jueves, 15 de agosto de 2024

Y Europa

 Alemania Destruida

Por Hans Vogel                                                                              30-Jul-24

FUENTE: https://www.unz.com/article/germany-destroyed/

 

 

 

El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de traducción. Igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto simple en el original.


 

 

 

Alemania se encuentra en el centro de Europa en más de un sentido. No sólo es el centro geográfico, sino que toda la historia europea parece girar en torno a ella. En alemán existe el término Mitteleuropa, que transmite acertadamente el papel central de Alemania en Europa. Para ser honestos, hasta cierto punto Francia e Italia también deben considerarse parte de ese concepto, especialmente aquellas partes de Francia e Italia que limitan con Alemania. La civilización europea ha sido esencialmente moldeada por Alemania y esos dos “socios menores”.

 

Desde un punto de vista holístico, la posición central de Alemania puede ayudar a explicar por qué durante el siglo pasado los anglosajones (Inglaterra y USA) han tratado dos veces de destruir a Alemania, ¡y con un éxito considerable! Obviamente, USA no es una nación europea, excepto quizás indirectamente como resultado de la inmigración masiva desde Europa. Tampoco lo es Inglaterra, que es en el mejor de los casos parte de la periferia de Europa. La periferia real de Europa consiste en Escandinavia, Rusia, la península Ibérica, el sur de Italia y los Balcanes. La posición insular de Inglaterra la distingue física y mentalmente de Europa. Al fin y al cabo, es bien sabido que los habitantes de cualquier isla, por pequeña que sea, se consideran tácitamente el centro del universo. En un sentido fundamental y muy tangible, la posición geográfica de Inglaterra le otorga un status separado, lo que la hace mucho menos europea de lo que le gusta aparentar [de allí el antiguo chas-carrillo (anterior al Eurotúnel) cuando el canal de la Mancha estaba lleno de niebla, decían: «el continente está aislado»].

Junto con su aliado estadounidense y apoyándose en los recursos y la mano de obra de su vasto imperio colonial, Inglaterra ha sido una fuerza impulsora detrás de los dos primeros intentos de destruir Alemania durante la 1ª y la 2GM. El primero, especialmente a través del Diktat de Versalles, resultó en la destrucción del poder militar alemán, el segundo condujo a la destrucción de su poder político. En un continente donde, desde 1918, el fascismo y el nacionalsocialismo aparentemente habían echado raíces con bastante firmeza, Alemania, debido a su peso económico y demográfico, volvió a ser el elemento central.

Después de la segunda derrota de Alemania a manos del Ejército Rojo, la URSS [y la élite globalista] se encargó[aron] de erradicar por completo el nacionalsocialismo. En las partes occidentales ocupadas de Alemania, los angloamericanos establecieron todo un marco para impedir que el partido nazi resucitara en cualquier forma. La desnazificación de Alemania Occidental estuvo supervisada por USA, con sus amplias y bien desarrolladas agencias de propaganda (“PR”). Dado que aproximadamente uno de cada diez alemanes era miembro del partido nazi, el primer paso en este proceso era obvio: declarar ilegal al partido nazi y castigar a quienes habían sido miembros. Luego, examinar a los antiguos miembros del partido y decidir a quién matar (por “crímenes contra la humanidad”) y ver quién podría ser útil para reconstruir Alemania según las especificaciones estadounidenses. Tanto para USA como para la URSS era crucial evitar cualquier confusión causada por cualquier superposición y similitud entre el nacionalsocialismo y el fascismo por un lado, y el socialismo (comunismo) y el capitalismo por el otro. Así, la República Democrática Alemana y la República Federal de Alemania en Occidente eran en cierto sentido escaparates de los imperios de los que formaban parte como estados vasallos. Tras el colapso del “socialismo real existente” entre 1989 y 1991, que condujo a la implosión de la URSS, durante algún tiempo USA pudo albergar la idea de que era la única superpotencia superviviente y de que el mundo entero estaba a sus pies. Fueron pocos los estadounidenses que se dieron cuenta de que su nación se enfrentaba a un desafío nuevo e insospechado. ¿Qué podría servir de marco de referencia, de guía, de indicadores para posibles nuevos rumbos a seguir? Una pregunta muy delicada, por cierto, porque USA se considera ajeno a la historia, una civilización única que no está sujeta a las leyes de la historia.

Comprender que el fascismo, especialmente en sus aspectos económicos (con grandes corporaciones que disfrutaban de una libertad casi irrestricta y al mismo tiempo ejercían una influencia indebida en todas las decisiones políticas) era en realidad un modelo bastante atractivo. Algunos aspectos políticos del fascismo (como la centralización de la toma de decisiones y el control total de los medios de comunicación) también eran atractivos. Cuando, poco después de la caída del socialismo, el imperio estadounidense abrazó plenamente el neoliberalismo, también adoptó de hecho una serie de políticas fascistas en el proceso [esas políticas, al igual que las ideas eugenésicas, existieron en USA desde mucho antes de que naciera el fascismo y han persistido luego de su derrota].

Al igual que después de 1918 y 1945, le tocó a Alemania pagar el precio del colapso del socialismo en 1989-91. Sin embargo, inicialmente parecía que Alemania se beneficiaba de ese colapso, porque después de cuatro décadas de existencia separada, los dos estados alemanes podían fusionarse en uno solo. Pero a cambio, la República Federal tuvo que sacrificar su poderosa moneda nacional, el marco alemán, y permitir la creación de un Banco Central Europeo que introdujo una nueva moneda: el euro (2002).

En retrospectiva, la reunificación de Alemania no se hubiera podido evitar. Era inevitable que sucediera mientras ambas Alemanias tuvieran una economía fuerte y competitiva y un tejido social robusto y mientras fueran necesarias como escaparates en las rivalidades entre las superpotencias. Por lo tanto, los nuevos ataques a la Alemania unificada (con el objetivo final de reducirla a la condición de un pequeño país de tercera categoría con, como mucho, un poco de folclore simpático para divertir a grupos de turistas extranjeros) se centraron en la economía y la sociedad [¿como en Weimar?].

El ataque a la sociedad alcanzó un nuevo nivel en el verano de 2015. “Podemos hacerlo”, dijo la canciller Merkel al abrir las puertas de par en par a los “solicitantes de asilo”, las “masas pobres y hacinadas” del siglo XXI de las naciones del Tercer Mundo destruidas por las bombas de la OTAN y las importaciones agrícolas baratas de la UE. (A menudo se pasa por alto que las economías agrícolas de muchas naciones africanas fueron destruidas por las importaciones de excedentes baratos producidos por agricultores de la UE fuertemente subsidiados). Como muchos de estos recién llegados eran varones jóvenes, solteros y a menudo musulmanes, los efectos son devastadores, especialmente para la seguridad de las mujeres. Sectores enteros de ciudades alemanas son ahora guetos musulmanes, con carteles callejeros en árabe. Muchas escuelas tienen altos porcentajes de niños no alemanes, nacidos de padres analfabetos, mientras que la alfabetización entre las generaciones más jóvenes ha estado disminuyendo a un ritmo alarmante. En otras palabras, Alemania se está “desgermanizando” rápidamente.

El gobierno estadounidense llevaba mucho tiempo irritado por la creciente dependencia de Alemania de la energía barata y abundante procedente de Rusia. La finalización del Nord Stream 2, un nuevo gasoducto a través del Báltico, en septiembre de 2021 abrió enormes posibilidades nuevas para la industria alemana y la cooperación germano-rusa, por lo que el régimen de Biden decidió hacer realidad su amenaza de sabotear el nuevo gasoducto: el 26 de septiembre de 2022 fue volado. Es parte de un ataque coordinado de tres frentes contra la economía alemana. El primer elemento es obligar a Alemania a abandonar la energía rusa [porque la prohibición de la energía nuclear y la promoción de energía “verde” no eran suficientes] y cambiar hacia importaciones estadounidenses [mucho] más caras; el segundo, destruir la lucrativa relación comercial germano-china, y el tercero, obligar a Alemania a aumentar su gasto militar.

Pero el hueso más duro de roer ha sido la cultura popular alemana y el sentimiento de orgullo que la acompaña. De ahí la prolongada ofensiva estadounidense contra la cultura popular alemana. Ha logrado obligar a la mayoría de los alemanes a escuchar música al estilo estadounidense con letras en inglés en sus radios y televisores [ese tipo de guerra se ha llevado no solo contra Alemania sino contra todo el mundo]. El ataque a la cultura popular es esencialmente una guerra contra el espíritu alemán, ya que la cultura popular es sólo la parte inmediatamente visible del espíritu colectivo.

Como primer paso en el ataque a la cultura popular alemana, los estadounidenses comenzaron a reeducarla. Por ejemplo, se hicieron películas de propaganda (más bien “clips”) que decían a los alemanes que no debían marchar y que debían caminar a paso ligero sin dar una impresión demasiado marcial. Con el tiempo, esos esfuerzos de reeducación lograron convencer a los hombres alemanes de que orinaran sentados en el retrete. Los estadounidenses no inundaron Alemania de inmediato con películas de Hollywood (como hicieron en Francia en un esfuerzo por desplazar a los competidores franceses), quizás también porque los estudios UFA en Berlín habían estado produciendo películas populares según conceptos similares, con estrellas de cine que eran mucho más populares que cualquiera de los estadounidenses. Hasta la década de 1970, el público alemán siguió acudiendo en masa a las películas realizadas por directores alemanes como Rainer Werner Fassbinder, Werner Herzog y Wim Wenders. Los canales de televisión alemanes produjeron muchas series muy populares, como Derrick, que incluso se exportaron con éxito a lugares lejanos como China. Inmediatamente después de la guerra, los alemanes estaban demasiado ocupados limpiando los escombros de sus ciudades bombardeadas y recuperando sus vidas como para interesarse por la música estadounidense y las letras en inglés. En cambio, tenían sueños sobre lugares lejanos donde la vida era fácil y donde brillaba el sol, como Tampico en México, como en el Schlager [música popular ligera, con canciones románticas, simples] de 1946 (“montones de licor todos los días, cada hombre tiene tres mujeres y puede permitirse construir una casa”). Durante mucho tiempo, los alemanes soñaron con esos lugares y hasta los años 60s, trataron de encontrarlos especialmente en Italia, como alrededor del lago de Garda, durante sus vacaciones de verano. La música estadounidense no se convirtió en la norma en Alemania hasta principios de los años 90s. A veces incluso fue al revés, como cuando el estadounidense Gus Backus en 1962 se convirtió en una estrella del Schlager alemán, cantando letras en alemán, por supuesto. Esto en sí mismo fue una poderosa señal de lo atractivas que eran la lengua y la cultura alemanas. Junto a Backus, había cantantes italianos, israelíes, griegos, croatas, holandeses, franceses, belgas y checos que cantaban Schlager en alemán y que eran bien recibidos por un público agradecido. Esto ya no es así ahora que la cultura musical y popular se ha anglicanizado casi por completo.

Aparte de la música, durante mucho tiempo los deportes alemanes gozaron de una gran popularidad y los éxitos internacionales de deportistas, hombres y mujeres, así como equipos, de Alemania Occidental, Alemania Oriental y toda Alemania electrizaban a la república y a la nación y fortalecían un cierto sentido de germanidad. En 1954, la selección nacional alemana de fútbol ganó la Copa del Mundo derrotando al famoso equipo húngaro. Siempre he sospechado que en algún lugar de la jerarquía [globalista] se había tomado la decisión de dejar que Alemania ganara [sospecha carente en absoluto de base]. No había mejor manera, salvo una victoria en la guerra (que a Alemania se le había escapado dos veces), de restaurar la autoestima nacional [ese mismo efecto tuvo la elección de Joseph Cardinal Ratzinger como Benedicto XVI el 19-Abr-2005], o al menos suavizar el dolor. En 1974, la selección nacional de Alemania Occidental ganó nuevamente la Copa del Mundo cuando el torneo se organizó en Alemania. En los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, el equipo alemán unificado (tanto RFA como RDA [¡¡increíble!!]) terminó en cuarta posición, con un récord de 12 medallas de oro. En los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976, los equipos de RFA y RDA juntos terminaron en primer lugar con 50 medallas de oro y un total de 129 medallas. Desde entonces, Alemania ha bajado en el medallero general, ocupando solo el noveno lugar en los Juegos Olímpicos de 2020 (2021). En fútbol, ​​la selección nacional de Alemania (Occidental) solo ganó el campeonato de la UEFA (Europa) tres veces en dieciocho torneos hasta ahora. La selección nacional alemana actual, que en su momento de mayor gloria estaba compuesta exclusivamente por verdaderos alemanes, tiene un capitán turco y media docena de alemanes “negros”. Para muchos alemanes nativos es bastante difícil identificarse con un equipo nacional así. Sin embargo, es un fiel reflejo de una población de la que el 30% tiene un “origen inmigrante”.

El ataque destructivo contra Alemania no habría producido ningún resultado tangible si los angloamericanos no hubieran logrado subvertir la conciencia colectiva alemana, o la mente alemana, si se quiere. Al insistir constantemente en la culpa alemana por la 1GM, la 2GM y por cada fechoría real o imaginaria cometida contra cualquier grupo de personas, los alemanes fueron convencidos de tener un verdadero complejo de culpa. Esto es especialmente notable entre los millennials alemanes y la generación Z alemana. A diferencia de sus homólogos del resto de Europa, estos jóvenes alemanes casi se derrumban bajo el peso de sus sentimientos de culpa. Están tan cargados de culpa que ni siquiera son capaces de soportar ninguna broma sobre estos temas, por inocente que sea. Ninguno de ellos puede comprender la noción de que no son en absoluto responsables de los actos reales o imaginarios de sus abuelos y bisabuelos. Si a eso añadimos el hecho de que entre las generaciones alemanas más jóvenes la wokeness [supuestamente el estar despierto o consciente de los problemas de la sociedad], el clima y la locura del género se han arraigado con más firmeza que en cualquier otro lugar de Europa, es obvio que Alemania se encamina hacia la desaparición.

Además, con un gobierno compuesto por incompetentes, imbéciles y traidores que cumplen fielmente las órdenes de Washington DC, es obvio que Alemania se está convirtiendo rápidamente en la antítesis del país que alguna vez fue. ¡Incluso los trenes ya no funcionan a tiempo!

Después de dos guerras y cerca de un siglo de sabotaje, los anglosajones finalmente han podido expulsar lo mejor de Alemania. La [infame y antialemana] exhortación de Theodore W. Kaufman de 1941 casi se ha cumplido: «¡Alemania debe perecer!»

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