sábado, 19 de enero de 2013

Respuesta a la izquierda pro-USA



Respuesta a la izquierda belicista[1]
¿Derecho de injerencia o derecho internacional?
por Jean Bricmont   
Red Voltaire | Bruselas (Bélgica) | 29 de diciembre de 2012
FUENTE: http://www.voltairenet.org/article177016.html

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Incapaz de concretar su necesaria reconstrucción ideológica después de la desaparición del «hermano mayor» soviético, la izquierda europea se pierde hoy en día en luchas sobre los valores e instituciones de la sociedad ya existente, en el plano interno, y a favor del intervencionismo humanitario, en materia de política exterior. Hundida de lleno en la incoherencia, esa izquierda está llamando al imperialismo estadounidense a «garantizar» la protección de los pueblos[2]. Pero, ¿cómo se puede pretender proteger a los demás cuando uno mismo ha renunciado a su propia libertad?

Desde los años 1990, y sobre todo después d la guerra de Kosovo, en 1999, los adversarios de las intervenciones occidentales y de la OTAN han tenido que enfrentar lo que pudiéramos llamar una izquierda (y una extrema izquierda) belicista, en la que se inscriben la socialdemocracia, los Verdes y la mayor parte de la izquierda «radical» (como el Nuevo Partido Anticapitalista [1], diferentes grupos antifascistas, etc.) [2]. Es una izquierda que no se declara abiertamente favorable a las intervenciones militares y que a veces llega a criticarlas (aunque en general, critica únicamente las tácticas aplicadas y las intenciones, vinculadas al petróleo o de orden geoestratégico, atribuidas a las potencias occidentales), pero que dedica la mayor parte de sus energías a «advertir» contra las supuestas derivas del sector de la izquierda que se mantiene firmemente opuesto a esas intervenciones.

Esa izquierda belicista nos llama a apoyar a las «víctimas» en contra de los «verdugos», a ser «solidarios con los pueblos en contra de los tiranos», a no ceder ante un «antiimperialismo», un «antiamericanismo» o «antisionismo» simplificadores y, sobre todo, a no convertirnos en aliados de la extrema derecha. Después de los albaneses de Kosovo en 1990, nos ha dicho que «tenemos que proteger» sucesivamente a las mujeres afganas, a los kurdos iraquíes y, más recientemente, a los pueblos de Libia y de Siria[3].
No se puede negar que esa izquierda belicista ha resultado extremadamente eficaz[4]. La guerra contra Irak, presentada como la lucha contra una amenaza imaginaria, suscitó una oposición pasajera[5], pero sólo ha habido una débil oposición en las filas de la izquierda ante las intervenciones presentadas como «humanitarias», como la de Kosovo, los bombardeos contra Libia o la actual injerencia en Siria. Toda reflexión sobre la paz o el imperialismo ha sido simplemente barrida por la invocación del «derecho de injerencia», de la «responsabilidad de proteger» o del «deber de ayuda a un pueblo en peligro».
Una extrema izquierda nostálgica de las revoluciones y las luchas de liberación nacional tiende a analizar cualquier conflicto interno en determinado país como una agresión de un dictador contra su pueblo oprimido que aspira a la democracia. La interpretación, compartida por la izquierda y la derecha, sobre la victoria de Occidente en la lucha contra el comunismo ha tenido un efecto similar.

¿Quién es ese «nosotros» al que se llama a «proteger e intervenir»?
La ambigüedad fundamental del discurso de la izquierda belicista reside en saber quién es ese «nosotros» que debe proteger, intervenir, etc. Si se trata de la izquierda occidental, de los movimientos sociales o las organizaciones de defensa de los derechos humanos, habría que hacerles la misma pregunta que hizo Stalin al referirse al Vaticano: «¿Con cuántas divisiones cuentan ustedes?» Efectivamente, todos los conflictos en los que se supone que «nosotros» debemos intervenir son conflictos armados. Intervenir significa entonces intervenir militarmente. Y para intervenir militarmente, hay que disponer de medios militares.
Medios que, evidentemente, la izquierda europea no tiene a su disposición[6]. Podría recurrir cuando más a los ejércitos europeos, en vez de recurrir a las fuerzas armadas de Estados Unidos. Pero los ejércitos europeos nunca intervienen sin un apoyo masivo de Estados Unidos, lo cual implica que el verdadero mensaje de la izquierda belicista es el siguiente: «Señores americanos, ¡hagan la guerra, no el amor!» Peor aún, dado que después de su debacle en Afganistán e Irak[7] los estadounidenses no van a arriesgarse a mandar fuerzas terrestres, lo que se le pide a la US Air Force, y únicamente a ella, es que bombardee a los países violadores de los derechos humanos.
Se puede argumentar, por supuesto, que el porvenir de los derechos humanos debe ponerse en manos del gobierno de Estados Unidos y depender de su buena voluntad, de sus bombarderos y de sus drones. Pero lo importante es entender que ese es el verdadero significado de los llamados a la «solidaridad» y las exhortaciones de «apoyo» a los movimientos secesionistas o rebeldes implicados en las luchas armadas. Esos movimientos, en efecto, no tienen ninguna necesidad de eslóganes coreados en «manifestaciones de solidaridad» en Bruselas o en París y no es eso lo que piden. Lo que quieren es armamento pesado y bombardeos contra sus enemigos y eso sólo puede proporcionarlo Estados Unidos.
Si fuese honesta, la izquierda belicista tendría que asumir esa opción y llamar abiertamente a Estados Unidos a bombardear allí donde se violen los derechos humanos. Pero tendría que asumir esa opción hasta sus últimas consecuencias. O sea, reconocer que la clase política y militar que supuestamente debe salvar a los pueblos «victimas de sus tiranos» es precisamente la misma que desató la guerra contra Vietnam, que impuso el embargo y las guerras contra Irak, la misma que impone sanciones arbitrarias contra Cuba, contra Irán y contra todos los países que le desagradan mientras que sostiene a toda costa a Israel, la misma que se opone por todos los medios incluyendo los golpes de Estado a todos los reformadores surgidos en América Latina desde Arbenz hasta Chávez, pasando por Allende, Goulart y tantos otros y que explota desvergonzadamente los recursos y trabajadores en todas partes del mundo. Hace falta una enorme cantidad de buena voluntad[8] para ver en esa clase política y militar el instrumento de la salvación de las «víctimas». Sin embargo, eso es, en la práctica, lo que predica la izquierda belicista ya que, debido a la correlación mundial de fuerzas, no existe ninguna otra instancia capaz de imponer su voluntad por medios militares.
Por supuesto, el gobierno de Estados Unidos apenas sabe de la existencia la izquierda belicista[9]. Cuando Washington decide si se mete o no en una guerra lo hace únicamente en función de sus propias posibilidades de éxito[10], de sus propios intereses[11], de la oposición interna y externa a la guerra, etc. Y cuando desencadena una guerra, Washington quiere ganarla cueste lo que cueste[12]. Así que no tiene ningún sentido pedirle a Washington que solamente emprenda intervenciones buenas, únicamente contra los malos de verdad y con medios amables que garanticen las vidas de civiles e inocentes.
Quienes llamaron a la OTAN a «mantener los progresos de las mujeres afganas», como hizo Amnesty International USA[13] en la reunión de la OTAN en Chicago [3], de hecho están llamando a Estados Unidos a intervenir militarmente y, entre otras cosas, a bombardear a los civiles afganos y a enviar drones a violar el espacio aéreo de Pakistán. Y no tiene ningún sentido pedir a Estados Unidos que proteja y que no bombardee, porque eso va en contra del modo de funcionamiento de los ejércitos.
Uno de los temas favoritos de la izquierda belicista es llamar a quienes se oponen a las guerras a no «apoyar a los tiranos», en todo caso a no apoyar al tirano del país atacado. El problema es que toda guerra exige un masivo esfuerzo de propaganda, y que esta última se basa en la demonización del enemigo, sobre todo de su dirigente. Para oponerse eficazmente a esa propaganda, no se puede hacer otra cosa que denunciar las mentiras de la propaganda, contextualizar los crímenes del enemigo y compararlos a los de nuestro propio bando. Tarea necesaria pero ingrata y arriesgada para quien la realiza ya que el menor error le valdrá eternos reproches, mientras que las mentiras de la propaganda de guerra siempre se olvidan al término de las operaciones.
Ya en tiempos de la Primera Guerra Mundial, Bertrand Russel y los pacifistas británicos eran acusados de «apoyar al enemigo», sin tener en cuenta que si se dedicaban a desmontar la propaganda de los Aliados no era porque les gustara el Káiser sino porque defendían la paz. La izquierda belicista adora denunciar «el doble rasero» de los pacifistas coherentes que denuncian los crímenes de su propio bando pero que contextualizan o refutan los crímenes atribuidos al enemigo del momento (Milosevic, Kadhafi, Assad, etc.). Pero ese «doble rasero» no es otra cosa que el resultado de una opción deliberada y legítima: la de luchar contra la propaganda de guerra allí donde nos encontramos, o sea en Occidente, propaganda que a su vez se basa en una demonización constante del enemigo atacado y en la idealización de quienes lo atacan.
La izquierda belicista no goza de la menor influencia sobre la política estadounidense[14], lo cual no quiere decir que carezca de efectos. Por un lado, su retórica insidiosa ha permitido neutralizar todo movimiento pacifista o antiguerra, pero también ha hecho imposible toda posición independiente de parte de un país europeo, como la de la Francia de De Gaulle, o al menos como la de la Francia de Jacques Chirac o la Suecia de Olof Palme. Hoy en día ese tipo de posición se vería inmediatamente bajo el fuego de la izquierda belicista, que dispone de una resonancia mediática considerable y que tildaría esa actitud de «apoyo al tirano», de política digna de la época del Pacto de Munich y de «crimen de indiferencia».
Lo que ha logrado la izquierda belicista es destruir la soberanía de los europeos ante Estados Unidos y liquidar toda posición de izquierda independiente ante las guerras y el imperialismo. También ha llevado a la mayoría de la izquierda europea a adoptar posiciones que contradicen por completo las de la izquierda latinoamericana y a erigirse en adversaria de países que, como China y Rusia, están tratando de forma totalmente justificada de defender el derecho internacional.
Una extraña característica de la izquierda belicista es que siempre es ella la primera en denunciar las revoluciones del pasado como acontecimientos que condujeron al totalitarismo (Stalin, Mao, Pol Pot, etc.) y que constantemente nos advierte contra la repetición de los «errores» cometidos por la izquierda de aquellos tiempos al respaldar a los dictadores[15]. Sin embargo, ahora que la revolución es cosa de los islamistas[16] se supone que tenemos que aplaudir y creer que todo va a ir bien. ¿Y si la «enseñanza que tenemos que sacar del pasado» fuese más bien que las revoluciones violentas, la militarización y la injerencia extranjera no eran la única ni la mejor manera de realizar cambios sociales?

En vez de reclamar intervenciones, exijamos el estricto respeto del derecho internacional
A veces se nos responde que hay actuar «con urgencia» (para salvar a las víctimas). Aún admitiendo ese punto de vista, lo cierto es que después de cada crisis la izquierda no ha emprendido ninguna reflexión sobre cómo llegar a una política diferente, que no consista en el respaldo a la intervención militar. Una política de ese tipo exigiría un viraje de 180 grados en relación con la política que predica la izquierda belicista[17]. En vez de reclamar más intervenciones, tendríamos que exigir a nuestros gobiernos el estricto respeto del derecho internacional, de la no injerencia en los asuntos internos de los  Estados y la sustitución de la confrontación por la cooperación. La no injerencia es mucho más que la simple no intervención en el plano militar. Incluye también la no injerencia en el plano diplomático y en el plano económico: cero sanciones unilaterales, cero amenazas durante las negociaciones y aplicación estricta del principio de igualdad de tratamiento para todos los Estados.
En vez de «denunciar» constantemente a los pérfidos dirigentes de países como Rusia, China, Irán o Cuba invocando los derechos humanos[18] como le encanta hacer a la izquierda belicista más bien tendríamos que oírlos, dialogar con ellos y poner sus puntos de vista políticos al alcance de la comprensión de nuestros conciudadanos.
Por supuesto, esa política no resolvería los problemas de los derechos humanos en Siria ni en Libia ni en ninguna parte. Pero, ¿acaso se han resuelto hasta ahora? La política de injerencia está agravando las tensiones y la militarización mundial[19]. Los países que se sienten amenazados por esa política, que son muchos, tratan de defenderse como pueden. Las campañas de demonización impiden las relaciones pacíficas entre los Estados, así como los intercambios culturales entre sus ciudadanos y también, de forma indirecta, el desarrollo de las ideas liberales que los partidarios de la injerencia dicen querer promover[20]. A partir del momento en que la izquierda belicista renunció a toda política alternativa a esa política, de hecho renunció a ejercer cualquier influencia sobre los problemas del mundo. Contrariamente a lo que afirma, no es cierto que con eso esté «ayudando a las víctimas». En realidad, no hace más que destruir aquí toda resistencia al imperialismo abriendo así el camino a los únicos que realmente actúan, que son a fin de cuentas los gobiernos estadounidenses. Confiarles el bienestar de los pueblos es una actitud absolutamente desesperada.
Esa actitud es un aspecto de la reacción de la mayoría de la izquierda ante la «caída del comunismo», y esa reacción consiste en apoyar precisamente lo contrario de las políticas que siguieron los comunistas[21], sobre todo en materia de cuestiones internacionales, en las que toda oposición al imperialismo y toda forma de defensa de la soberanía internacional es considerada por la izquierda como una forma de arqueo-stalinismo[22].

La política de injerencia es una política de derecha, al igual por cierto que la construcción de la Unión Europea, otro importante ataque contra la soberanía nacional[23]. La primera respalda los intentos hegemónicos de Estados Unidos. La segunda apoya el neoliberalismo y la destrucción de los derechos sociales. Ambas se justifican en gran parte con discursos «de izquierda» que invocan los derechos humanos, el internacionalismo, el antirracismo y el antinacionalismo. En ambos casos, una izquierda desorientada por la desaparición del comunismo se ha refugiado en un discurso «humanitario» y «generoso», totalmente carente de análisis realista de la correlación mundial de fuerzas. Con esa izquierda, la derecha prácticamente no necesita ideología, le basta con invocar los derechos humanos.

Sin embargo, esas dos políticas la injerencia y la construcción europea están hoy en un callejón sin salida: el imperialismo estadounidense enfrenta enormes dificultades, tanto en el plano económico[24] como en el diplomático, y la política de injerencia encuentra la oposición de una gran parte del mundo. Ya casi nadie cree en otra Europa, en una Europa social, y la Europa que realmente existe, neoliberal (porque es la única posible), no entusiasma a los trabajadores.

Por supuesto, esos fracasos benefician a la derecha y a la extrema derecha, pero es únicamente porque la mayor parte de la izquierda[25] ha creído que el camino hacia la democracia pasa por el abandono de la defensa de la paz, del derecho internacional y de la soberanía nacional.

Fuente: www.michelcollon.info

NOTAS:
[1] A propósito de esa organización, ver "Colonialiste d’«extrême gauche»?", de Ahmed Halfaoui.
[2] Por ejemplo, en febrero de 2011, en un volante distribuido en Toulouse (Francia) el tema de Libia y las amenazas de «genocidio» atribuidas a Kadhafi se abordaba en los siguientes términos: «¿Dónde está Europa? ¿Dónde está Francia? ¿Dónde está América [Estados Unidos]? ¿Dónde están las ONGs?» y «¿Es más importante el valor del petróleo y del uranio que el pueblo libio?» O sea, los autores del volante, firmado entre otras organizaciones por Alternativa Libertaria, Europa Ecología-Los Verdes, Izquierda Unitaria, Liga de Derechos Humanos, Lucha Obrera, Movimiento por la Paz (Comité 31), MRAP, NPA31, OCML-Vía Proletaria Toulouse, la organización local del Partido Comunista Francés, el Partido Comunista Tunecino, Partido de Izquierda 31, acusaban a los occidentales de no intervenir por razones de interés económico. ¿Qué habrán pensado los autores de ese volante cuando el Consejo Nacional de Transición libio prometió vender a Francia el 35% del petróleo libio? Independientemente de que se haya respetado o no esa promesa o de que el petróleo haya sido o no la verdadera causa de la guerra contra Libia.
[3] Ver, por ejemplo, Why I Had to Challenge Amnesty International-USA’s Claim That NATO’s Presence Benefits Afghan Women, de Jodie Evans.


[1] El artículo de Red Voltaire, así como el original en inglés dice: “Anti-Anti War Left”, pero el doble “Anti” sólo oscurece el concepto; es preferible hablar de “belicista” o “anti-paz”.
[2] Analizando un poco la historia, no existe incoherencia ninguna. Es simplemente la repetición de lo ocurrido hace muchas décadas; concretamente en 1928 luego de la expulsión de Trotsky, desplazado por Stalin. Éste, que era igual de despiadado que Trotsky pero más inteligente, luego de expulsarlo se enteró tardíamente de quiénes eran realmente los manejadores de su enemigo; con el tiempo pactará con “Ellos”, a cambio de la cabeza de Trotsky. Los trotskyistas (falsos izquierdistas), al verse huérfanos, se metamorfosearon en neoconservadores.
    Los izquierdistas sinceros son los que no logran entender qué está pasando; sin embargo, más pronto que tarde tendrán que darse cuenta de la realidad y revisar toda su concepción de la historia del siglo 20.

[3] Pero jamás a los palestinos. Este simple detalle debería abrirle los ojos a cualquiera respecto a quién está detrás de todas esas iniciativas.
[4] La eficacia va en función de los recursos financieros y apoyos mediáticos de que dispone, ambos en manos no precisamente de lo que normalmente se entiende por “izquierda”.
[5] Debe aclararse que esa oposición fue MUNDIAL; pero pasajera porque fue silenciada por los grandes medios de comunicación, en manos de los mismos promotores del conflicto.
[6] Debe señalarse que la OTAN (Organización Terrorista del Atlántico Norte), hace unos años, seguramente andaba escasa de candidatos de “derecha”, y tuvo que recurrir al socialista Javier Solana para que la encabezara; quien por cierto, no le hizo muchos gestos al nombramiento aunque fuera un organismo representativo del Establishment; ídem el FMI, dirigido hasta el año pasado por, primero comunista y luego socialista, Dominique Strauss-Kahn (quien pese a esos antecedentes, llegaba a hoteles proletarios de 4,000dls/noche).
[7] Ambos casos son debacles para los pueblos afghano, iraquí y estadounidense (que son los que han puesto los muertos por centenares de miles) pero no para los promotores de esas guerritas (los neoconservadores y sus sirvientes: Bush, Cheney, etc); han sembrado el terror y obligado a huir a la comunidad cristiana iraquí, han debilitado el campo árabe y musulmán, ahora menos capaz de oponerse a Israel; y por los enormes gastos del gobierno estadounidense en ambos esfuerzos militares siguen cobrando intereses. ¿Todavía lo ves como debacle para los promotores? Y si no fue debacle para ellos, entonces seguramente querrán repetir el numerito en Siria e Irán.
[8] Perdóneme el autor, pero eso en el rancho lo llaman de una manera bastante diferente.
[9] ¡Al contrario! En realidad, esa izquierda belicista es también un instrumento de Washington.
[10] Ver la nota 7 sobre lo que representa el verdadero éxito de esas aventuras militares.
[11] La eterna mimetización camaleónica: los intereses de los promotores son muy diferentes de los de USA y su población, víctimas de las camarillas en el poder; ya lo dijo Ferdinand Lundberg hace 44 años: «USA es la mayor república bananera del mundo».
[12] Las cosas no son tan simples, my friend. La Guerra de Vietnam no fue emprendida para ganar, sino precisamente para perderla y poder entregar el Sur.
[13] Los macuarros que pidieron eso seguramente no saben que Afghanistán está un poco retirado del Atlántico Norte, pero dejan entrever claramente quién los financia.
[14] Sería más apegado a la realidad decir que es la política estadounidense la que decide y determina lo que hace, lo deja de hacer y lo que recibe de financiamiento la izquierda belicista.
[15] El dictador Stalin era igual de inescrupuloso que el dictador  Trotsky, pero mucho más inteligente y SIN CONTAR con respaldo internacional, dió a éste último una sopa de su propio chocolate. Así  cuando Trotsky ya no pudo ejercer él la dictadura sino que comenzó a padecerla, hasta entonces le entró la apuración de denunciar la “dictadura de Stalin”.
[16] Los islamistas son simplemente los peones que están disponibles; cuando ya sea demasiado tarde, se darán cuenta que ayudaron a destruir sus países y fortalecer el sionismo; por eso extremistas “islámicos” asesinan a activistas palestinos o pro-palestinos como Juliano Mer-Khamis y Vittorio Arrigoni (04 y 15 de Abr de 2011).
[17] Implicaría que la izquierda belicista dejara de ser un instrumento solapado de los mismos poderes imperiales; implicaría abandonar la hijoputez y el abundamente financiamiento y sustituirlos con honradez. Y eso, francamente, bordea la imposibilidad.
[18] Viendo la verdadera naturaleza de esta izquierda belicista esto no pasa de ser buenos deseos y tan reales y efectivos como una carta a Santa Claus. Si hubiera sinceridad en la izquierda belicista, cuestionaría la ocupación de los territorios palestinos, los ataques con drones y los asesinatos selectivos, violando toda legalidad; pero eso tiene la misma probabilidad de darse como un triángulo de cuatro lados.
[19] No nos andemos por las ramas: Al margen de las tensiones y la militarización, debe destacarse ANTES QUE TODO que se trata de una política INJUSTA BASADA EN MENTIRAS y sin el más mínimo apoyo moral.
[20] Resulta obvio que están mintiendo. Los “bombardeos humanitarios” no son a base de almohadazos.
[21] Una postura maniquea, bastante simplista y de pereza mental, que supone que sólo hay bueno y malo, negro y blanco y ningún matiz intermedio o incluso otros colores.
[22] Con todo lo dicho hasta ahora, resulta claro que la “moderna” izquierda belicista no es sino neotrotskyismo, que ha mutado una vez más, para seguir adelante con sus propósitos iniciales.
[23] El propósito original de la UE era acabar con los siglos de antagonismo entre Alemania y Francia. Que las élites globalistas que residen en USA y G.Bretaña hayan tendido a torcer ese propósito y que, si no lo pueden torcer, buscarán destruir al único eventual retador de la hegemonía de USA, es otra cosa.
[24] Las élites globalistas no enfrentan ninguna dificultad en el plano económico. Son las poblaciones de los países las que enfrentan esas dificultades Y el caos y las dificultades son causadas precisamente por las élites como instrumento de sojuzgamiento. La guerra y el caos no son guerra y caos a secas; se trata de guerras y caos administrados por las élites globalistas para seguir impulsando sus planes.
[25] Seguir hablando de izquierdas y derechas, como si existieran realmente, sólo ayuda a las élites, desviando la atención de lo real e importante.
    Esto se parece al cuento del tipo buscando una moneda junto al farol; llega alguien y le pregunta qué hace y el tipo que perdió la moneda le explica la situación; el visitante pregunta si la perdió cerca del farol y el tipo contesta: «No, pero aquí es donde hay luz».

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