Escoja Su Distopia[1]
Un Strip
Tease Post-Histórico
Por PEPE ESCOBAR Counterpunch 26-Abr-13
FUENTE:
http://www.counterpunch.org/2013/04/26/pick-your-dystopia/
Las notas de pie de página NO vienen en
el original y fueron puestas por el traductor.
Que acogedor sería convocar el espíritu-retro de Burt
Bacharach para definir nuestro futuro geopolítico y comenzar a cantar, “Lo que
el mundo necesita ahora / es amor, dulce amor”.
Disculpen por rayar el vinil. Interrumpimos este acaramelamiento
para traerles las noticias de último minuto. Han sido catapultados a la edad
del nuevo “héroe” hobbesiano —digital y virtual así como físico.
El capitalismo de casino —alias neoliberalismo turbocargado—
está destruyendo sin misericordia los últimos vestigios del estado de bienestar
y el consenso igualitario en el Occidente industrializado, posiblemente con la
rara excepción escandinava. Ha establecido un “Nuevo y Normal” consenso,
inmiscuyéndose en las vidas privadas, dominando el debate político e
institucionalizando la comercialización de la vida misma —el acto final de la
fiera explotación corporativa de los recursos naturales, la tierra y la mano de
obra barata.
La integración, la socialización y el multiculturalismo
están siendo corroídos por la desintegración, la segregación y la
de-socialización generalizada —una consecuencia directa de la noción acuñada
por David Harvey de “des-acumulación” (la sociedad devorándose a sí misma).
Este estado de cosas es lo que el historiador de arte y
filósofo flamenco Lieven De Cauter, en su libro Entropic Empire, llama “la fase Mad
Max de la globalización”.
Es un mundo hobbesiano una guerra civil global latente, una
guerra de todos contra todos: los que tienen contra los desposeídos;
intolerantes wahhabitas contra los chiítas “apóstatas”; los hijos de la
Ilustración contra todas los tipos de fundamentalistas; la militarización de
África por el Pentágono contra el mercantilismo chino.
La desintegración y balcanización de Iraq, detonadas por (la
operación) Shock and Awe (Conmoción y Asombro) del Pentágono hace 10 años, fue
un tipo de preludio para este Audaz Nuevo Desorden. La cosmovisión neo-con, del
2001 al 2008, avanzó el proyecto con su ideología de Destruyamos el Estado, en
todos lados; una vez más Iraq fue el mejor ejemplo. Pero del bombardeo de una
nación soberana para regresarla a la Edad de Piedra, el proyecto se movió hacia
la ingeniería de la guerra civil —como en Libia y, con suerte para los “ingenieros”,
en Siria.
Cuando tenemos analistas de escritorio, influyentes o no,
pagados por bien dotadas fundaciones —usualmente en USA pero también en Europa
Occidental— pontificando acerca del “caos y la anarquía”, están simplemente
reforzando una profecía auto-realizable. Si “el caos y la anarquía” les excita,
es porque simplemente están reflejando la economía libidinosa predominante[2],
desde la reality TV hasta todo tipo de lo que De Cauter describe como “juegos
psicóticos” —dentro de una habitación, dentro de un octágono, dentro de una
isla o virtualmente dentro de una caja digital.
Así que bienvenidos a la geopolítica del joven siglo 21: una
época de guerra ininterrumpida (virtualizada o no), aguda polarización y una
acumulación de catástrofes.
Después de Hegel, Marx y ese mediocre empleadillo del
Imperio, Fukuyama; pero también después de las brillantes deconstrucciones de
Gianni Vattimo, Baudrillard o Giorgio Agamben, esto es lo que conseguimos.
Para Marx el fin de la historia era una sociedad sin clases.
Qué romántico. En cambio, en la segunda mitad del siglo 20, el capitalismo se
casó con la democracia liberal occidental hasta que la muerte los separe.
Bueno, la muerte ahora se cierne sobre ambos. El Dragón Rojo, como en China, ha
unido al partido y apareció con un juguete nuevo, el neoliberalismo de partido
único[3].
Un consumidor individualista, auto-indulgente, pasivo,
fácilmente controlable, ahogado en una forma distorsionada de democracia[4]
que básicamente favorece a los enterados —y muy ricos participantes; ¿cómo
podría eso ser un ideal humanista? Sin embargo las PR (relaciones públicas)
fueron tan buenas que esto es a lo que aspiran legiones en Asia, África, el
Medio Oriente y Sudamérica[5].
Pero eso aun no es bastante para los Amos geoeconómicos del Universo.
Así, la
post-historia es el reality show final. Y el neoliberalismo bélico como su arma
favorita.
Escoja su campo
Ahora estamos familiarizados con el paradigma del estado de
emergencia de Giorgio Agamben —o estado de excepción. El ejemplo más reciente,
hasta mediados del siglo 20, era el campo de concentración. Pero la
post-historia es más creativa.
Tenemos el campo de concentración sólo para musulmanes —como
en Guantánamo. Tenemos el simulacro[6]
de un campo de concentración —como en Palestina, que está virtualmente
amurallado y bajo vigilancia 24/7, y donde “la ley” es dictada por la fuerza
ocupante. Y tenemos lo que ocurrió —como un ensayo— la semana pasada en Boston;
el eufemístico “aislamiento”, que es una suspensión de la ley y reemplazo con
la ley marcial; ninguna libertad de movimiento, ninguna red de teléfonos
celulares, y si vas a la tienda de la esquina a comprar un refresco puedes ser tiroteado.
Una ciudad completa del Norte industrializado convertida en un campo de
concentración de alta tecnología.
Agamben hablaba del estado del estado de excepción como un
exceso de soberanía “desde arriba”, y el estado de la naturaleza —como en
Hobbes— como una ausencia extrema de soberanía. Después de la Guerra Global al
Terror (GGAT), que, pese a lo que diga el Pentágono, es en realidad eterna (o
la Guerra Prolongada, como se definió en 2002, y forma parte de la doctrina del
Pentágono[7]
de Dominio de Espectro Completo), podemos hablar de una fusión.
La guerra al terror, seductoramente normalizada por la
administración Obama, fue y sigue siendo un estado global de excepción, aun
cuando sus adornos vayan y vengan; el Acta Patriota; las sombrías órdenes
ejecutivas; la tortura —un reciente panel bipartidista estadounidense acusó a
todos los altos funcionarios de la administración de George W. Bush de tortura;
el secuestro y traslado de personas para su investigación, con la colaboración
de regímenes laicos entonces aliados de Occidente tales como Libia y Siria,
para no mencionar naciones de Europa Oriental y las usuales marionetas árabes,
incluido Egipto bajo Mubarak; y la hipertrofia del aparato de seguridad
nacional.
En cuanto a un verdadero campo de concentración, de nuevo no
necesitamos mirar más allá de Guantánamo —que, contrario a la promesa de
campaña de Obama, permanecerá abierto indefinidamente, también como algunas del
vasto número de prisiones “secretas” de la CIA de la era Bush.
En todos
estos casos lo que le ocurra a la vida social —suspensión, disolución,
balkanización, implosión, un estado de emergencia—, lo que le ocurre a los
ciudadanos normales es que la ciudadanía se evapora. Pero las élites
gobernantes —políticas, económicas, financieras— no les importa la ciudadanía.
Sólo les interesan los consumidores pasivos.
Escoja su distopia
Las distopias del Nuevo Desorden Global están todas siendo
normalizadas. Estamos familiarizados con el terrorismo de estado —como en la
guerra “secreta” de los drones de la CIA[8]
sobre áreas tribales en Pakistán, en Yemen, en Somalia y pronto en otras
latitudes africanas. Y también estamos familiarizados con el terrorismo
no-estatal, como es aplicado a esa nebulosa que en Occidente describimos como
“al-Qaeda”, con su miríada de franquicias[9]
e imitadores.
Tenemos un montón de hiper-estados —USA, China, Rusia y la
UE como conjunto— y una miríada de infra-estados o estados fallidos, algunos
producidos a propósito (Libia y Siria, ésta última en pleno proceso), también
como estados satélites, algunos esenciales para el sistema controlado por
Occidente tales como el Club Contrarrevolucionario del Golfo (GCC —Gulf
Cooperation Council)[10].
Siempre resulta esclarecedor mirar en retrospectiva cómo
interpreta el Pentágono este mundo. Aquí encontramos un “núcleo integrador”
opuesto a una “brecha no-integrada”. El “núcleo” es lo que importa, en este
caso América del Norte y la mayoría, aunque no toda, la UE. Poblaciones
borreguiles, pasivas, con una élite de consumidores —las dinámicas élites
móviles de la modernidad líquida, descritas por Bauman— y una vasta masa de
trabajadores tenaces supervivientes, muchos de ellos prescindibles (como los
millones de víctimas europeas de las políticas de austeridad de la troika que
jamás volverán a encontrar un trabajo decente).
Para la brecha no-integrada, se trata de Hobbes todo el
camino. En el caso de África —virtualmente hasta ayer ridiculizada como un
agujero negro— hay un juego de poder geopolítico adicional; cómo contrarrestar
la extraordinaria penetración del mercantilismo chino durante la última década.
La respuesta del Pentágono es desplegar el Africom por todas partes; subyugar
naciones que son demasiado independientes, tales como Libia; y el el caso de la
élite francesa, también en la moda, tratar de reganar alguna fuerza imperial en
Mali, beneficiándose exactamente de la implosión y balcanización de Libia[11].
La perspectiva post-histórica, su ideal estético, es la
ciudad como parque temático. Los Angeles puede haber sido el modelo pero los
mejores ejemplos son Las Vegas, Dubai y Macao. En ausencia de Umberto Eco y
Baudrillard, que revelaron las imágenes reflejadas de los simulacros,
pudiéramos seguir al maestro arquitecto Rem Koolhaas —un agudo observador de la
demencia urbana en el sur de China— para aprender qué es todo ese espacio de
deshuesadero.
Luego hay la
obsesión por la seguridad —desde ciudades como Londres convirtiéndose en una
versión con crecimiento explosivo del Panopticum de Bentham al patético ritual
de desnudamiento en cada aeropuerto, para no mencionar el condominio o
“comunidad” amurallada, más semejante a átomos resguardados, como el emblema de
la civilización encapsulada. Los contraataques guerrilleros, sin embargo,
pueden ser tan letales como los iraquíes sunnitas luchando contra los
estadounidenses en el “triángulo de la muerte” a mediados de los 2000s. En Sao
Paulo, Brasil —la violenta y definitiva megalópolis— las pandillas “clonan”
autos y placas, engañan a la vigilancia en las puertas de condominios amurallados,
conducen a la cochera y proceden a robar sistemáticamente cada apartamento en
cada piso.
Uds son historia
Conceptualmente, la post-historia corta todas las esquinas.
El flujo de la historia se ha degradado como una falsificación. El simulacro
supera (reemplaza) la realidad. Vemos la historia repitiéndose no como una
tragedia y farsa sino como una doble farsa; un ejemplo contemporáneo son los
jihadistas en Siria convertidos en un arma[12]
justo como los ex “luchadores por la libertad” en Afghanistán en la jihad
anti-soviética de los 1980s mezclados con la pandilla occidental en el Consejo
de Seguridad de la ONU tratando de aplicar a Siria lo que lograron con Libia:
el cambio de régimen.
Tenemos también la historia repitiéndose a sí misma como
clonación; el neoliberalismo con características chinas batiendo a Occidente en
su juego de industrialización —en términos de rapidez— mientras al mismo tiempo
repitiendo los mismos errores, desde los excesos irreflexivos de una mentalidad
de adquisición hasta la falta de respeto al medio ambiente.
Va sin decir que esta post-historia entierra a la
Ilustración —en cuanto que favorece el surgimiento de todo tipo de
fundamentalismos[13].
Así también ha sepultado el derecho internacional; desde brincarse a la ONU[14]
para lanzar una guerra en Iraq en 2003 hasta utilizar una resolución de la ONU
para lanzar una guerra contra Libia en 2011. Y ahora Gran Bretaña y Francia no
están tomando prisioneros al tratar de brincarse a la ONU o incluso a la OTAN
misma al armar a los “rebeldes” en Siria.
Así tenemos un Nuevo Medievalismo que no puede sino
ajustarse a una acaudalada neo-teocracia —como en Arabia Saudita y Qatar;
porque éstos son aliados o títeres[15],
mientras que internamente pueden seguir siendo medievales. Sobreimpuesta (sobre
todo lo anterior), tenemos la política del temor —que esencialmente domina la
Fortaleza de USA y la Fortaleza Europa; temor de El Otro, que ocasionalmente
puede ser asiática pero la mayor parte del tiempo, islámica.
Lo que no tenemos es una visión política/filosófica del futuro.
O un programa político histórico; los partidos políticos solamente están preocupados
por ganar la próxima elección[16].
¿Cómo se vería un sistema post-estado? Las mentes
independientes[17]
no confían en los bloques gigantes, asimétricos y tambaleantes como la UE, o el
G-20, o incluso en los pretensos multipolares tales como el BRICS (Brasil,
Rusia, India, China, Sudáfrica —que todavía no representan una verdadera
alternativa para el sistema controlado occidental). Ninguno está pensando en
términos de una mutación estructural del sistema. Marx estaba más que correcto
sobre esto: lo que determina la historia son los procesos objetivos, concretos,
palpables —algunos muy complejos— que afectan la infraestructura económica y
tecnológica.
Lo que es posible inferir es que la verdadera cuestión
histórica de ahora en adelante es la tecnología —como Jean-Francois Lyotard y
Paul Virilio estaban ya conceptualizando en los 1980s y 1990s. La tecnología
continuará avanzando más allá del sistema capitalista. La tecnociencia está al
timón de la historia. Pero eso también significa guerra.
La guerra y la tecnología son gemelos siameses; virtualmente
toda la tecnología consigue avanzar como tecnología militar. El mejor ejemplo
es cómo Internet cambió completamente nuestras vidas, con inmensas ramificaciones
geo-económicas y políticas; Beijing, en un libro blanco de 2010, puede haber
saludado el Internet como una “cristalización de la sabiduría humana”, pero
ningún estado filtra más información de Internet que China. Empujando el
escenario a un límite distópico, Eric Schmidt, de Google, arguye,
correctamente, que con mover un interruptor, pronto un país entero podría
incluso desaparecer de Internet.
Así,
esencialmente, podemos olvidarnos de una regresión utópica al estado del nómada
tribal[18]
—por mucho que les fascine, estén en África o en el corredor Wakhan en
Tadjikistán. Si revisamos el panorama geopolítico desde la Zona Zero a Boston,
los únicos “modelos” son las caídas en la entropía.
Conozca al Adán neoliberal
Ahora el arma favorita de la post-historia: el
neoliberalismo bélico. El mejor análisis de estos últimos años se encuentra con
mucho en el libro del geoestratega francés Alain Joxe, Les Guerres de L’Empire Global (Las
Guerras del Imperio Global).
Joxe aborda todo, porque todo está interconectado —la
eurocrisis, la crisis de deuda europea, las ocupaciones (militares de
territorio) y las guerras, restricción de las libertades civiles, las élites
totalmente corruptas— para desenmascarar el proyecto del Imperio Global del
Neoliberalismo, que va más allá del Imperio Estadounidense[19].
La meta última de la financialización es la acumulación
ilimitada de las utilidades —un sistema donde los ricos llegan a ser más ricos
y los pobres literalmente no consiguen nada (o, en el mejor de los casos,
austeridad). Los verdaderos Amos del Universo son una clase rentista sin
nacionalidad[20]
—ni siquiera puede llamársele nobleza, sobretodo porque es horrible su falta de
gusto y sentido crítico, como en los proveedores de bisutería de mal gusto. Lo
que hacen es para beneficio de las corporaciones, en lugar de la protección de
las funciones de los estados. En tal situación las aventuras militares llegan a
ser una doctrina de vigilancia y control. Y una nueva tecnología de información
—desde drones hasta municiones “especiales”— puede ser utilizada contra
movimientos populares, no solamente en el Sur sino también en el Norte.
Joxe es capaz de mostrar cómo una revolución tecnológica
condujo al mismo tiempo hacia la administración IT de ese ídolo, los Mercados,
así como a la robotización de la guerra. Así, tenemos aquí una mezcolanza de
mutaciones económicas, militares y tecnológicas, en paralelo, conduciendo a una
aceleración de las decisiones que pulverizan por completo el largo plazo de la
política, generando un sistema incapaz de regular las finanzas y la violencia.
Entre la dictadura de los “mercados”[21]
y la democracia social, adivine quién lleva la mano ganadora.
De hecho, Slavoj Zizek ya había presentado la pregunta
clave, al menos en términos de la Declinación de Occidente. El (más cercano)
ganador es de hecho el “capitalismo con valores asiáticos —que, por supuesto,
no tiene nada qué ver el pueblo de Asia[22]
y sí todo qué ver con la clara y actual
tendencia del capitalismo contemporáneo de limitar o incluso suspender la democracia”.
(Ver aquí).
El filósofo francés Jean Claude Michea extiende aun más el
análisis político. Arguye que la política post-moderna ha llegado a ser de
hecho un arte negativo —definiendo la sociedad menos mala posible. Esto es cómo
el liberalismo —que formó la moderna sociedad occidental— llegó a ser, como el
neoliberalismo, la “política del mal menor”. Bueno, “mal menor” para los que
están en control, y fregados los demás.
En otro libro crucial, Michea presenta la deliciosa metáfora
del Adán neoliberal como el nuevo Orfeo, condenado a escalar la ruta del
Progreso sin ninguna autorización que recuerde.
No muchos pensadores contemporáneos están equipados para
apalear en una medida igualmente devastadora tanto la Izquierda como la
Derecha. Michea nos dice que ambas, Izquierda y Derecha, se han sometido al
mito original del pensamiento capitalista; esta “antropología negra” que hace
al Hombre un egoísta por naturaleza. Y él pregunta cómo podría la Izquierda
institucionalizada haber abandonado la ambición de una sociedad justa y decente
—o cómo el lobo neoliberal ha hecho estragos entre la borregada socialista[23].
Más allá del neoliberalismo y/o del deseo de una democracia
social, lo que la realidad nos muestra es que una guerra civil global es
inminente —la hipótesis que exploré en mi libro del 2007, Globalistán. Cuando
mezclamos el giro de Washington hacia Asia; la obsesión con el cambio de
régimen en Irán; el temor de las élites occidentales con el ascenso de China;
la verdadera primavera árabe, que ni siquiera ha comenzado[24],
vía las jóvenes generaciones que quieren participación política pero sin ser
constreñidas por el fundamentalismo religioso; el resentimiento musulmán contra
lo que se percibe como una Nueva Cruzada contra ellos; el crecimiento del
neo-fascismo en Europa; y el creciente empobrecimiento de las clases medias
occidentales, es difícil pensar acerca del amor.
Y aun —Burt Bacharach al rescate— eso es exactamente lo que
el mundo necesita ahora.
[1] Distopia.- Una comunidad o sociedad,
usualmente ficcional, que es indeseable o atemorizante en aspectos importantes.
Es lo opuesto de utopía. Tales sociedades aparecen en muchas obras de ficción,
particularmente en relatos ubicados en un futuro especulativo. Las distopias a
menudo están caracterizadas por deshumanización, gobiernos totalitarios,
desastre ambiental o algunas otras características asociadas con una
declinación cataclísmica de la sociedad.
(Wikipedia,
Dystopia)
[2] Invocar a Freud y sus
chupaletas no hace más creíble la argumentación. Basta con señalar que la motivación es el afán de poder y la sed de dominio.
[3] Really? Las más grandes
corporaciones mundiales se han establecido en China para usufructuar la baratísima
mano de obra del país y, de paso, evitar subir los sueldos en el resto del
mundo. ¿No será más bien que el neoliberalismo absorbió al partido único y lo
usa, junto con el dragón, como nuevo juguete y como pantalla?
[4] Que en realidad NO ES
democracia sino oligarquía, pero a la que le resulta comodísimo seguir usando
el disfraz democrático.
[5] No les creas a esas PR; eso de
que las masas aspiran “a la democracia” es parte de la demagogia surgida de la
Revolución (Anti) Francesa. Esas legiones en Asia, África, Medio Oriente y
Sudamérica a lo que aspiran es a poder comer.
[6] ¿Quién te dijo que era simulacro?
Que no lo llamen así por conveniencia política es muy diferente.
[7] Hablemos claro: el Pentágono
no es un ente autónomo (remember Petraeus) y mucho menos tiene una “doctrina”
propia. Se trata de empleados; al igual que el inquilino de la Casa Blanca.
[8] Que si verdaderamente
existiera la democracia, debería haber generado un escándalo en el congreso de
USA; y si verdaderamente existiera el estado de derecho el escándalo se habría
producido en la propia ONU.
[10] Si
el autor fuera honesto o suficientemente perspicaz habría colocado a USA en
esta tercera categoría, ya que desde hace al menos 6 décadas su corrupta
dirigencia aparenta perseguir su hegemonía, aunque cada vez más se muestra que no
difiere gran cosa de las dinastías de la península arábiga y constituye en
realidad un protectorado.
[11] El
estilo de redacción parece sugerir que fueran decisiones autónomas de algunos
militares. La verdad es que ni siquiera los titulares del Ejecutivo tienen los
alcances ni el tiempo (previo a su ascenso al puesto) para elaborar una
estrategia de largo plazo. Los titulares del Ejecutivo y los propios militares
son meros empleados (por períodos específicos) de los autores intelectuales de
la estrategia; autores que, por supuesto, ni quieren ni necesitan someterse a
las monsergas de las campañas electorales ni a la temporalidad (transitoriedad)
de dichos puestos.
[12] Si
son un arma, entonces son instrumento de “alguien”, que los tiene a su
servicio. Y en tal caso, por simple lógica, no se trata de una “guerra civil”
sino de una intervención extranjera disfrazada de guerra interna.
[13] ¡Rediez, Joselito!: está mal engañar a los demás, pero engañarse uno mismo
es imperdonable. ¿De verdad crees que esa post-historia como la llamas,
favorece los fundamentalismos? ¿No te parece mucho más fácil que quienes
impulsan esa estrategia, disponen de los suficientes recursos como para
disfrazarse de lo que quieran y así mantener su impunidad? ¿Te parece
fundamentalismo wahhabita los regímenes de la península arábiga, ayudando a USA
y a la UE a destruir países islámicos? No es que lo estén haciendo por gusto
sino bajo chantaje y amenazas, pero de eso a pintarlos como “fundamentalistas”,
hay demasiado distancia y es parte de la desinformación de la élite
globalizadora.
[15] Definitivamente
se trata de títeres, que están dispuestos a traicionar a sus países. Y a esos
títeres se les quiere crear el mito genial de ser fundamentalistas wahhabitas;
pero esto último es para consumo de las masas extranjeras.
[16] Y
por lo mismo, han sido comprados por la élite globalista, para seguir
representando la farsa de la democracia.
[18] ¿Pero
qué tal una drástica reducción de la población mundial en pobreza extrema, que
en opinión de la élite resulta prescindible (sin poder de compra y/o, como mano
de obra no calificada, hecha “superflua” por la robótica)? Bajo cualquier
definición, eso sería genocidio.
[19] ¡Por supuesto que va más
allá!
[20] De hecho, esa élite apátrida
es la verdadera amenaza para la humanidad (lo mismo para USA, que para Europa,
para el Medio Oriente, para África) y no la “amenaza islámica”, que ella misma
busca inflar para lanzar a unos contra otros.
[21] El
eterno pretexto engaña-ingenuos: Los mercados no tienen vida propia; son
movidos por inversionistas y especuladores. Resulta muy cómodo atribuir lo que
sucede a “los mercados”, mientras los culpables y beneficiarios permanecen
tranquilos en el anonimato. Y esa forma
de referirlos, es muy dudoso que sea casualidad.
[22] ¡Pues claro! Es una faceta
camaleónica típica, mimetizarse y atribuir las cosas a otro. Tómese de ejemplo
la Revolución Francesa, que mejor sería calificarla de Anti-Francesa, o la
Revolución Bolchevique, que de rusa tuvo solamente el lugar donde ocurrió.
[23] ¡Vaya
que sí! Pero eso no es nuevo; data, al menos, desde la muerte de Trotsky.
Recuérdese que sus huérfanos se metamorfosearon en neo-conservadores.
[24] Lo
que ha ocurrido en los países árabes hasta ahora ha sido, en palabras de un ministro
del interior libanés (Marwan Charbel), más bien «Una primavera israelí», si nos
atenemos a sus resultados.
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