jueves, 6 de agosto de 2020

Otro mito más

El Sionismo Liberal Inicia la Jornada hacia la Solución de un Solo Estado

Peter Beinart, un guía para los judíos estadounidenses, ha provocado una tormenta al renunciar a la solución de dos estados y conminar la igualdad para todos

Por Jonathan Cook                                                                                   18-Jul-20

FUENTE: https://dissidentvoice.org/2020/07/liberal-zionism-begins-the-journey-towards-a-one-state-solution/#more-106891

 

 

El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de traducción. Igualmente lo destacado en amarillo, aparece como texto simple en el original.

Peter Beinart [n. en 1971], un influyente comentarista liberal sobre Israel y el sionismo, dio un golpe muy grande en un avispero este mes al admitir que finalmente había abandonado su tan apreciado compromiso con una solución de dos estados.

Descrito de diversas maneras como el "papa del sionismo liberal" y un "referente para la comunidad judía estadounidense", Beinart rompió filas en dos ensayos. Escribiendo en el New York Times y en la revista Jewish Currents, abrazó la idea de la igualdad para todos: israelíes y palestinos.

Beinart concluyó:

La dolorosa verdad es que el proyecto al que los sionistas liberales como yo [este mito es como hablar de “(ku klux) klaners liberales”] nos hemos dedicado durante décadas, un estado para los palestinos separados de un estado para los judíos, ha fracasado [y después de todas esas décadas, resulta extraño que hayan logrado solo una mitad de su propósito]... Es hora de que los sionistas liberales abandonen el objetivo de la separación entre judíos y palestinos y adopten el objetivo de la igualdad entre judíos y palestinos.

Del mismo modo, el artículo del Times estaba titulado: "Ya no creo en un estado judío". El punto principal de Beinart que un compromiso con Israel ahora es [¿cómo ahora? SIEMPRE ha sido] totalmente incompatible con un compromiso con la igualdad para los habitantes de la región, es un potencial golpe de martillo para las ilusiones de los judíos liberales en USA [Netanyahu desde siempre ha estado contra el tiempo: no le conviene un solo estado porque en poco tiempo los palestinos superarían en número a los judíos; pero tampoco quiere dos estados porque ambiciona exterminarlos o expulsarlos y quedarse con todo el territorio].


Un largo viaje

Su declaración es la aparente culminación de un largo viaje intelectual y emocional que Beinart ha llevado a cabo ante los ojos del público, un viaje que muchos judíos liberales estadounidenses han realizado con él [viaje en el que hasta ahora, a juzgar por los resultados, han estado dando acelerones en neutral].

Alguna vez el favorito del establecimiento liberal belicista en Washington, apoyó el ataque ilegal contra Irak en 2003. Tres años más tarde, escribió un libro en gran parte impenitente titulado El Buen Combate: Por Qué los liberales y Solo Ellos Pueden Ganar la Guerra al Terror y hacer USA Grande de Nuevo.

No hay una publicación de peso pesado en USA que no haya albergado sus pensamientos. La revista Foreign Policy lo ubicó entre los 100 mejores pensadores mundiales [«asinus asinum fricat»] en 2012.

Pero su enamoramiento con Israel y el sionismo ha estado agriándose durante años. Hace una década, publicó un ensayo seminal sobre cómo los jóvenes judíos estadounidenses estaban cada vez más alienados de sus principales organizaciones de liderazgo, que criticaba por adorar en el altar de Israel incluso cuando los gobiernos israelíes daban tumbos cada vez más hacia la derecha. Su argumento más tarde formó la base de un libro, La Crisis del Sionismo.

Las tensiones que articuló finalmente explotaron en una confrontación física en 2018, cuando fue detenido en el aeropuerto principal de Israel y casi se le niega la entrada en función de sus opiniones políticas.

Beinart no solo ha escrito cáusticamente sobre la ocupación una desviación bastante cómoda para la mayoría de los sionistas liberales sino que también ha centrado cada vez más su atención en el comportamiento de Israel hacia su gran minoría palestina, uno de cada cinco de la población.

El reconocimiento del racismo estructural hacia estos 1.8 millones de ciudadanos palestinos, un grupo cuya identidad se suele pasar por alto como "árabes israelíes", fue una clara señal de que había comenzado a hurgar en los oscuros recovecos del sionismo, áreas que evita la mayoría de sus colegas.

 

Decepción y desconfianza

Los dos ensayos de Beinart han sido recibidos con vacilación por algunos de los que podrían considerarse aliados naturales.

Comprensiblemente, algunos palestinos encuentren razones para desconfiar de la continua descripción de Beinart de sí mismo como sionista, incluso si ahora es una cultural más que política. También se resienten de una continua mentalidad colonial occidental que muy tardíamente se interesa por la igualdad de los palestinos solo porque un prominente judío liberal adopta la causa [aparte de Beinart, ¿quién más?].

El lenguaje de Beinart también es problemático para muchos palestinos. No menos importante, enmarca el problema como uno entre palestinos y judíos, lo que implica que los judíos en todas partes todavía tienen un reclamo colonial sobre las tierras históricas de Palestina, más bien que los que viven hoy allí como israelíes.

Del mismo modo, entre muchos antisionistas, existe la desilusión de que Beinart no haya ido más allá y prescriba explícitamente un solo estado democrático del tipo que actualmente está promoviendo en la región un pequeño [tan pequeño que ésta es la primera noticia de su existencia; probablemente 1+0] pero creciente número de israelíes y palestinos [2+0].

 

Probado hasta el punto de ruptura

Pero la importancia de la intervención de Beinart reside en otra parte. Él no es la primera figura judía prominente que públicamente le da la espalda a la idea de un estado judío. En particular, el fallecido historiador Tony Judt [1948-2010] hizo lo mismo, con gran alboroto, en un ensayo de 2003 publicado por New York Review of Books. Llamó a Israel un "anacronismo".

Pero Judt había sido asociado principalmente con sus contribuciones para comprender la historia europea, no el sionismo o Israel. Y su ensayo llegó a un momento histórico muy diferente, cuando israelíes y judíos en el extranjero estaban cada vez más arraigados en su sionismo. Los Acuerdos de Oslo se habían vuelto irrelevantes a la altura de un levantamiento palestino [más bien, gracias al encumbramiento de Ariel Sharon y B. Netanyahu].

Los artículos de Beinart han llegado en un momento problemático para su audiencia principal. El principio más fundamental del sionismo liberal que un estado judío es necesario, rayando en lo sagrado ya se está poniendo a prueba hasta el punto de ruptura.

El detonante de los artículos es la amenaza muy tangible del gobierno del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, respaldado por la Casa Blanca de Trump, de anexar franjas de Cisjordania.

 

Una pobre coartada perdida

La importancia de la posición de Netanyahu sobre la anexión, como ha señalado el abogado israelí de derechos humanos Michael Sfard, depende no solo de si la anexión se realiza en el terreno, ahora o más tarde. La declaración en sí cruza un Rubicón.

Netanyahu y la facción derechista que ahora controlan a Israel sin oposición han dejado en claro que no consideran que la ocupación sea un acuerdo temporal que finalmente se resolverá en las conversaciones de paz.

El intento de anexión, sea que USA permita o no ese movimiento, ahora contamina todo lo que Israel hace en los territorios ocupados. Prueba sin lugar a dudas incluso para los judíos liberales que han estado viviendo en una profunda negación que el objetivo de Israel es apoderarse [léase, robar] permanentemente de los territorios ocupados.

Eso, a su vez, significa que Israel solo tiene dos enfoques posibles para las poblaciones palestinas que viven en esos territorios en tanto les niegue la igualdad: puede llevar a cabo operaciones de limpieza étnica para expulsarlos o gobernarlos de manera formal y explícita en un esquema de segregación. Eso puede no constituir una gran diferencia tangible en el terreno, pero marca un radical cambio legal.

La ocupación, por fea que sea, no infringe el derecho internacional, aunque pueden violarlo las acciones relacionadas, como la construcción de asentamientos. Esto permitió a muchos judíos liberales, como Beinart, una pequeña manta [en realidad, más pequeña que un nanokini] de confort a la que se han aferrado firmemente durante décadas.

Cuando se los cuestionaba sobre el comportamiento de Israel, siempre podían afirmar que la ocupación terminaría algún día, que las conversaciones de paz estaban a la vuelta de la esquina, que la partición era posible si solo los palestinos estuvieran dispuestos a comprometerse un poco más.

Pero con su plan de anexión, Netanyahu arrancó esa manta de confort de sus garras y la rompió en pedazos. La limpieza étnica y el apartheid son crímenes de lesa humanidad. Sin peros, ni salvedades. Como señala Sfard: "Una vez que Israel comenzó a luchar oficialmente por la anexión es decir, por perpetuar su gobierno por la fuerza perdió esta pobre coartada".

 

Estado del apartheid

Sfard hace otra importante observación legal en un informe escrito para el grupo de derechos humanos Yesh Din. Si Israel decide instituir un régimen de apartheid en partes de Cisjordania ocupada ya sea formalmente o mediante una anexión legal progresiva, como lo está haciendo ahora ese régimen no termina en las fronteras de Cisjordania. Significaría que "el régimen israelí en su totalidad es un régimen de apartheid. Que Israel es un estado del apartheid".

Por supuesto, uno debería ser ciego para no haber entendido que esto era a donde siempre se dirigía el sionismo político aún más después de la guerra de 1967, cuando las acciones de Israel revelaron que no tenía intención de devolver los territorios palestinos que había confiscado.

Pero la condición liberal sionista era precisamente una de ceguera voluntaria. Cerró los ojos con fuerza y ​​no vio maldad, incluso cuando Israel envileció la vida palestina allí durante más de medio siglo. Mirando hacia atrás, Beinart reconoce su propia credulidad autoinfligida. "En la práctica, Israel anexó Cisjordania hace mucho tiempo", escribe en el New York Times.

En sus dos artículos, Beinart niega a los judíos liberales el único camino que todavía les queda para justificar la opresión palestina. Argumenta que aquellos decididos a apoyar a un estado judío, haga lo que haga, están proyectando sus propios temores no resueltos, posteriores al Holocausto, sobre los palestinos.

En la imaginación sionista, según Beinart, los palestinos han sido reinventados como herederos de los nazis. Como resultado, la mayoría de los judíos han sido manipulados para enmarcar el colonialismo de los colonos de Israel en términos de suma cero como una batalla de vida-o-muerte. De esa manera, han podido disculpar el perpetuo abuso de los palestinos por parte de Israel.

O como dice Beinart: "A través de un juego de manos histórico que convierte a los palestinos en nazis, el miedo a la aniquilación ha llegado a definir lo que significa ser un judío auténtico" [seguramente debe ser aterrador para los soldados israelíes armados con tanques y ametralladoras, enfrentarse a palestinos armados con piedras o simples resorteras]. Agrega que el "trauma judío", no el comportamiento palestino, ha terminado en "la descripción de los palestinos como compulsivos anti-judíos".

 

Forzado a elegir

La anexión ha obligado a Beinart a enfrentar ese trauma y a ir más allá. Quizás no sea sorprendente que la mayoría de los partidarios de Israel hayan sido reacios a seguir su ejemplo o descartar sus ilusiones reconfortantes. Algunos están haciendo berrinches, otros enfurruñados en la esquina [y la mayoría, fingiéndose con Alzheimer; que es mucho más cómodo].

La derecha sionista y la corriente principal han descrito a Beinart como un traidor, un judío que se odia a sí mismo y un colaborador con el terrorismo palestino. David Weinberg, del Instituto de Estrategia y Seguridad de Jerusalén, llamó a Beinart "un cómplice para los enemigos de Israel" que "secreta veneno".

Dan Shapiro, ex embajador de USA en Israel, describió la defensa de la igualdad de Beinart como un "desastre en potencia", mientras que Dani Dayan, cónsul general de Israel en Nueva York, acusó a Beinart de querer que Israel "caiga muerto".

El establecimiento sionista liberal no ha estado menos desconcertado. Aaron David Miller, un ex enviado de USA en el Medio Oriente, advirtió que la receta de Beinart era "una ilusión ligada a una fantasía envuelta en una imposibilidad" [justo ésa es la descripción de la “solución” de los dos estados].

Y el amigo de Beinart, Jeremy Ben Ami, jefe del grupo de presión de dos estados J Street, arrebató los restos harapientos de la manta de la comodidad, argumentando que las conversaciones de paz serían revividas eventualmente [en año 6110, por la mañana]. En una desviación estándar sionista, Ben Ami agregó que Israel no era diferente de USA en estar "lejos de ser perfecto".

Pero para comprender cuán rápido puede desmoronarse el razonamiento sionista liberal, vale la pena centrarse en una crítica de los artículos de Beinart del sionista liberal interno del periódico israelí Haaretz, Anshel Pfeffer.

 

Colapso del apoyo

Pfeffer presenta dos argumentos muy poco convincentes para evadir la lógica de Beinart. En primer lugar, afirma que una solución de un solo estado de cualquier variedad es imposible porque no hay apoyo entre palestinos e israelíes. Es, argumenta, una presunción que Beinart ha absorbido de judíos y palestinos en USA.

Pasemos por alto el obvio error de Pfeffer al ignorar el hecho de que ya existe un solo estado un Gran Israel en el que los palestinos han estado viviendo durante décadas bajo un sistema altamente beligerante de apartheid, mezclado con una limpieza étnica progresiva. Aún así, sus afirmaciones sobre dónde se encuentra actualmente la opinión pública israelí y palestina son completamente engañosas, al igual que su suposición sobre cómo el ataque de Beinart al sionismo liberal puede afectar las posibilidades regionales.

Las opiniones de los palestinos en los territorios ocupados (Pfeffer, por supuesto, ignora las opiniones de los refugiados) han experimentado un cambio radical y rápido. El apoyo para la solución de dos estados se ha derrumbado. Esto está lejos de sorprender, dado el actual contexto político.

Entre los palestinos, hay signos de exasperación y un reflejo de la intransigencia judía israelí. En una encuesta reciente, la mayoría de los encuestados palestinos exigieron el retorno de toda Palestina histórica. Lo que se puede inferir de este resultado probablemente no sea mucho más que la tendencia humana de mostrar valentía cuando se enfrenta a un matón altamente codicioso.

De hecho, cada vez más palestinos entienden que si quieren terminar con la ocupación y el apartheid, deberán derrocar a sus líderes transigentes en la Autoridad Palestina (AP) [conforme a esa lógica es de suponerse que si Beinart y demás quieren terminar esa ocupación y el apartheid, debieran derrocar a sus líderes intransigentes], efectivamente el contratista de seguridad local de Israel. Es un levantamiento contra la AP, no las encuestas, lo que sellará el destino de la solución de dos estados. ¿Qué puede inspirar a los palestinos a asumir el riesgo de una confrontación importante con sus líderes?

Una parte importante, aunque pequeña, será la comprensión de los palestinos [¡qué raro! Todos los cambios deben efectuarlos los palestinos] de cómo se recibirá en el extranjero un cambio de una lucha por la estatalidad a una lucha por la igualdad de derechos en un solo estado. La opinión judía liberal en USA será fundamental para cambiar tales percepciones y Beinart acaba de colocarse en el centro de ese debate.

 

Viaje a la "autoinmolación"

Mientras tanto, la mayoría de los judíos israelíes apoyan el Gran Israel o una solución de dos estados "al final del arco iris", una en la que a los palestinos se les niegue cualquier soberanía significativa. Lo hacen por una buena razón, porque cualquiera de las opciones perpetúa el status quo de un solo estado en el que ellos [y solo ellos] prosperan a un alto costo para los palestinos. La falsa solución de dos estados los privilegia [pues la falsa solución de un solo estado, extrañamente, también los ha privilegiado], tal como los bantustanes alguna vez hicieron a los sudafricanos blancos.

La visión de los judíos israelíes cambiará, tal como lo hicieron los sudafricanos blancos, cuando sufran un entorno internacional más severo y el cálculo costo-beneficio resultante tenga que ser ajustado.

En ese sentido, el problema no es lo que los judíos israelíes piensan ahora [nótese que el problema NO está en los judíos israelíes], cuando son consentidos sin fin, sino lo que los patrocinadores de Israel principalmente USA eventualmente exijan. Por eso no se puede descartar la influencia de Beinart en el pensamiento de los judíos liberales estadounidenses. A largo plazo, lo que insistan puede resultar críticamente importante.

Por eso, los críticos más duros de Beinart, al atacar sus dos ensayos, también advirtieron sobre la dirección actual de viaje.

Jonathan Tobin, editor del Jewish News Syndicate, argumentó que los puntos de vista de Beinart eran "indicativos de la crisis de fe en gran parte de los judíos estadounidenses". Weinberg describió los dos ensayos como "aterradores" porque trazaron el "viaje intelectual de los judíos liberales hacia el antisionismo y la autoinmolación".

Ambos entienden que, si los judíos liberales abandonan el sionismo, una pierna del taburete israelí desaparecerá.

 

Parodiado como utopismo

El otro problema que Pfeffer destaca inadvertidamente con el sionismo liberal está contenido en su burlona desestimación de la afirmación de Beinart de que la justificación de un "hogar judío" necesita estar enraizada en la moralidad.

Pfeffer se ríe de esto como utopismo [y sexo oral], argumentando que la existencia de Israel siempre ha dependido de lo que vagamente llama "pragmatismo". Lo que quiere decir, una vez que se elimina el eufemismo, es que Israel siempre ha seguido una política de "el poder [judío] es correcto".

Pero la sugerencia de Pfeffer de que Israel tampoco necesita dar forma a una narrativa moral sobre sus acciones, incluso si esa narración no guarda relación con la realidad, es evidentemente inverosímil.

Israel no se ha basado únicamente en su propio poder. Ha necesitado el patrocinio de los estados occidentales para ayudarlo diplomática, financiera y militarmente. Y su apoyo entusiasta ha dependido de las percepciones internas de Israel como agente moral .

Israel entiende esto muy bien. Se ha presentado como una "luz para las naciones", un estado que "redimió" una tierra estéril, y uno que tiene el "ejército más moral del mundo" [bullshit!]. Esas son todas afirmaciones morales sobre el apoyo occidental.

Beinart ha demostrado que el discurso moral para Israel es una causa perdida [pero sobretodo, falsa]. Y por esa razón, los principales aliados de Israel ahora son estados dirigidos por autoritarios encubiertos, a veces abiertos, antisemitas [esto en el dominó se denomina “cachirul”, engañazonzos; no viene al caso. ¿Antisemitas, aliados de Israel? ¡Por favor! Tanta es la propaganda que el propio autor no puede sustraerse a su efecto] y orgullosos autoritarios.

Beinart, sin duda, está por delante de la mayoría de los judíos liberales en USA al rechazar a Israel como estado judío. Pero sería realmente tonto imaginar que no hay muchos otros que ya estén contemplando seguir sus pasos [pura saliva; las ventajas materiales que les brinda el status quo y el lavado de cerebro desde la infancia, impiden esa postura].

 

 

 

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Jonathan Cook, basado en Nazareth, Israel es un ganador del Martha Gellhorn Special Prize por Periodismo. Sus libros más recientes son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel's Experiments in Human Despair (Zed Books). Lea otros artículos de Jonathan, o visite su sitio web.

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