajadores. Esto debería ahorrar dinero a los empleadores y al gobierno. Para Macron, la ruina de la industria y la agricultura francesas parecen ser pasos bienvenidos hacia una economía de iniciativa individual, simbolizada por empresas de nueva creación.
El programa de Macron equivale a una profunda transformación ideológica del ideal francés de égalité, igualdad, de un concepto horizontal, significando iguales beneficios para todos, al ideal vertical de “igualdad de oportunidades”, significando la teórica oportunidad de cada individuo de elevarse sobre los demás. Éste es un ideal fácilmente aceptado en USA con su antiguo mito del hombre artífice de su propio éxito. Los franceses tradicionalmente han sido suficientemente lógicos como para entender que no todos pueden elevarse sobre los demás.
La igualdad horizontal en Francia primariamente ha significado redistribución institucional de la riqueza vía el acceso universal a los beneficios del cuidado sanitario, pensiones, comunicaciones y facilidades de transporte, asignaciones para familias criando niños, seguro de desempleo, educación gratuita en todos los niveles. Estos son los beneficios que están bajo amenaza de la Unión Europea en diversas manera. Un modo es la imposición de reglas de “competencia” que imponen la privatización y favorecen las compras extranjeras que transforman los servicios públicos en buscadores-de-utilidades. Otro es la imposición de restricciones al presupuesto público junto con la obligación del Estado de buscar préstamos privados, incrementando su deuda, y la pérdida de ingreso fiscal que todo eso terminará convirtiendo al Estado demasiado pobre para continuar proporcionando tales servicios.
Muy pocos franceses querrían renunciar a tal igualdad horizontal a cambio del privilegio de esperar convertirse en milmillonarios.
Macron está suficientemente americanizado, o, para ser más precisos, globalizado, para haber declarado que “no existe tal cosa llamada cultura francesa”. Desde su punto de vista Francia es solamente un lugar abierto a diversas culturas, así como a los inmigrantes y por supuesto al capital extranjero. Claramente ha señalado su rechazo a la independencia de Francia en el campo de la política exterior. A diferencia de sus principales rivales, quienes todos llamaron a mejorar las relaciones con Rusia, Macron se hace eco de la línea rusofóbica de los neocons. Ha roto la tradición de su inauguración paseando en los Campos Elíseos en un vehículo militar. Un cambio de tono está indicado por sus nominaciones al gabinete. El título del nuevo ministro de relaciones exteriores, Jean-Yves Le Drian, que sirvió como ministro de defensa en el gobierno de Hollande, es “Ministro de Europa y de Relaciones Exteriores”, claramente dando preferencia a Europa en el asunto. Sylvie Goulard, una ardiente europeísta que ha señalado que “ella no se siente francesa”, ha sido nombrada Ministro de Ejércitos y Ministro de Defensa. Claramente la defensa nacional es un ocurrencia tardía, cuando la idea principal es desplegar las fuerzas armadas en las diversas intervenciones occidentales conjuntas.

Oposición Dividida
A menos que las elecciones parlamentarias de Junio produzcan deslumbrantes sorpresas, la oposición al partido-controla-todo de Macron parece débil y fatalmente dividida. El Partido Socialista casi ha desaparecido. Los Republicanos están profundamente desestabilizados. La genuina oposición al régimen de Macron solamente puede basarse en la defensa de los intereses franceses contra los dictados económicos de la UE, comenzando con el euro, que impide al país perseguir una política económica y exterior independiente. En resumen, la genuina oposición debe ser “soberanista”, interesada en preservar la soberanía francesa.
Dos fuertes personalidades emergieron de la elección presidencial como potenciales líderes de la oposición: Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen. Pero ellos están drásticamente divididos.
Mélenchon hizo una campaña espectacularmente popular, dejando muy atrás al Partido Socialista (el partido que abandonó hace años). Inicialmente, a medida que parecía que estaba quitándoles votos a Le Pen y a los Socialistas, recibió una amistosa cobertura mediática, pero a medida que estuvo más cerca de llegar a la decisiva segunda ronda, el tono comenzó a cambiar. Justo como Le Pen fue finalmente eliminada como una “fascista”, hay poca duda que si Mélenchon hubiese sido el retador de Macron, él habría sido crecientemente denunciado como “comunista”.
Mélenchon es suficientemente inteligente como para haberse dado cuenta que las políticas sociales que él respalda no pueden ser logradas a menos que Francia recupere el control de su moneda. Por tanto, tomó una posición tanto contra la OTAN como contra el euro. Así lo hizo Marine Le Pen. Mélenchon quedó abochornado por la semejanza entre sus dos programas [¿víctima de las etiquetas? ¿tan poco criterio tiene?], y contrario a los otros candidatos eliminados, se abstuvo de respaldar a Macron, llamando en cambio a su movimiento, la Francia Insumisa, a escoger entre Macron y la abstención [¿no sería esto un “acuerdo en lo oscurito”?, porque como dijo aquél, «uno nunca no sabe»]. Finalmente, 25% de los votantes de Mélenchon se abstuvieron en la segunda ronda, pero 62% votaron por Macron casi exclusivamente motivados por la alegada necesidad de “detener el fascismo”. Eso se compara con los resultados finales totales de 66% para Macron y 34% para Le Pen.
Esa votación confirmó la imposibilidad de formar una oposición soberanista unificada y permite a Marine Le Pen reforzar su alegato de ser la líder de una genuina oposición a Macron. Ella ha admitido sus propios errores en la campaña, particularmente en su debate con Macron, quien la doblegó con su arrogante desempeño como experto económico. Pero a pesar de su mero 34%, retiene la base más leal de partidarios en una escena cambiante. El problema para Mélenchon es que su electorado es más variable.
Pese a su llamativo atractivo para la “juventud”, Macron fue elegido por la gigantesca población de más edad en Francia. Entre los votantes de más de 65, el ganó 80% contra 20% para Le Pen. Marine Le Pen la hizo mejor con el grupo más joven, entre 18 y 24, ganando 44% contra 56% de Macron [i].
Las diferencias también fueron significativas entre categoría socio-profesionales. Macron ganó un enorme 83% de los votos que venían de las “categorías socio-profesionales superiores” categorías donde los “ganadores” en la sociedad competitiva están grandemente ubicados. Pero en lo que se describe como “categorías populares”, un término francés para la gente ordinaria, con menos educación, el voto fue 53% a favor de Le Pen. Y ella confirmó su posición como candidata favorita de la clase trabajadora, ganando un 63% de los votos de los obreros.
Nótese que las “categorías socio-profesionales superiores” es donde la importancia de estos resultados será definida. Los individuos de esa categoría periodistas, comentaristas y personalidades del espectáculo están todos en una posición para difundir el concepto de que este voto indica que los obreros deben ser “racistas”, y por tanto que por poco hemos escapado de ser dominados por el “fascismo”.
Una de las muchas cosas raras acerca de la última elección presidencial francesa es el regocijo entre los “izquierdistas” extranjeros por el hecho de que el candidato de los ricos derrotó redondamente al candidato de los pobres [lo cual habla enormidades de su honestidad intelectual]. Acostumbraba ser a la inversa, pero eso fue hace mucho tiempo. Estos días, los ganadores en el juego competitivo se consuelan que moralmente merecen su éxito, porque están a favor de la diversidad y contra el racismo, mientras que los menos afortunados, la gente del campo y la clase trabajadora, no merecen mucho de nada, porque deben ser “racistas” recelosos de la globalización.
El hecho de que París votó 90% a favor de Macron es natural, considerando que los precios de los bienes raíces han expulsado de la capital a la clase trabajadora, cuya población ahora abrumadoramente es lo que se llama “bubo” la burguesía bohemia, muchos de los cuáles están empleados en las diversas ramas del negocio de fabricación de la ideología dominante de los derechos humanos: periodistas, profesores, maestros, consultores, la industria del entretenimiento. En estos ambientes, difícilmente alguien incluso se atrevería a decir una palabra positiva de Marine Le Pen.

¿Qué ocurriría si Marine Le Pen hubiese ganado?
Puesto que la política grandemente es fantasía [¿y la democracia?, apá], bien podemos tratar de imaginar lo inimaginable: ¿Qué ocurriría si Marine Le Pen hubiese ganado la elección? Ésta nunca fue una posibilidad realista, pero vale la pena imaginarla.
Podría haber tenido uno, tal vez el único, resultado extremadamente positivo: Podría haber liberado a Francia de su paralizante obsesión con la inexistente “amenaza fascista”. El fantasma habría sido exorcizado. Si la palabra tiene algún significado, “fascismo” implica el gobierno de un partido único, mientras que Marine Le Pen hizo claro su deseo de gobernar mediante una coalición, y selección al líder de un pequeño partido degaullista, Nicolas Dupont-Aignan, como su posible primer ministro. ¡Poof! Ningún fascismo. Ese habría sido un inmensurable beneficio para el debate político en Francia. Al menos los problemas genuinos pueden importar. Las amenazas reales podrían ser enfrentadas.
Otra ventaja habría sido la desaparición del Frente Nacional. Desde que Marine Le Pen asumió el control del notorio partido fundado por su reaccionario padre, ha mantenido un precario equilibrio entre dos alas opuestas. Existe el ala derecha en el sureste, a lo largo de la Riviera, el bastión de Jean-Marie Le Pen, fundador del partido, una región representada en el parlamento saliente por su  conservadora nieta Marion Maréchal Le Pen. En la antigua región industrial del noreste, entre Arras y Lille, Marine Le Pen ha construido su propio bastión, como campeona de la ordinaria gente trabajadora, donde ganó la mayoría de votos en la elección presidencial.
Ésta no es la única vez en la historia que una heredera se ha ido con la herencia para unirse a alguien que su padre desaprueba. Todos los que quieren abrazarse a su cómodo odio del Diablo oficial de la izquierda tienen problemas creyendo que Marine Le Pen rompió con su reaccionario padre para seguir su propio camino (justo como los halcones estadounidenses no podrían creer en Gorbachov). Este cambio se debe a su encuentro con Florian Philippot, un intelectual que renunció a la capacidad de los socialistas para enfrentar los problemas reales. Marine tiene las cualidades personales de un líder, y Philippot proveyó la sustancia intelectual que ella necesitaba. Marine decisivamente ha escogido a Philippot como su asesor y co-líder a pesar de las quejas de Jean-Marie que ha sido extraviada por un marxista gay. Si Marine hubiese ganado, su ala izquierda habría sido reforzada lo suficiente para capacitar a ella y a Philippot para descartar el Frente Nacional y fundar el nuevo “Partido Patriota”. Sin embargo, quedando abajo del 40%, ha debilitado su autoridad y debe tratar de mantener unido su emproblemado partido para ganar asientos en el nuevo parlamento lo que no será fácil.
Marine Le Pen habría tratado de poner en vigor medidas para salvar la industria francesa y los empleos que ésta proporciona, proveer diversos beneficios para la gente de bajos ingresos, retirarse de la OTAN, y promover un mundo pacífico, comenzando con relaciones amistosas con Rusia. Ella incluso habría comenzado a preparar a sus compatriotas para escapar del euro.
Pero no se preocupen, nada de este programa “fascista” habría podido venir a ocurrir. Si ella hubiese ganado, bandas de “antifascistas” protestando habrían invadido las calles, quebrando ventanas y atacando a la policía. El saliente gobierno socialista estaba preparado para usar el caos resultante como pretexto para permanecer en el poder el tiempo suficiente para arreglar las elecciones parlamentarias [2], asegurando que la presidente Marine Le Pen habría sido mantenida bajo control. Una “revolución de color” estaba lista para ser suscitada. El estado profundo está vigilante en OTANlandia.



Notas
[1] De acuerdo a la encuesta de 7,752 votantes representativos por Le Figaro/LCI, http://opinionlab.opinion-way.com/dokumenty/OpinionWay-SondageJourduVote-Tour2Presidentielle20177Mai2017.pdf
[2] “Si Le Pen avaitétéélue… le plan secret pour ‘protéger la République’”, Le NouvelObservateur, May 17, 2017 http://tempsreel.nouvelobs.com/presidentielle-2017/20170516.OBS9474/si-le-pen-avait-ete-elue-le-plan-secret-pour-proteger-la-republique.html

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