jueves, 13 de mayo de 2021

Los globalistas desencadenados

 

Prometeo desencadenado: El mono de Dios

Por Roberto Pecchioli                                                                              27-Abr-21

FUENTE: https://www.maurizioblondet.it/prometeo-scatenato-la-scimmia-di-dio/

 

 

 

El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de traducción. Igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto simple en el original.

"Sr. Bond, hay un dicho en Chicago: “una vez es oportunidad, dos es coincidencia, tres veces es acción enemiga". Así le dijo Goldfinger al Agente 007, la genial invención de Ian Fleming convertida en leyenda cinematográfica. Comenzamos con ligereza una reflección "grave". Es hora de tomarse muy en serio la "cultura de la cancelación" que avanza por todos lados. No es solo una operación de poder o una maniobra de distracción: es un proyecto preciso de dominación a largo plazo, cuyo principal medio es la reconfiguración antropológica de la humanidad. Sus pregoneros son un puñado de personalidades excepcionales aquejados de una sociopatía y delirio de omnipotencia. Su objetivo nada menos es rehacer al hombre y al mundo. Una nueva creación, bajo el supuesto de que la "vieja creación" está equivocada, es imperfecta, incapaz de responder a las expectativas no del hombre, sino de una minúscula porción de la humanidad: ellos, los destacados, los iluminados.

Nos convencimos de esto al observar los movimientos y acciones de personalidades como Elon Musk, Jeff Bezos, Bill Gates. Se trata, sin duda, de genios, individuos de superior inteligencia científica y práctica, unidos por la férrea voluntad de derrocar al mundo, hasta el punto de rehacerlo de la cabeza a los pies. Bezos ha puesto patas arriba el comercio mundial, convirtiéndose en el hombre más rico del mundo, pero su sueño es colonizar el espacio. Elon Musk, el visionario de la ciencia, el hombre de los coches eléctricos, el que se pone en práctica los extraordinarios conocimientos de Nikola Tesla, el genio científico y tecnológico serbio, tiene objetivos similares. Bill Gates, a través de las vacunas, inaugura la era que va más allá del biopoder (Foucault), penetrando en el siniestro territorio de la biocracia, es decir, el dominio total sobre la vida.

A través de preparaciones misteriosas, ¿inocula los cuerpos "viles" con sustancias destinadas a inmunizar contra un virus, o hay más? ¿Está quizás tratando de modificar el ADN humano, o de introducir sustancias en organismos con propósitos que solo él y unas pocas personas ilustradas conocen, los maestros del taller gnóstico? Entre las investigaciones que financia, existen técnicas para "oscurecer" el sol con el fin de enfriar la temperatura de la Tierra. Otro "iluminado" es George Soros, el financiador de todo movimiento e idea que tiende a trastocar el orden natural de las cosas. Otros (pero, al final, siempre son los mismos...) difunden desde Davos, la montaña encantada que sirve de laboratorio de Vulcano, el lema del mañana: No tendrás nada y serás feliz. ¡Yo, tú, nosotros, ustedes, pero "ellos" sí!

Ahora es evidente: Prometeo se desató, robó el fuego a los dioses, abrió la caja de Pandora y se convirtió en Dios. Mono de Dios, claro, ya que estos sociópatas con un coeficiente intelectual muy alto no son sino hombres. Estamos seguros de que ésta es su mayor preocupación: obsesionados con (su) muerte, trabajan para superar a lo humano con el fin de pasar a lo transhumano. Hibridar hombre y máquina para ir más allá de sí mismos. En palabras de Dante, le dan “alas al vuelo loco”. Sobrepasaron incluso a Fausto. Ningún pacto con Mefistófeles; Prometeo trabaja solo, no conoce demonios ni dioses: los reemplaza.

Entendieron que para cambiar al ser humano es necesario actuar sobre los miedos ancestrales. Por eso han despertado, apoyados por la pandemia (¿ayuda inesperada o acto criminal?) El terror del contagio, el odio al Otro, el homo homini lupus, pero sobre todo "virus" del otro hombre, enemigo misterioso y portador invisible de la muerte, para mantenerlo a distancia. Por supuesto, también evocan, a través de la ciencia y la tecnología sus Demiurgos la salvación, las gotas de pociones milagrosas. Necesitan consignas que puedan unir a la humanidad en torno a objetivos genéricos, creídos por la compulsión repetida: la ideología del clima está lista. El poder del hombre es tan grande que en pocos años ha cambiado el clima para peor. Pirómanos y bomberos unidos en las mismas personas: esquizofrenia.

El mito no probado del calentamiento global "antropogénico" funciona muy bien, además de la contaminación o los gases de efecto invernadero, pero la confusión se alimenta ingeniosamente. Con el mismo poder "humano", mientras Prometeo maneja y manipula el fuego que le robó a Zeus, cambiarán el clima. El sueño de la omnipotencia, la extrañeza radical hacia otros hombres son demasiado claros. Atemoriza no solo el proyecto, sino también el materialismo total que profesan; para ellos Dios no murió, solo cambió su nombre: el de ellos. Rehacen la creación, reformulan las leyes de la naturaleza (vida y muerte, hombre y mujer: antiguallas), oscurecen el sol. Ya no necesitan, como Mefistófeles un demonio a la antigua de comprar almas: las abolieron. No soy en absoluto como él, "el Espíritu que siempre niega", sino al contrario, la materia que afirma y triunfa.

Prometeo robó el fuego a los dioses, ahora la pregunta es qué hacer con él. El mundo entero, la naturaleza, la creación, el hombre, deben ser "reiniciados" y reconstruidos desde cero. No es el primer milenialismo que pasa a primer plano en la historia, pero es el más poderoso. Han penetrado en muchos secretos de la naturaleza: los alquimistas posmodernos pueden convertir el hierro en oro, pero ese no es su objetivo. Cualquiera que piense que la nueva oligarquía tecno-científica y financiera apunta a la riqueza está equivocado. En primer lugar, ya la tiene, porque ha logrado monopolizar la creación del dinero. Además, saben mejor que nosotros que el dinero es sólo un medio; el fin es un dominio tan grande que se transforma en creación.

Por eso, es parcial y errónea la reconstrucción de la "cultura de la cancelación" en clave exclusivamente nihilista y reivindicativa del pasado, de la civilización "blanca" y europea. No es casualidad que los destructores, los iconoclastas, se llamen a sí mismos "woke", los despiertos. Prometeo necesita alucinaciones "despiertas" ya que su tarea no es solo destruir. El principio es siempre el mismo que la antigua alquimia "solve et coagula", disolver y recomponer sobre una nueva base. También es el objetivo final de la masonería iniciática: Ordo ab chao, orden desde el caos. Quien prendió fuego a la biblioteca de Alejandría, o quien, en tiempos más recientes, destruyó Palmira y arrasó con el Buda de Bamiyán "sólo" quería borrar los vestigios de civilizaciones adversas [el incendio de la catedral de Notre Dame en París el 15-Abr-2019, ¿entra en esta lista?]. El objetivo del Mono de Dios es más refinado: es toda la creación, es el hombre todo entero el que hay que trascender, superar. No es más que una masa bioquímica, una máquina imperfecta, un mecanismo que puede y debe reiniciarse, manipularse, modificarse.

No se puede dejar de ver la secularización radical, el culto al poder desconectado de los límites, el cientificismo "técnico" en el que pierde sentido la noción misma de hombre. El hombre debe dejar de cuestionarse a sí mismo y al Ser: así piensa Prometeo. Produjeron un impresionante salto hacia atrás, una regresión de treinta siglos, desde el salmo octavo de la Biblia, la idea del hombre, frágil caña al viento, pero el único ser capaz de "comprender la creación", como observó Blaise Pascal.

En la época del virus, arrastraron a tierra las redes lanzadas mucho antes. Por ejemplo, al trasladar la vida del terreno del bios (espíritu, cuerpo, alma, autoconciencia) al de zòe, la mera supervivencia biológica a la que se debe sacrificar todo, libertad, derechos, dignidad, principios: inconmensurables, por tanto inexistentes en el marco del materialismo extremo. Al mismo tiempo, trabajaron para hacer popular, incluso deseable, la muerte. La nuestra, claro, no la de ellos [«Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él es homicida desde el principio» (Jn 8, 44)]. La "buena muerte" posmoderna se llama eutanasia y no consiste en prepararse para el fallecimiento, purificar el alma de las pasiones y acercarla a una dimensión ulterior. No; se trata de convertirla en la única salida ante el sufrimiento, la enfermedad, la invalidez, el tedio de vivir, la decadencia. La eutanasia que se ha convertido en ley en algunos países otros seguirán pronto fue acompañada por estruendosos aplausos: un feroz himno a la nada, la tergiversación trivializada del "vivir para la muerte" de Heidegger.

Lo ha explicado espléndidamente un intelectual francés, también ateo, Michel Houellebecq. El principio de la eutanasia convertido en ley constituye una ruptura antropológica sin precedentes. Una civilización que legaliza la muerte provocada pierde todo derecho al respeto. Han tergiversado el sentido de las palabras: hablan de compasión y dignidad sustituyendo el ser físico por el ser moral que es (debería ser) el hombre. Para Houellebecq, “una vez que llegue a una determinada situación de degradación física, terminaré por convencerme de que no tengo ya ninguna dignidad”.

¿Qué pasa con la persona humana, no digamos de la chispa divina que tiene en sí mismo, sino simplemente de su condición de criatura sensible y moral? El hombre (occidental) acepta desaparecer como raza, como civilización, como sujeto individual aplaude su propia muerte en nombre del no-dolor, del no-sufrimiento. La muerte como solución a las "no-vidas". Y pensar que la modernidad se inauguró, en la constitución estadounidense, bajo la bandera de la "búsqueda de la felicidad". Se escapa la inmensa disonancia cognitiva entre zòe, la vida pura a toda costa y el "ser-para-la-muerte" cuyo símbolo es la eutanasia, la muerte legal. Una señal de que avanza el proyecto de humanidad zoológica y zootécnica concebido por Prometeo.

La falta de cultura del Mono de Dios es peor que el marxismo más siniestro. Para el bolchevique Georgi Pyatakov [1890-1937], el verdadero revolucionario, si el Partido lo exige, está dispuesto a creer que el negro es blanco y el blanco es negro. También en este punto, el alumno (la supuesta "sociedad abierta") ha superado al maestro. Mediante un lenguaje políticamente correcto, con la excusa de no ofender, se prohíbe llamar a las cosas y conceptos por su nombre hasta el absurdo lógico de no creer en sus ojos, que ven blanco y dicen negro. Mucho peor que la religión laica comunista, que se limitaba a afirmar lo contrario de la verdad: mentía sabiendo que mentía. Prometeo quiere que creamos firmemente en la mentira: es una diferencia cualitativa de inmensa importancia.

Prometeo sabe que, por mucho que lo intente, una cierta dosis de espiritualidad permanece arraigada en el hombre. Por eso la sustituyó por el engaño de la "energía", espíritus genéricos cósmicos o primordiales, logrando contagiar incluso a la Iglesia, que ha dejado de mirar hacia arriba. Se parece a lo que queda de las poblaciones gitana (perdón, Roma) e india (nativa americana): despojadas de su cultura de origen, despojadas de su dignidad, reducidas a fantasmas en las reservaciones y en los carromatos, entre la inmundicia material y la nulidad espiritual.

Tienen razón quienes denuncian el escenario de mercantilización reducción a cosas del turbocapitalismo, diseñado por Prometeo con el atronador aplauso de las obsesiones orwellianas, policíacas y de censura del progresismo terminal. Por supuesto, necesitan un tipo humano desprovisto de identidad, de razón, de pensamiento, el consumidor, el esclavo satisfecho, el siervo de la gleba encerrado en una jaula. Pero la explicación no basta, como tampoco basta con oponernos a la cultura de la cancelación, el deseo de impotencia generalizado en las fibras más íntimas de nuestra alma. La pregunta correcta, nos parece, habiendo tomado nota de que el proyecto es biocrático —el dominio total sobre la vida—, por lo tanto criminal, es ¿por qué nos han elegido como conejillos de indias para el proyecto de aniquilación del hombre 1.0 y su sustitución por una especie animal dócil, instintiva, no pensante? ¿Por qué son tan cuidadosos en reemplazar las identidades comunitarias y colectivas, las tradiciones espirituales y materiales, con una miríada de minorías resentidas armadas, cerradas y totalitarias unas contra otras?

La respuesta es compleja, pero se puede resumir en una observación: la civilización europea es la que "inventó" al individuo, la conciencia que se convierte en "persona", el pacto entre el hombre y un ser que lo trasciende y al que está subordinado, que ha denominado Dios. Es la única civilización verdaderamente "humanista", en la que, como los círculos concéntricos que se ensanchan en el agua cuando arrojamos una piedra, el hombre se reconoce a sí mismo en varias identidades complementarias. Somos hombres y mujeres, trabajadores, miembros de una familia, de una ciudad y de una nación, de una religión, de organismos intermedios y grupos de interés que, armonizados, constituyen la mayor comunidad, Estado y civilización.

Es mejor negar la "persona", o la autoconciencia, el sentido de sí mismo, y luego separar al individuo de sí mismo, eligiendo una partecita de nuestra identidad para convertirla en lo Único, el rabioso rinconcito de nosotros mismos que se convierte en la paradójica "totalidad por sustracción". Ya no soy un italiano, varón, con familia, padre con hijos, con un trabajo o profesión, con principios e intereses legítimos, sino que tengo que ser "sólo" una partecita de mí mismo, a través del énfasis de una "única característica", la orientación sexual, el género, la etnia, la pertenencia a algún grupo, mejor si es oprimido hoy, ayer o en la prehistoria, las propensiones al consumo. En resumen, "dividuo", la escisión del entero.

La empresa, en otras civilizaciones, es más sencilla. En los orientales, por ejemplo, la sensación de la totalidad (ying y yang) es más vívida, pero también una larguísima tradición de despotismo y obediencia. Las culturas impregnadas por el islamismo se comportarán según los dictados del Corán y la interpretación que den los líderes religiosos. Sólo el europeo vive del pensamiento crítico, la complejidad, la discusión, él ha inventado los "derechos". Derrota su civilización, y el juego ha terminado.

El Mono de Dios lo sabe bien porque proviene de la misma raíz. Es extraño que los abanderados de la cultura de cancelar "nuestra" civilización sean, ellos mismos, varones blancos heterosexuales. Son muy educados, no solo muy inteligentes. Para su creación, necesitan aniquilar una forma específica de cultura: la europea clásica y occidental. Todo lo demás es una coartada y una imbecilidad generalizada para [consumo de] los tontos, los ingenuos, los que no piensan. Prometeo sabe que somos su enemigo, los que, desde la época de Grecia, lo han encadenado después de que se había liberado y le robó el fuego a Zeus. Prometeo sabe que inventamos la filosofía, es decir, la libre reflexión, que preferimos la razón a la irracionalidad, Apolo a Dioniso, el espíritu a la materia, y definimos la virtud, el orden moral, el autocontrol, la ley como bien, la justicia, el deber.

En resumen, somos quienes poseemos las herramientas culturales para desenmascarar sus engaños. El Homo sapiens no quiere regresar a un simple animal con una posición erguida y un pulgar oponible. Igualmente asusta la reducción a una especie reproductora y su aparente opuesto, el apéndice de la máquina digital gobernada remotamente, por la Mátrix de los Monos de Dios. He aquí entonces la censura a Aristóteles (¡esclavista!), a la física y a la matemática (demasiado asertivas, precisas, con el pretexto de definir una operación correcta o incorrecta, además "blanca"). Newton era un colonialista y sus leyes de la mecánica son verdaderas, pero "injustas" porque fueron enunciadas por un hombre blanco heterosexual que cree en Dios. De hecho, en desprecio de la idea de individuo / persona responsable de sus acciones, pero solo de aquellos, se pretende que el hombre blanco se arrodille por los "crímenes" de sus antepasados, cuyos pecados son inexpiables, imprescriptibles, hereditarios, aunque ya no se considere como tal, ya que la herencia, o la transmisión de valores, ha sido abolida . ¡Pero solo para los "blancos"!

La "voluntad de impotencia" nos ha sido implantada a la fuerza: no hay nada más antinatural que odiarse a uno mismo. Sin embargo, la oicofobia (odio a uno mismo) se ha convertido en la característica principal de lo que queda de nuestra civilización. Odio étnico, en primer lugar: ¡consiguieron hacernos odiar incluso nuestra apariencia y el color de nuestra piel! Y luego el odio "civil", el convencimiento de que una historia gloriosa y trimilenaria es un cúmulo de violencia y fechorías. También odio por nuestro sexo natural: si es hombre, como violento, violador, prevaricador. Si es mujer, porque lleva dentro de sí la maternidad, el inmenso y primordial poder sí, verdaderamente divino para dar vida. Sin este disparatado masoquismo, no escucharíamos a Prometeo y reconoceríamos fácilmente al Mono de Dios, manteniéndolo a distancia. Odio cultural, como si la enorme e infinita contribución de nuestra civilización, de nuestra raza, de nuestra tradición espiritual fuera la sentina de todos los males del mundo.

Todo esto por la única razón de que la cultura, la civilización, la visión del mundo de esta parte del mundo tiene dentro de sí las fuerzas, los anticuerpos, los filtros para decirle no a Prometeo, para hacerse preguntas y darse respuestas, es decir, todo lo que hace del ser humano, una Persona.

En Macbeth, la tragedia del poder y la voluntad de dominio, el motor de la historia no es Lady Macbeth quien instiga a su marido a perseguir el sueño de la corona. Son las tres brujas, cuyas palabras expresan el precipicio al que conduce la tergiversación de la verdad y la naturaleza: "lo feo es lo bello, y lo bello, feo". Y huyen "hacia arriba, a través de la niebla y el aire grasiento". Sin embargo, Shakespeare debe ser censurado. Hay muchas excusas: era racista (Otelo es "el moro de Venecia"), antisemita (Shylock), machista (La fierecilla domada), odiaba a los discapacitados (Calibán en la tempestad, Ricardo III el lisiado, mal absoluto). Es mejor eliminar también al bardo. Con él, queden prohibidos Kant y Platón, la gramática una imposición "étnica", los griegos que odiaban la arrogancia, la soberbia de Prometeo y, por supuesto, ese extraño palestino crucificado que asignaba un alma individual a cada hombre y proclamaba que es la verdad la que libera, no el consumo, ni la comida o el placer inmediato.

Odian el conocimiento, la cultura, la crítica, el pensamiento. Porque los desenmascara, porque se burla de ellos, porque, al final, todo pensamiento es siempre crítico, juicio. El mono de Dios, el Prometeo posmoderno parece muy poderoso y de inmediato lo es. Pero su presunta omnipotencia lleva consigo las semillas de la caída. Caerá como un Lucifer invertido. El ángel quería ser luz en lugar de Dios, Prometeo quiere apagar el sol. No lo logrará; el mono de Dios puede ganar hoy, a lo más durante una generación [el régimen bolchevique duró 2 generaciones en Rusia; aunque parece que no logró un avance irreversible], la última de Occidente, un grotesco autoverdugo. Nada más: su subcultura de la muerte acabará reinando sobre la Nada. Incluso para Prometeo, al final, llegará la noche del día de fiesta, “para pensar cómo todo muere en el mundo, y casi no deja huella”.

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