jueves, 24 de mayo de 2018

Una Novedosa Distopia


Los Modernos Estados Unidos: Una Distopia Estilo Disneylandia

Por Dwight Longenecker                                                             14-May-18
FUENTE: http://www.theimaginativeconservative.org/2018/05/modern-america-disneyland-dystopia-dwight-longenecker.html




El texto [en rojo] NO viene en el original y fue agregado por el equipo de traducción; igualmente lo destacado en amarillo aparece como texto simple en el original.
En los actuales Estados Unidos, conviven mano a mano todos los horrores distópicos con lo que parece una perpetua existencia en un parque temático. Guerra,  tortura, abortos, castraciones, asesinatos, suicidios, [pornografía, digital o en vivo], adicción a las drogas, carencia de vivienda y los horrores médicos residen lado a lado con la cara sonriente de Estados Unidos, donde todos tienen dientes perfectos y saludan con un alegre, “¡Que tenga un bonito día!”...

Habiendo acabado de releer “That Hideous Strength” (Esa Fuerza Espantosa), de C.S. Lewis, me parece una vez más que pertenece al estante con otras novelas distópicas clásicas como Nuevo Mundo Feliz y 1984. Lewis captura todos los elementos distópicos clásicos de la amenaza totalitaria, e identifica correctamente el cientificismo y utilitarismo ateo que yace debajo de todas las ideologías utópicas.
La mayoría de las historias distópicas son predeciblemente apocalípticas. El futuro es horrible a medida que la horrible fuerza afirma su dominación. Tal vez los científicos y los ingenieros sociales hayan creado un mundo "perfecto", pero es estéril, sin alegría y sombrío. Invariablemente, un grupo de expertos de élite, o un cuadro totalitario, controla a las masas por la fuerza, cercenando la vida, el amor y la luz verdaderos. La distopia es oscura.
Sin embargo, lo que Lewis, Orwell y Huxley y otros profetas distópicos no han predicho es lo que podría llamarse la "distopia de Disneylandia" de los Estados Unidos contemporáneos, en la cual los horrores están cubiertos con un barniz cosmético y las pesadillas y los gritos se sofocan con sonrisas y kilómetros de sueños plastificados. Evelyn Waugh clavó una banderilla al monstruo con su novela satíricamente perversa sobre los empresarios fúnebres de Hollywood, The Loved One, pero que yo sepa, nadie más ha puesto una bomba debajo del castillo de Cenicienta.
¿Qué quiero decir exactamente con Distopia Estilo Disneylandia? Mientras escribo en mayo de 2018, el gobierno está considerando un candidato para dirigir la CIA que no solamente ha participado en torturas, sino que ha estado a cargo de una instalación diseñada específicamente para torturar a las personas. Ella ha sido propuesta por un presidente que ha impulsado aún más el gasto militar y está en el registro no sólo por estar a favor de la tortura, sino por pensar que debería aumentarse [nada de qué sorprenderse; Bush y Cheney iniciaron la guerra de Iraq en base a armas de destrucción masiva que jamás existieron; Obama decidía los martes sobre asesinatos mediante drones u otros medios; Trump bombardea un país soberano sin siquiera investigar quién provocó el incidente químico. Y todos siguen impunes].
A pesar de expresar clichés pro-vida, su presupuesto continúa financiando a Planned Parenthood, una organización que no sólo es una fábrica de abortos, sino que coloca sus clínicas intencionalmente en comunidades de minorías étnicas de bajos ingresos, recordándole a uno la observación de la juez de la Corte Suprema [Ruth Bader] Ginsburg de que "no queremos más de ese tipo de personas, ¿verdad?". [¿cómo reacciona rían los medios mundiales si esa frase hubiera sido dicha por el presidente Bashar al Assad?] Por lo tanto, nuestro dólar de impuestos no solamente apoya a una organización iniciada por un eugenista racista, sino una cuyos empleados fueron sorprendidos vendiendo partes del cuerpo del bebé y planeando abortos de manera  que las partes particularmente valiosas se conservan intactas para su posterior venta [business is business, you know].
Cuando se trata de los "avances" de la medicina moderna, los estadounidenses cada vez más dan por sentado que la mejora quirúrgica es una de las opciones disponibles. La ortodoncia nos da dientes rectos, pero ahora es un punto de alarde cuando alguien se somete a una cirugía estética no solo para levantar la cara, sino para levantarle los pechos, las nalgas, el pene o casi cualquier otra cosa.
Mientras tanto, resolvemos la obesidad con cirugía de reducción de estómago y píldoras pop para casi cualquier queja humana. Tiene su libido marchita? Tome una pastilla. ¿Son tus hijos perezosos? Deles una pastilla. ¿Son tus hijos demasiado hiperactivos? Deles una pastilla. ¿Está triste? Toma una píldora feliz. ¿Es maníaco? Tome una pastilla para calmarse. Tome una píldora de dieta. La manipulación química es parte de la vida cotidiana de millones de estadounidenses, la drogadicción está en su punto más alto y las comunidades de personas de la tercera edad en los estados soleados están plagadas de enfermedades de transmisión sexual.
En medio de USA, el suicidio ha alcanzado las nubes mientras masacres sin sentido en las escuelas han llegado a ser parte de la vida estadounidense. Los tiroteos desde vehículos en movimiento y los locales con servicio de hamburguesas pedidas desde el auto conviven lado a lado. La parte más vulnerable de USA amamanta la violencia de las pandillas, la falta de vivienda, el divorcio, el abuso infantil, los hogares, matrimonios, vidas y corazones deshechos.
Nuestros medios y celebridades festejan no solo una "agenda gay" en la que los hombres se casan con hombres y mujeres se casan con mujeres, sino que la confusión de género ha llegado a su lógico punto final, en el que el sexo y el género ya no existen. Como parte de esta crisis de género, los medios y la cultura de las celebridades rinden homenaje a una agenda que aboga por la castración química, social y quirúrgica [lógica evolución luego de la castración cerebral], no solo de los adultos, sino también de los niños.
La cultura de la muerte continúa su danza macabra no solo con el aborto, sino con la creciente tendencia a abortos selectivos eliminando fetos con síndrome de Down y otras anormalidades. Cualquiera puede ver que esto es eugenesia [pero si la eugenesia ¡solo la practicaban los nazis!] y que podríamos acuñar una nueva palabra, "eugenicidio" porque mientras la esperanza de vida se alarga, el "suicidio asistido" comenzará a significar que la víctima fue "asistida" por el Hada de los Desengaños con una bata blanca y una aguja. Nuestras órdenes de "no resucitar" ya se han vuelto tan flexibles que en algunos casos "no resucitar" significa "suspender el tratamiento incluso si se solicita".
Ya tenemos embriones congelados, úteros artificiales, embarazos de alquiler, inseminación artificial, fertilización in vitro y esterilización forzada. Con más "avances" en tecnología médica, nuestro código genético pronto será manipulado para eliminar todas las enfermedades y discapacidades. Híbridos animal-humanos llamados quimeras pueden ser promovidos para "mejorar" la raza humana, y la pesadilla de Lewis de mantener viva una cabeza no está lejos en un mundo donde las cabezas ya están siendo preservadas criogénicamente.
¿Una futura distopia? Todos estos horrores ya son parte cotidiana de nuestra sociedad estadounidense, pero están garapiñados con nuestra rica cultura del entretenimiento. Acompañamos la Distopia Estilo Disneylandia porque disfrutamos de los beneficios. Los Estados Unidos promedio nunca lo han tenido mejor. Tenemos casas confortables en los suburbios con lujos que hubieran hecho sonrojar a un emperador romano. Nuestros garajes se han hinchado para estacionar tres o cuatro automóviles, y el negocio de las instalaciones de almacenamiento está en auge porque no tenemos suficiente espacio en nuestras casas para todas nuestras cosas. Disfrutamos de seguridad y calma, y el mercado de valores es alcista.
Como un ubicuo parque de diversiones, nuestros restaurantes y centros comerciales nos ofrecen una constante experiencia "temática". Aquí disfrutamos de una experiencia italiana en un restaurante que parece una villa toscana. Al lado hay una hacienda donde comemos comida mexicana. Más adelante hay un asador australiano con "filetes a la parrilla". Si nuestros platos estuvieran vacíos pero nuestros paladares estuvieran aburridos, podemos ser entretenidos por un emperador chino, un mágico chef japonés que lanza al aire comida hacia nuestra mesa, o cenar en el palacio persa o en el Taj Mahal. Al lado está Mama's Country Kitchen, Bobby's Ole Fashioned Bar-B-Q y Papa's Pizza Place. Todos ellos brillando como un burdo casino.
Con parques temáticos, cines y casinos y nuestras narices pegadas a pantallas 24horas/7días por semana, somos adictos al entretenimiento. Aun nuestros hogares han llegado a parecerse a Disneylandia. Decorados por diseñadores que “idean” una habitación, no proyectan nuestras personalidades tanto como reproducen todavía otra artificial atmósfera de opulencia. Como señaló un amigo africano, tenemos casas cada vez más grandes para familias cada vez más pequeñas. En las nuevas subdivisiones no hay prados ni jardines porque nadie quiere despegarse de la pantalla e ir afuera. Estamos distraídos a muerte, con nuestras cabezas metidas en la arena de nuestras pantallas.
Así en el moderno Estados Unidos, todos los horrores distópicos existen mano a mano con lo que parece una perpetua existencia en un parque temático. Guerra,  tortura, abortos, castraciones, [pornografía], asesinatos, suicidios, adicción a las drogas, carencia de vivienda y los horrores médicos residen lado a lado con la cara sonriente de Estados Unidos, donde todos tienen dientes perfectos y saludan con un alegre, “¡Que tenga un bonito día!”
Lo más alarmante es que esta distopia no ha sido forzada sobre nadie. La junta que la ha producido no usa uniformes militares [porque hay una junta, cuyo anonimato le brinda seguridad e impunidad]: usan los trajes de los publicistas, los magnates de las películas, los productores de TV, editores de periódicos y revistas, políticos, académicos y periodistas. Nadie nos ha arrastrado a punta de pistola. Atrapados en la cultura del entretenimiento, no hemos sido forzados. Hemos sido seducidos.
Como la «muchacha que no podía decir ‘No’», hemos seguido la seducción sin siquiera un guiño travieso o un momento de vergüenza.

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