jueves, 28 de junio de 2018

Una mimetización más


Odiar a Rusia es un Empleo de Tiempo Completo. “¿Quién Dirige la Hostilidad hacia Rusia?” 

Por Philip Giraldi                                                                           05-Jun-18
FUENTE: https://www.globalresearch.ca/hating-russia-is-a-full-time-job-who-is-driving-the-hostility-towards-russia/5643138 



El texto [en rojo] NO aparece en el original y fue agregado por el equipo de traducción. Igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto simple en el original.
Habiendo recién llegado de un viaje a Rusia, estoy complacido de reportar que el pueblo ruso y las autoridades que encontré no desplegaron ninguna crítica hacia los estadounidenses, lo que yo medio esperaba como respuesta a la denigración de Moscú y todas sus obras que impregna a los medios y el Establishment de USA.
Ciertamente, muchos rusos con los que hablé fueron rápidos en criticar a la administración Trump por su desempeño acalorado y frío respecto a los vínculos bilaterales con Moscú mientras expresaban desconcierto en cuanto a por qué la relación se había deteriorado tan rápidamente, pero este enojo por la política exterior no necesariamente se traduce en el desprecio del pueblo y modo de vida estadounidenses que caracterizó el período soviético. Al menos no todavía.

Para mi sorpresa, los rusos ordinarios fueron también rápidos para criticar abiertamente al presidente Vladimir Putin por sus tendencias autocráticas y su disposición a seguir tolerando la corrupción, pero todos con los que hablé también concedieron que él había actuado constructivamente y mejorado grandemente la vida de la gente ordinaria. Putin sigue siendo inmensamente popular.
Una pregunta que surgió con frecuencia fue "¿Quién está impulsando la hostilidad hacia Rusia?" Respondí que la respuesta no es tan simple y que hay una cantidad de electores que, por una razón u otra, necesitan un enemigo poderoso para justificar políticas que de lo contrario, serían insostenibles. Los contratistas de defensa necesitan un enemigo para justificar su existencia, mientras que los congresistas necesitan a los contratistas para financiar sus campañas. Los medios necesitan una buena historia de miedo para ayudar a venderse y el público también está acostumbrado a tener un mundo en el que las terribles amenazas acechan justo debajo del horizonte, incrementando así el apoyo al control gubernamental de la vida cotidiana para mantener a todos "seguros".
Y luego están los neoconservadores. Como siempre, son una fuerza perceptible para la destrucción creativa, como ellos mismos dicen; sin duda primeros en línea para obtener financiamiento para sus fundaciones y think tanks, en los que no escatiman en gastos, pero también impulsados ideológicamente, lo que los ha convertido en la vanguardia intelectual del partido belicista. Proporcionan el marco intelectual aceptable para que USA se haga cargo del mundo, metafóricamente hablando; y constituyen la fuerza de choque que siempre está lista para aparecer en las entrevistas televisivas o para ser citada en los medios con un inteligente e ingenioso comentarista que pueda usarse para justificar lo impensable. A cambio, son generosamente recompensados con dinero y estatus.
Los neoconservadores creen solamente en dos cosas. Primero, que USA es la única superpotencia mundial y que alguna Entidad Divina le ha dado licencia para ejercer el liderazgo global por la fuerza si es necesario. Eso ha sido traducido al público como "excepcionalismo estadounidense". De hecho, el intervencionismo de USA  en la práctica ha sido preferentemente por fuerza mayor ya que deja poco espacio para el debate o la discusión. Y el segundo principio rector neoconservador es que se debe hacer todo lo posible para proteger y promover a Israel. Sin estas dos creencias, no tienes a un neocon.
Los padres fundadores del neoconservatismo fueron los "intelectuales" judíos de Nueva York que evolucionaron (o regresaron) de ser terroristas arrojabombas [o de ser interrogadores en la Lubianka] y se metamorfosearon en  "conservadores", un proceso que autodefinieron como "idealismo asaltado por la realidad". La única realidad es que siempre han sido falsos conservadores, adoptando una serie de agresivas políticas de política exterior y posiciones de seguridad nacional, mientras que en privado respaldan la línea liberal judía estándar sobre cuestiones sociales. El fanatismo neocon sobre los temas que promueven también sugiere que bastante más que un poco del trotskismo permanece en su carácter; de ahí su tenacidad y habilidad para deslizarse entre los partidos Demócrata y Republicano, mientras que también se muestran cómodamente en medios dispares considerados como liberales o conservadores, es decir, tanto en Fox News como en programas de MSNBC apareciendo con gente como Rachel Maddow.
Durante mucho tiempo he creído que el odio de corazón a Rusia proviene de los neoconservadores y es, en gran medida, tribal o, si se prefiere, étnico-religioso. ¿Por qué? Porque si los neoconservadores fueran de verdad realistas en política exterior, no existe una buena razón para expresar ninguna aversión visceral hacia Rusia o su gobierno. Las acusaciones de que Moscú interfirió en las elecciones presidenciales de USA en 2016 son claramente una farsa; al igual que las historias del supuesto envenenamiento ruso de los Skripal en Winchester, Inglaterra y, más recientemente, el supuesto asesinato del periodista Arkady Babchenko en Kiev que resultó ser una falsa bandera. Incluso el examen más superficial de los desarrollos de la última década en Georgia y Ucrania revela que Rusia estuvo reaccionando legítimamente a las principales amenazas de seguridad diseñadas por USA con un poco de ayuda de Israel [¿un poco, cuando muchos neocons tienen doble nacionalidad?] y otros. Desde la Guerra Fría, Rusia no ha amenazado a USA y su capacidad de volver a adquirir sus antiguos satélites de Europa del Este es una fantasía. Entonces, ¿por qué el odio?
De hecho, los neoconservadores se entendieron bastante bien con Rusia cuando ellos y sus abrumadoramente judíos oligarcas y ladrones internacionales de productos básicos con sus amigos financieros [occidentales] saquearon los recursos de la antigua Unión Soviética bajo el desafortunado Boris Yeltsin durante la década de los 1990s. Las alarmas sobre la supuesta amenaza rusa solo reaparecieron en los medios y think tanks dominados por los neoconservadores cuando el anticuado nacionalista Vladimir Putin asumió el cargo y convirtió en objetivo principal de su gobierno cerrar el grifo del dinero [es que eso sí duele].
Con los saqueos detenidos por Putin, los neoconservadores y amigos ya no tenían ningún motivo para respetar los convencionalismos, por lo que usaron sus considerables recursos en los medios y dentro de las salas del poder en lugares como Washington, Londres y París para volverlos contra Moscú. Y también podrían haberse dado cuenta que se avecinaba una amenaza peor. ¡El gobierno de Putin parecía estar resucitando lo que los neoconservadores podrían percibir como pogromos que plagaron la Santa Rusia! Las viejas iglesias arrasadas por los bolcheviques estaban siendo reconstruidas y la gente nuevamente iba a misa,  afirmando la creencia en Jesucristo. La antigua Plaza Roja ahora alberga un mercado navideño, mientras que la tumba cercana de Lenin solo abre una mañana de la semana y atrae pocos visitantes.
Me gustaría sugerir que es muy posible que los neoconservadores, históricamente bien informados, simplemente estén anhelando los buenos viejos tiempos bolcheviques en Rusia. El hecho es que gran parte del ateísmo del Estado bolchevique fue impulsado por la gran sobrerrepresentación de judíos en el partido en sus días formativos. El estudio de 1920 del periodista británico Robert Wilton, meticulosamente estudiado, "Los últimos días de los Romanov", describe cómo David R. Francis, embajador de los Estados Unidos en Rusia, advirtió en un mensaje de enero de 1918 a Washington que:
“A los líderes bolcheviques aquí, la mayoría de los cuáles son judíos y 90% de ellos son exiliados que han vuelto, poco les importa Rusia o cualquier otro país, pero son internacionalistas y están tratando de iniciar una revolución social mundial”.
William Oudendyke, embajador holandés, se hizo eco de ese sentimiento, escribiendo que:
“A menos que el bolchevismo sea cortado de raíz inmediatamente, se extenderá de una forma u otra sobre Europa y el mundo entero, ya que está organizado y operado por judíos que no tienen nacionalidad, y cuyo único objetivo es destruir para sus propios fines el orden de cosas existente”.
El más grande escritor ruso del siglo 20, Alexander Solzhenitsyn, festejado en Occidente por su firme resistencia al autoritarismo soviético, de repente se encontró sin amigos por los medios y el mundo editorial cuando escribió "Dos siglos juntos: una historia ruso-judía hasta 1972", relatando algo del lado oscuro de la experiencia ruso-judía. En particular, Solzhenitsyn citó la sobrerrepresentación significativa de los judíos rusos tanto como bolcheviques y, con anterioridad a esa época, como propietarios de siervos.
Los judíos desempeñaron un papel particularmente desproporcionado en la policía secreta soviética, que comenzó como la Cheka y finalmente se convirtió en la KGB. El historiador judío Leonard Schapiro señaló cómo "cualquiera que tuvo la desgracia de caer en manos de la Cheka" tenía muchas posibilidades de encontrarse con, y posiblemente un disparo, de un investigador judío". En Ucrania, "los judíos conformaron casi el 80% de los agentes miembros de la Cheka".
A la luz de todo esto, no debería sorprender a nadie que el nuevo gobierno ruso [más bien soviético, que no es lo mismo] de 1918 emitiera un decreto pocos meses después de tomar el poder, convirtiendo el antisemitismo en un crimen en Rusia. El régimen comunista se convirtió en el primero en castigar criminalmente cualquier sentimiento antijudío.
Wilton usó documentos oficiales del gobierno ruso para identificar la composición del régimen bolchevique en 1917-9. Los 62 miembros del Comité Central incluían a 41 judíos, mientras que la Comisión Extraordinaria de la Cheka en Moscú, de sus 36 miembros 23 eran judíos. De los 22 integrantes del Consejo de Comisarios del Pueblo 17 eran judíos. Según los datos proporcionados por las autoridades soviéticas, de los 556 funcionarios más importantes del Estado bolchevique en 1918-1919, había: 17 rusos, 2 ucranianos, 11 armenios, 35 letones, 15 alemanes, 1 húngaro, 10 georgianos, 3 polacos, 3 finlandeses, 1 checo y 458 judíos.
En 1918-1919, el poder gubernamental efectivo de Rusia descansaba en el Comité Central del partido bolchevique. En 1918 este cuerpo tenía 12 miembros, de los cuales 9 eran de origen judío y 3 eran rusos. Los 9 judíos eran: Trotsky, Zinoviev, Larine, Uritsky, Volodarski, Kamenev, Smidovich, Yankel y Steklov. Los 3 rusos eran: Lenin, Krylenko y Lunacharsky.
La diáspora comunista en Europa y USA también era en gran parte judía, incluida la camarilla de fundadores del neoconservadurismo en la ciudad de Nueva York. El Partido Comunista de USA desde el principio fue predominantemente judío. Fue en la década de 1930 encabezada por el judío Earl Browder, abuelo del actual vendedor de aceite de serpiente Bill Browder [fundador y presidente del fondo de inversiones Hermitage Capital Management, quien durante 2006 y 2007 “ganó” entre 165 y 200 mdd/año], quien ha proclamado santurronamente su deseo de castigar a Vladimir Putin por varios supuestos altos crímenes. Browder es un hipócrita completo que ha fabricado y vendido al Congreso una narrativa en gran medida falsa y egoísta relacionada con la corrupción rusa [en 1998 Browder renunció a la ciudadanía de USA para no pagar impuestos y es buscado en Rusia por múltiples cargos; su estrategia ha sido autoproclamarse activista anti-corrupción, igualito que el «Ya sabes quién»]. Tampoco sorprende que sea un favorito de los medios neoconservadores en los Estados Unidos. Se ha dicho más que plausiblemente que Browder fue un saqueador de los recursos de Rusia en la década de 1990 y los tribunales rusos lo han condenado por evasión fiscal, entre otros crímenes.
La innegable afinidad histórica de los judíos por el tipo de comunismo bolchevique, junto con la judeidad de los llamados oligarcas [de los cuales, una buena parte se ha asilado en Israel], sugiere que el odio a una Rusia que ha dado la espalda a esos aspectos particulares de la herencia judía podría ser al menos parte de lo que impulsa algunos neoconservadores [Karl Radek, en alguna ocasión declaró que Moisés había conducido a los judíos fuera de Egipto y que Stalin —cual nuevo Moisés— los estaba conduciendo fuera... ¡pero del Politburó! Por eso, luego de Hitler, Stalin es su villano favorito]. Al igual que en el caso de Siria que los neoconservadores, inclinándose por los intereses de Israel, prefieren ver en el caos, algunos podrían desear un retorno a los viejos tiempos de saqueo por intereses extranjeros en su mayoría judíos, como en la época de Yeltsin; o incluso mejor, en los embriagadores  días del bolchevismo de 1918-19 cuando los judíos gobernaban toda Rusia.

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