jueves, 25 de febrero de 2021

Peor que 1984

 

Agenda 2030: no tendrás nada y serás feliz

Por Roberto Pecchioli                                                                              09-Feb-21

FUENTE: https://www.maurizioblondet.it/agenda-2030-non-avrai-nulla-e-sarai-felice/

 

 

 

El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de traducción. Igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto simple en el original.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es un programa de acción para las personas, el planeta y la prosperidad, firmado en Sep-2015 por los gobiernos de los 193 países miembros de la ONU. Incorpora 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en un gran programa de acción para un total de 169 metas u objetivos. Así está escrito en el sitio web oficial de las Naciones Unidas. ¿Promesa o amenaza? Más bien la segunda hipótesis. El Gran Reset gran anulación y reinicio no es lo mismo, pero los objetivos coinciden y tienen en común la cercanía a las políticas del Foro Económico Mundial, el llamado "partido de Davos", el cártel de las grandes multinacionales y hombres más poderosos del planeta.

La última reunión se celebró en línea a fines de Ene-2021, pendiente de la reunión plenaria "presencial", prevista para el próximo mes de Mayo en Singapur. En conjunto, los diversos aspectos de la agenda globalista convergen en un inmenso proyecto de reconfiguración antropológica, económica, medioambiental y existencial a medio plazo (el 2030 ciertamente no está lejos) que no es arriesgado definir trascendental, en el sentido de que su éxito si se da cambiará lo existente, la humanidad y su ser en el mundo (el "estar allí", Dasein, en el léxico de Martin Heidegger) como nunca antes en la historia.

Es necesario apartar la mirada del escenario crucial del virus e intentar un primer acercamiento con el plan globalista, destinado a poner de cabeza, quizás a abrumar, nuestras vidas. Se trata de una gigantesca acción coordinada en varios niveles político, económico, sanitario, tecnológico, ambiental destinada a fortalecer el imperio del neocapitalismo y comenzar una nueva era para la humanidad.

En esencia, es la institución de un tecno-feudalismo para el que es válido el juicio del filósofo Giorgio Agamben: “El capitalismo que se está consolidando a escala planetaria no es el capitalismo en la forma que había tomado en Occidente: es, más bien, el capitalismo en su variante comunista, que combinó un desarrollo extremadamente rápido de la producción con un régimen político totalitario. (…) Lo cierto, sin embargo, es que el nuevo régimen unirá en sí el aspecto más inhumano del capitalismo con el más atroz del comunismo estatista, combinando la alienación extrema de las relaciones entre los hombres con un control social sin precedentes".

Uno de los videos publicados al margen del recientísimo Foro Económico Mundial muestra la imagen de un joven de sonrisa radiante y tiene un título emblemático: "en 2030 no tendrás nada y serás feliz". Parece un programa comunista y, de hecho, lo es. El video se inundó de críticas en las redes sociales y el Foro lo borró de Twitter, pero aún es visible en la página de Facebook. En los escritos de Karl Marx se plantea la hipótesis de un mundo perfecto en el que abolida la propiedad privada habría habido almacenes llenos de mercancías en los que todos podrían proveerse libremente.

Comunismo implacable abajo, capitalismo igualmente abrumador arriba, para sus señores: la variante neofeudal es que la gran mayoría de la humanidad no poseerá nada más que propiedad privada ya no los "medios de producción" sino todo, absolutamente todo lo que existe en el mundo —bienes, servicios, tecnologías, dinero— quedará en manos de una minoría con poder férreo. Una Edad Media posmoderna desprovista de la espiritualidad y altura moral de la Edad Media. Arriba, un puñado de emperadores los amos universales asistidos por varias castas de señores feudales, vasallos, valvasores [vasallos de otro vasallo] y valvasinos [vasallos de un valvasor], abajo todos nosotros, siervos de la gleba a quienes se administra una existencia animal.

En esta reflexión nos limitaremos a analizar este aspecto del Reset que repetimos significa cancelación. Los amos del mundo predicen un futuro cercano en el que la propiedad privada generalizada será irrelevante y podrá ser eliminada.

En 2016, el Foro Económico Mundial publicó un artículo en el que describía una
sociedadaparentemente utópica en la que se satisfacían todas las necesidades materiales básicas. La autora fue Ida Auken, exponente autorizada del Foro, ex ministra de Medio Ambiente de Dinamarca. ¿Será la nueva Ciudad del Sol un cielo —¿o un infierno? donde en unos minutos cualquiera entregará todo tipo de bienes: el mundo de Amazon. Ya nadie tendrá coche, sustituido por una red de transporte público (pero de propiedad privada...). No se pagará alquiler por el alojamiento, que será utilizado por otros en nuestra ausencia. Una vida animal perfecta, nómada o trashumante ¿mejor dicho líquida? con la maleta de ruedas en la mano para perseguir aquí y allá "oportunidades", una especie de Proyecto Erasmus perpetuo para una humanidad desarraigada.

Incluso la comida, en el sueño-pesadilla, es gratis: sobras entregadas a la gente pobre en las dependencias de las plataformas dedicadas; ya nadie tendrá vajilla ni cubiertos. Será más "cómodo" recibirlos en casa en el momento de su uso. La insistencia en la "comodidad" es terrible, la misma que hace que uno prefiera el uso de tarjetas de crédito (es decir, débito), provistas, o sea controladas por el poder financiero, en detrimento del efectivo. "Podrás alquilar cualquier cosa y serás feliz". Millones, miles de millones de vidas en arrendamiento. Pero si pagamos un alquiler, significa que los bienes, mercaderías, servicios pertenecen a alguien que mantiene firmemente la propiedad y puede elegir si, a quién y en qué condiciones, conceder su uso.

¿Es posible que no nos demos cuenta del inmenso engaño? Posible, porque los amos universales han logrado la capacidad tecnológica para entrar en nuestras vidas y mentes. Resulta anacrónico el extremo llamamiento a  la libertad de George Orwell en 1984: "Pueden obligarte a decir cualquier cosa, pero no hay forma de que te lo hagan creer. No pueden meterse dentro de ti". Incorrecto: ahora sí pueden. Las tecnologías de vigilancia y el inmenso aparato de programación neuronal, los chips subcutáneos, las drogas impuestas, triunfan.

El trabajo tampoco existirá más, reemplazado por “tiempo para pensar, crear y desarrollarse”. ¿Pensar en qué, si no en consumos materiales y triviales. Crear, entonces. ¿Con qué propósito, ya que nada será “nuestro” y no podremos disfrutar de sus frutos ni pasarlos a nuestros hijos? En cuanto al desarrollo de la personalidad, pensamos más bien en un número infinito de neurosis, que sólo pueden remediarse con una ulterior medicación de la vida, el suministro masivo de sustancias psicotrópicas capaces de hacer que el homo sapiens soporte una vida en cautiverio, de animal de granja.

No habrá necesidad de salir a comprar, "el algoritmo lo hará por mí" [¿el Internet de las cosas?]. El inmenso experimento de ingeniería social que subyace al coronavirus está muy bien explicado: todos en casa, átomos "socialmente" distanciados, solitarios y desconfiados que reciben la pastura de sus dueños. Siervos de la tierra: en la economía medieval, los campesinos y sus familias tenían la obligación de permanecer de por vida en el feudo del vasallo o valvasino del señor feudal  y trabajar para él. A cambio, recibían protección y la garantía de un soporte material mínimo. Todo, excepto algunas herramientas y algunos adornos, pertenecía al señor feudal.

¿Tenía razón Nietzsche y la teoría cíclica de la historia, del "eterno retorno"? Auken concluye: “No tengo ninguna propiedad. No tengo coche. No tengo casa. No tengo ropa ni aparatos. Puede parecer extraño, pero en esta ciudad tiene sentido”. La propiedad privada es un accesorio superfluo, casi una molestia. Es extraño que los superamos, dueños de todo, los señores neofeudales, no se liberen de ellos. Ya no tendremos vida privada: “No tengo intimidad real. No puedo ir a ningún lado sin estar registrado. Todo lo que hago, pienso y sueño queda grabado. Al final, es una buena vida”. Demenciales, pero esas ideas son la vanguardia visible de lo que nos espera, y de poco sirve que el Foro explicara que las ideas expresadas son de Auken y no del WEF, que sin embargo las publica y difunde en otros documentos, como el citado vídeo, en el que, entre otras cosas, está la previsión de que para el 2030 comeremos alimentos artificiales.

Es uno de los objetivos de Bill Gates, quien sin embargo, prudentemente, compra tierras agrícolas fértiles; ya posee más de cien mil hectáreas. Los desperdicios de comida son para nosotros, no para los amos. Mientras tanto, dicho y hecho: la UE impone etiquetas para la carne y otros alimentos con la indicación de que pueden provocar cáncer. Han verificado a través del virus que, en el Occidente terminal y materialista, con el miedo basta. La civilización alimentaria también cambiará, cambiando profundamente no solo los hábitos de vida, sino también abrumando sectores económicos enteros e incluso el panorama mismo que tenemos ante nuestros ojos. Comerás menos carne, ordena el Foro, señalando como alternativas insectos, algas y carne artificial. Por el bien del medio ambiente y nuestra salud: el Gran Hermano es vegetariano y quién sabe si todavía podremos elegir nuestra dieta. Por pura casualidad, Bill Gates es uno de los grandes financiadores de la investigación sobre los productos Frankenstein, a través de empresas como Beyond Meat e Impossible Foods. También ha invertido en la denominada biología sintética, una tecnología cuyo objetivo es producir artificialmente todo tipo de alimentos [resulta extraña tanta mención de Bill Gates y que los Rockefeller, los Rotschild, los Warburg, Vanderbilt et al. no consigan ni una].

 Nos permitimos subrayar cuán inútiles son los contrastes políticos e ideológicos ingeniosamente alimentados con arte, respecto al inmenso alcance de los problemas reales del presente y del futuro cercano. La Agenda 2030 informa que “mil millones de personas tendrán que emigrar debido al cambio climático. Tendremos que hacer un mejor trabajo para acoger e integrar a estos refugiados”. ¿Por qué gastar recursos en combatir el cambio climático si sabemos de antemano que habrá un éxodo bíblico de esas proporciones?

Las empresas pagan por el dióxido de carbono. Habrá un precio global estandarizado. Esto acelerará la desaparición del uso de combustibles fósiles”. ¿Quién fijará el precio? Quizás el Soviet Supremo del partido monopolista mundial.

"La humanidad podrá viajar a Marte" ¿Para hacer qué y quién pagará? Y luego, ¿por qué ir a Marte si seremos tan felices aquí abajo? Mientras tanto, nos estamos organizando para un mundo en el que ya casi no nos moveremos, la perfecta reedición del feudalismo. El teletrabajo nos mantendrá clavados en el escritorio de casa, controlados remotamente por un supervisor que también depende de un nivel superior.

Dicen abiertamente que tendremos que olvidarnos de los viajes, el turismo y los vuelos de bajo costo; los aviones nuevamente estarán reservados para ellos, los pocos felices e iluminados. Para nosotros, los viajes de corto alcance; ya está en la agenda el retorno de los vagones-cama, la revancha del querido y viejo ferrocarril. Es la realización perfecta de lo que Tocqueville había imaginado a la mitad del siglo 19, una tiranía que degrada, que borra el alma sin torturar el cuerpo, “un poder inmenso que mantendrá en perenne adolescencia, a la búsqueda constante de los placeres vulgares”. Añadimos, el advenimiento de un materialismo más pesado que el marxista y más absoluto que el liberal.

La epidemia fue providencial para la oligarquía ya que permitió poner a prueba con éxito la relación vertical entre súbditos y soberano, sin más mediaciones sociales, políticas y valorativas, con la eliminación de "cualquier relación ajena al intercambio individual entre protección y obediencia". (Roberto Esposito). Por tanto, la Agenda 2030 puede anticiparse, como anunció el Foro, dado que "los ciudadanos ya están preparados". Muy cierto, por eso se pusieron la mascarilla y escondieron el rostro.

No se esconden en absoluto. Así escribió Klaus Schwab [de quién nunca se dice de dónde sacó el dinero para organizar el Foro], el Gran Chambelán del Foro, en el programa del año en curso: “El aspecto positivo de la pandemia es que nos ha enseñado que podemos introducir cambios radicales en nuestro estilo de vida muy rápidamente. Los ciudadanos han demostrado ampliamente que están dispuestos a hacer sacrificios por el bien de los cuidados sanitarios. Está claro que hay un deseo de construir una sociedad mejor y debemos aprovecharlo para asegurar el Gran Reinicio ”. El bien del uno por ciento de la humanidad, el tecnofeudalismo posmoderno se hace pasar por el interés común, hasta el punto de la crítica grotesca del capitalismo globalizado. Organizan el futuro y también la paradójica oposición a ellos mismos, conscientes de que gran parte de la humanidad, a pesar del adoctrinamiento colosal, no piensa como ellos. Bill Gates, por su parte, advierte que “los viajes aéreos deben reducirse a más de la mitad. Los aviones contaminan mucho”.

Extraña globalización sedentaria, con la población atrincherada en casas alquiladas para trabajar a destajo. El Foro anuncia de manera inequívoca que será necesario volver a desplazarse en tren. En un mensaje de propaganda nos explican lo “maravilloso que es viajar en trenes nocturnos”. El avión será el privilegio de los ricos: sentencia de muerte para Ryanair. Nosotros los plebeyos volveremos al tren del sol, como máximo recuperaremos el Orient Express, pagadero a plazos con retiro directo mediante transferencia bancaria. Los magníficos y progresistas destinos de los pueblos que "el capitalismo actual ha provocado grandes desigualdades económicas". Palabras descaradas de los que provocaron el incendio.

Al contrario, es una gran contraofensiva hegemónica respecto a la crisis del consenso que ha entronizado el capitalismo financiero (Luciano Gallino) y que pronto tocará el tecnocapitalismo feudal y panóptico de la GAFA [Google, Amazon, Facebook, Apple].

Una reflexión de Geminello Preterossi, autor de Contro Golia [Contra Goliat], es esclarecedora: "si hay necesidad de una reorientación, para los oligarcas de Davos esto debe ser logrado por el capitalismo mismo, es decir, por quienes produjeron el desastre". Con una suerte de falso movimiento ilusionista, poniéndose en oposición a lo existente, aprovechan la oportunidad de la pandemia para inmunizar al poder absolutista del capital de cualquier cambio real que venga desde abajo y represente una alternativa organizada; para ello es necesario cambiar la narrativa, pretender liquidar el neoliberalismo para salvar y revivir el capitalismo (cuyo núcleo de poder neoliberal permanece intacto), potenciando sus posibilidades de dominación. Ese dominio de las mentes llega hasta el proyecto ilimitado de control algorítmico total sobre las vidas, cuyo residuo de diferencia y autonomía debe ser cero o neutralizado con métodos automáticos".

La pasividad social apoyada por la vigilancia bloquea el conflicto y minimiza la sociabilidad, que se ha convertido en sinónimo de peligro. El Reset destruye las pequeñas y medianas empresas y la gran muralla del tejido social y comunitario, suprime las tradiciones históricas y trastoca la autonomía humana. Es el fin de la libertad en nombre de una siniestra igualdad que Pasolini habría llamado feroz homologación y Orwell conformidad forzada. Todo ello aderezado con una salsa indigerible que Preterossi denomina "retórica fatua del bien común, del verde, de la inclusión, en la que la neolengua, exenta de coherencia para mistificar cualquier situación, haciéndola parecer lo contrario de lo que realmente es".

El objetivo final es la anti-sociedad poshumana [¿postsociedad anti-humana?]. Está en juego una transformación antropológica de la que la Agenda 2030 es solo una etapa. El fin último es superar al hombre, el punto de inflexión del transhumanismo en un horizonte en el que la tecnología sea la partera de la historia y el capitalismo se convierte en religión, como intuía Walter Benjamin. La nueva normalidad consistirá en relaciones sociales reducidas al mínimo, con la mayor parte de la humanidad (occidental) encerrada en la guarida, conectada a aparatos artificiales, vigilada por el nuevo Panóptico, con comportamientos y conductas previstos y predeterminados por el sistema tecnológico, esperando convertirse en un componente de nuevos y sofisticados aparatos. La explotación del hombre llegará a ser aun más minuciosa, hasta el punto de producir dos especies humanas distintas: los señores feudales y los siervos, a quienes se hace amar las cadenas a través de la ignorancia, el miedo, las misteriosas sustancias farmacológicas introducidas en el cuerpo físico por un poder. que se ha convertido en biopoder.

Se acabarán muchas actividades económicas, artísticas, culturales el empobrecimiento material y espiritual será inmenso, mientras la digitalización de las relaciones humanas será la cúspide del delirio antihumano y la rendición a un nihilismo escalofriante dirigido desde arriba. El melifluo totalitarismo de Davos y Silicon Valley es la respuesta de un liberalismo desagradable por su incapacidad para obtener legitimidad y consentimiento.

La vida está en otra parte y la gigantesca operación de reconfiguración no necesariamente tiene éxito. El hombre tiene reflejos de vida. Todo depende de si la vieja y anticuada realidad se dejará vencer por la vida incorpórea preparada, con un movimiento uniformemente acelerado, por las oligarquías sociópatas del dinero y la tecnología. Sin embargo, aunque de forma completamente diferente a cualquier pasado, la dialéctica sigue siendo la indicada por Hegel: siervo contra Señor. No somos nada, por lo tanto, no podemos tener nada. La conciencia de la condición de sirvientes, ya no personas sino material humano, es el primer paso para salir de la cueva y atacar a los Señores.

 

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