jueves, 4 de junio de 2015

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¿Por Qué Grecia Simplemente no Opta por el Incumplimiento? 


Por Jerome Roos                            22-May-15
FUENTE: http://www.informationclearinghouse.info/article41946.htm



  
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La historia ha mostrado que los países que se niegan a pagar sus deudas caen más duro pero se recuperan más rápido que los que no. Así, ¿por qué el gobierno izquierdista de Grecia no se las quita de encima?
 A medida que el drama de la deuda griega finalmente llega a su clímax con el gobierno encabezado por Syriza tranquilamente advirtiendo al Srio. del Tesoro de USA y a la jefe del FMI que sus últimas reservas de efectivo están ahora casi agotadas y que el gobierno no pagará al FMI si no recibe una infusión de dinero fresco antes de principios de Junio, surge una pregunta crítica: ¿por qué los izquierdistas radicales simplemente no se quitan el problema de encima y se declaran en incumplimiento de la deuda? ¿Qué les importan los acreedores?
La cuestión puede sonar trillada, pero llega a ser crecientemente desconcertante una vez que colocamos la actual crisis de Grecia en una perspectiva histórica. Durante la Gran Depresión de los 1930s, Grecia junto con la mayoría de los países del este y sur de Europa y prácticamente toda Latinoamérica respondieron a sus problemas fiscales suspendiendo en forma contundente sus pagos de deuda a los tenedores extranjeros de bonos. La historia económica está repleta de tales moratorias unilaterales. El incumplimiento (default) era simplemente parte de las reglas del juego.

Un notable contraste
Tómese la primera ola de incumplimientos soberanos que siguió a las luchas por la independencia de los países latinoamericanos en los 1820s. Entre 1822 y 1825, los financieros establecidos en Londres y Amsterdam cegados por la perspectiva de rápidos beneficios devoraron los bonos gubernamentales latinoamericanos como si fueran hotcakes. Algunos inversionistas europeos incluso fueron engañados por un legendario estafador que vendía bonos de una imaginaria nación recientemente independizada llamada Poyais. En esos años, la euforia financiera reinaba suprema.
Sin embargo la caída de los prestamistas fue rápida y dolorosa. Atraídos por el crédito barato, los nuevos deudores latinoamericanos se empasivaron masivamente, mientras los acreedores europeos se excedieron más allá de sus recursos. Luego de que terminaron las guerras de independencia, casi todos los gobiernos recién independizados cayeron en incumplimiento. Como lo señaló uno de los principales historiadores del episodio, “durante un cuarto de siglo la mayoría (de los prestatarios latinoamericanos) mantuvieron una efectiva moratoria sobre sus deudas externas, lo que indicaba un apreciable grado de autonomía de las grandes potencias de entonces”.
No es difícil entender por qué los prestatarios soberanos querrían ejercer esta autonomía al máximo. Los economistas han encontrado que los países que cayeron en incumplimiento en los 1930s, por ejemplo, se recuperaron más rápido que los que no. Los países que repagaron sus deudas fueron forzados a realizar políticas de contracción (i.e. medidas de austeridad) para liberar reservas de efectivo con las cuáles pagar sus deudas. La transferencia al extranjero de estos recursos escasos contribuyó directamente a la agudización de la crisis.
¿Por qué, entonces, Grecia simplemente no sigue el mismo camino hoy? El país ha pasado la mitad de su historia en un estado formal de incumplimiento. Incumplió en sus primeros préstamos de la guerra de independencia en los 1830s, junto con los países latinoamericanos. Volvió a caer en incumplimiento en 1843, 1860 y 1893. Después del último episodio, los dueños alemanes de bonos demandaron el control internacional de las finanzas griegas lo que lograron con el establecimiento del Comité Internacional para la Administración de la Deuda Griega luego de la guerra greco-turca de 1897. Incluso, Grecia se las arregló para volver a incumplir durante los 1930s. Ninguno de estos incumplimientos ocurrió bajo gobiernos radicales.
Sin embargo hoy, aun bajo un gobierno anti-austeridad conducido por Syriza, el partido radical de izquierda, cuyas filas contienen un surtido de marxistas de la vieja escuela, Grecia ha sido escrupulosamente obediente a los dictados de los acreedores extranjeros. Esto es de lo más notable porque, en una campaña electoral anterior hace justo tres años, el mismo partido incluso prometió suspender unilateralmente los pagos de deuda y hacer una auditoría de la deuda nacional con vistas a repudiar todas las obligaciones ilegales e ilegítimas. Mientras que la vocera del parlamento, Zoe Konstantopoulou, ha convocado tal comité de auditoría, el primer ministro Tsipras ha jurado que no tomará una acción unilateral.
Así que ¿qué está pasando aquí...? Si gobiernos menos radicales cayeron en incumplimiento uno tras otro en épocas pasadas, ¿por qué el gobierno más izquierdista de Europa de la historia reciente simplemente no hace lo mismo?

Cambios estructurales en el capitalismo
La respuesta corta es que Syriza resulta difícil de culpar por su forzado cumplimiento. De hecho, el mundo ha cambiado en formas dramáticas desde mediados de los 1970s. El tipo de capitalismo que tenemos hoy no se parece al de antaño. No se parece al compromiso keynesiano que reinó durante las décadas de postguerra y que formó la base del régimen de Bretton Woods y el estado de bienestar social. Tampoco se parece al clásico liberalismo de laissez-faire de la llamada “primera ola de globalización” en la era clásica del patrón oro, entre 1880 y el inicio de la 1GM en 1914, cuando el incumplimiento aun estaba muy difundido.
A diferencia de épocas anteriores, el capitalismo global de hoy ha sido totalmente financializado. Esto, a su vez, ha tenido consecuencias importantes no solamente para la centralidad de las finanzas dentro del régimen de acumulación; también ha afectado la naturaleza del estado capitalista y su relación a los acreedores privados. Para resumir una larga y complicada historia, podemos identificar tres cambios estructurales que han sido trascendentales para cambiar la lealtad de los gobiernos de sus poblaciones nacionales hacia los prestamistas internacionales y las élites nacionales.
Primero, los países periféricos han llegado a ser más dependientes que nunca del crédito y la inversión extranjeras para sus propias perspectivas de crecimiento. Segundo, un ejército de instituciones financieras internacionales ha sido creado, particularmente el FMI y el BCE, que pueden saltar dondequiera que un deudor está en apuros para proporcionar préstamos de emergencia (bajo una política de estricta condicionalidad) de modo que las deudas puedas ser liquidadas. Tercero, la financialización ha contribuido para el afianzamiento del nexo estado-finanzas hasta un punto donde los gobiernos y economías nacionales han llegado a ser crecientemente dependientes de los bancos centrales y de los sistemas bancarios nacionales controlados privadamente. Como resultado, los banqueros han obtenido una vasta influencia sobre la política económica, aun cuando ellos mismos (o sus amigos) no están en el gobierno.
Estos tres cambios han sido los cimientos para el generalizado alejamiento del difundido incumplimiento, como existió antes de la 2GM, y hacia el increíble récord de cumplimiento de los deudores que ha sido establecido bajo el régimen neoliberal de la financialización. Aun desde la crisis mexicana de deuda de 1982 y las crisis de deuda latinoamericana y del tercer mundo que siguieron luego los gobiernos generalmente han tratado de evitar la suspensión de pagos a cualquier costo. Como David Harvey lo ha expresado:
“Lo que demostró el caso de México fue una diferencia clave entre el liberalismo y el neoliberalismo: bajo el primero los prestamistas asumían las pérdidas que surgían de malas decisiones de inversión en tanto que en el segundo los prestatarios son forzados por el estado y las potencias internacionales a asumir el costo del repago de la deuda no importando las consecuencias para la subsistencia y el bienestar de la población local”.
Por supuesto, ha habido excepciones. Rusia incumplió en 1998, aunque las consecuencias estuvieron limitadas principalmente a los acreedores nacionales y a un fondo de cobertura altamente especulativo en USA. La crisis argentina estuvo caracterizada brevemente por un aura de invencibilidad neoliberal a fines del 2001, pero como he argüido en una columna anterior, una mirada más de cerca revela que el incumplimiento del país de hecho fue detonado por acciones deliberadas de parte del complejo Wall Street-FMI-Tesorería de USA. Esto deja a Ecuador como el único país que ha impuesto un incumplimiento unilateral en décadas recientes pero incluso Ecuador no lo hizo de manera rotunda como en los 1930s.

El poder estructural de los acreedores
En líneas generales, es seguro decir que el alcance global de la finanza internacional de hoy es tal que los países liquidarán aun bajo las más duras circunstancias y que raramente si alguna vez incumplirán con sus obligaciones externas. Esto ha conducido a una extraña situación en la que Yanis Varoufakis, el apasionado ministro griego de finanzas, ha dado su palabra de que “devolverán a los acreedores privados hasta el último centavo”, aun prometiendo “hacer sangrar a las piedras” para repagar al FMI. Estas declaraciones son evidentemente absurdas, como que fue el propio Varoufakis quien, antes de tomar el puesto, sostuvo que la deuda no puede ser pagada y alegó que Grecia debería haberle hecho una señal obscena con el dedo a Alemania e incumplir hace un largo tiempo.
Aun, si debiera ser claro a estas alturas que el “patraseo” de Syriza y las titubeantes declaraciones de Varoufakis sobre si la deuda puede y debería o no ser pagada no son el resultado de alguna deslealtad personal a la causa, ni de alguna gran estrategia de traición jugada por Syriza a sus partidarios. En cambio, lo que ha ocurrido es que el gobierno griego ha caído imprudentemente en el poder estructural de sus acreedores oficiales. Este poder gira alrededor del hecho de que el FMI, el BCE y el Eurogrupo que ahora colectivamente tienen el 80% de la deuda griega son los únicos capaces de proveer a Grecia con lo que tan urgentemente necesita: efectivo.
Después de todo, los gobiernos se mantienen o caen conforme a la solidez de sus finanzas. Lo que importa es si ellos pueden pagar los sueldos del sector público y a los pensionados y, finalmente, a la policía y al ejército. Lo que importa, además es que el crédito se mantenga circulando a través de la economía nacional y que el efectivo siga saliendo de los Cajeros Automáticos cuando la gente retire fondos de sus cuentas. Si, dentro del complejo sistema de circulación del crédito, hay un repentino ataque de hipo o un bloqueo sistémico si el estado ya no puede pagar a sus empleados, o si los bancos son forzados a cerrar sus puertas y los negocios privados ya no pueden obtener crédito comercial el sistema completo literalmente colapsa.
Las consecuencias de tal congelamiento económico, nos dice la historia, usualmente no resultan muy bien para los que están en el poder. La implosión de Argentina luego de su incumplimiento récord en Diciembre de 2001 es un caso al respecto. Revueltas similares tuvieron lugar durante las crisis de deuda pública en la temprana Europa moderna, como cuando los cardadores de lana de Florencia se rebelaron en la revuelta de los Ciompi de 1378, o cuando las clases trabajadoras y la burguesía se levantaron contra Luis XIV en Francia. Justo hace pocos días, un funcionario del Banco de Grecia advirtió que el cierre bancario puede traer consecuencias similares en la Grecia actual: “Veríamos la revuelta que esta crisis aun no ha producido. Habría sangre en las calles”.

Costos colaterales del incumplimiento
En el pasado, los gobiernos que caían en incumplimiento eran capaces de evitar tales “costos colaterales” incumpliendo solamente a los acreedores extranjeros. En el proceso, los costos de ajuste eran efectivamente trasladados a los poseedores de bonos privados en los países acreedores, y los recursos escasos podrían ser reinvertidos dentro del país para aplacar las consecuencias sociales de la crisis y apresurar la recuperación. Pero en los complejos y altamente entremezclados mercados financieros de hoy, tal discriminación entre la deuda externa y la interna ya no es posible. El incumplimiento en uno llega a ser incumplimiento con todos.
El resultado es hacer muy costosa en el corto plazo la suspensión de pagos. Además de la frecuentemente repetida “calamidad” de ser obligado a salir de la eurozona por el BCE, los efectos colaterales del incumplimiento se extenderían de arriba a abajo en toda la economía nacional y produciría una reacción en cadena en el tejido social, amenazando la estabilidad política. Ningún gobierno electo democráticamente le gustaría asumir la responsabilidad por desatar (por no hablar de suprimir) una revuelta popular por la desaparición de los ahorros y los salarios.
El reverso de la historia, es por supuesto, que tales costos colaterales resultan ser de relativamente corta vida, y pueden terminar redituando en el largo plazo si el gobierno está preparado para tal eventualidad y se las arregla para mantenerse en el poder. Ayudada por buenas condiciones externas,  la recuperación de Argentina comenzó 6 meses después. Las condiciones de Grecia pueden ser menos prometedoras, pero sin embargo hay razón para creer que tal incumplimiento y la salida del euro conducirían a una recuperación en cuestión de meses. Obviamente, el gobierno necesitaría tener un bien pensado Plan B que permitiera cruzar el difícil período de la transición.
Esto es el por qué algunas de las facciones más radicales de Syriza están ahora urgiendo al gobierno a aceptar esta apuesta y buscar una ruptura con los acreedores. Los moderados del partido y el liderato favorable al euro, sin embargo, no parecen estar dispuestos a arriesgarse. Mientras que la división entre los dos campos puede parcialmente atribuirse a diferencias ideológicas dentro de Syriza y el temor de ser castigados por los votantes al salir de la Eurozona, debería ser claro que el predominio de las soluciones favorables a los acreedores en las crisis internacionales de deuda no puede atribuirse exclusivamente a la falta de “voluntad política”. Los costos colaterales del incumplimiento limitan estructuralmente el espacio de maniobra para los estados periféricos grandemente endeudados, obligándolos al repago no importa quién esté a cargo del gobierno y no importa cuán radicales puedan ser sus ideas.
Estos factores limitantes están relacionados a los tres cambios estructurales mencionados antes. En el caso de Grecia, el país sigue dependiendo de las fuentes de crédito extranjero al menos en el corto plazo para pagar pensiones y salarios. Puesto que los inversionistas privados hace largo tiempo que dejaron de comprar deuda griega,  los únicos capaces de proporcionar al gobierno griego el muy necesario efectivo son el Eurogrupo y el FMI. Ambos están actualmente reteniendo los prometidos tramos de crédito y negándose a extender nuevos créditos a menos que el gobierno Syriza se rinda a los dictados de los acreedores, renunciando efectivamente a la plataforma de anti-austeridad y anti-reforma por la cual fue electo.
Mientras tanto, el estado y la economía griegas siguen dependiendo del funcionamiento del sistema nacional de crédito, que se mantiene vivo con las infusiones a cuenta gotas de la ayuda de liquidez de emergencia (ELA, por sus siglas en inglés) del Banco Central Europeo. El BCE fija el tope para la cantidad total de ELA que los bancos griegos están autorizados, incrementando esta cantidad solamente en forma marginal cada dos semanas. Esto claramente es un deliberado intento de matar de hambre la economía griega racionando la liquidez y por tanto poniendo presión sobre el gobierno para que se rinda.
No es sorpresa, que en tal contexto de creciente inseguridad financiera, los griegos ordinarios teman que el gobierno pueda pronto imponer controles de capital para evitar un colapso bancario, así han comenzado a retirar sus depósitos bancarios en parvadas: más de 35,000 md han sido retirados desde Diciembre. Si estas tendencias continúan, los bancos puede que tengan que cerrar en tres semanas.

Al borde del acantilado
A pesar del drama obvio para todos, hay una grave ironía en todo esto. Las relaciones de poder estructural en la economía mundial altamente financializada de hoy pueden tener éxito en impedir que la vasta mayoría de los países endeudados recurran al incumplimiento unilateral en respuesta a una crisis soberana. Pero al mismo tiempo en la postura extrema de los acreedores, en su insistencia del reembolso completo aun de un país en bancarrota, existe el riesgo de producir precisamente lo que se supone que quieren evitar: un desordenado incumplimiento unilateral.
En el momento presente, el Eurogrupo parece ciego al hecho de que Tsipras y Varoufakis son, dentro de Grecia, probablemente los aliados más confiables de los acreedores. Ambos son reformistas moderados con un amplio apoyo popular, que están realmente dispuestos a repagar, aun si saben que no pueden. Irónicamente, es precisamente el forzar al relativamente pragmático liderazgo de Syriza a una humillante derrota que los acreedores pueden terminar reforzando la posición de los radicales pro-incumplimiento dentro del gobierno. Privando al gobierno griego de los recursos clave de los que depende para sobrevivir, los acreedores puede que realmente terminen obligando a Tsipras y Varoufakis a una posición insostenible tendiendo que llevar un nuevo paquete de reformas al parlamento frente a una audiencia hostil que incluirá a sus propios colegas del gabinete.
Tsipras ya ha indicado que él se negaría a aprobar tal acuerdo con apoyo de la oposición. En otras palabras, si su propia oposición dentro de Syriza se niega a firmar un acuerdo de último minuto del primer ministro con los acreedores, él preferiría romper el trato antes que dividir a su partido y aliarse con el antiguo régimen del PASOK y Nueva Democracia. Esto muestra que incluso los más indiscutibles regímenes de control financiero pueden terminar con resultados contraproducentes para los que los operan y mientras que no puede haber garantía de que éste será el caso de Grecia, los acreedores claramente no pueden dormirse todavía en sus laureles.
Sí, los incumplimientos unilaterales han sido grandemente desterrados de la economía política global en las décadas recientes. Y sí, los gobiernos nacionales desde entonces han quedado con grilletes por sus acreedores en un sistema que todo lo abarca del capitalismo hiper-financializado. Permanecer al borde del abismo y frente a tan profundamente enraizado y extremo desequilibrio de poder, no deberíamos sorprendernos que un joven e izquierdista gobierno como el de Grecia no esté dispuesto a saltar al vacío en forma voluntaria. Pero, nadie puede predecir cómo reaccionarán cuando sean empujados sea por sus acreedores desde arriba, o por el pueblo desde abajo. El 05 de Junio, cuando el siguiente pago del FMI deba pagarse, lo sabremos.


COMENTARIOS
La deuda griega ha alcanzado tales dimensiones que fácilmente hace surgir dudas en cuanto a su licitud. Algo parecido a las reparaciones exigidas por Francia luego de la 1GM.

Pareciera que las entidades PRIVADAS dueñas del BCE (y que siempre se ocultan tras esas siglas como si se tratara de una entidad pública), han estado «tirando demasiado del mecate» y han colocado a su fantoche demasiado bajo los reflectores de la atención pública y eso, a la larga, puede resultarles contraproducente.

Esta publicidad que han logrado sobre el problema hace que el BCE tema ceder porque animaría a otras naciones periféricas en situación similar, a seguir el mismo camino de Grecia.

Pero si el mecate se llega a reventar y Grecia se declara en incumplimiento y sale del euro, para ambas partes será lo mismo que si el gobierno griego hubiera declarado el incumplimiento; es decir, como dice el artículo, lograrán precisamente lo que han tratado de evitar.

También, el BCE y la Comisión Europea (aunque no el FMI), están arriesgando que los otros países consideren la salida del euro como una opción y así, ponen en peligro la propia Unión Europea. Aquí obviamente hay una contraposición del interés privado, representado por el BCE, y el interés público (la unidad y la paz europeas).

Pero algo que prácticamente nadie se plantea es: ¿Adivinen a quién le encantaría que todo eso sucediera?


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